Rafael Rofman: “Hoy los más progresistas defienden el control de la natalidad y la gente estilo Elon Musk quiere más población”
“En diez años, cay...
“En diez años, cayó más de 40 por ciento la cantidad de hijos que tiene en promedio cada argentino”, dice. “Mientras se mueva en los rangos actuales, no hay problemas serios. Sí hay desafíos a los que la política pública tiene que dar respuesta”, concluye. “En los 50 y 60, los más conservadores salieron a promover activamente los anticonceptivos. Querían que el capitalismo y las economías modernas se impusieran en todo el mundo. Era el argumento de los Kissinger, los Rockefeller, los grandes países más poderosos”, plantea. “Después, el acceso a anticonceptivos se empezó a volver un fenómeno más de izquierdas asociado a los derechos”, explica.
“En 1900, la Argentina estaba todavía muy cerca de los 7 hijos por mujer y, en 1950, ya bajó a 3,5″, señala. “Llegado 2010, todos los países de América Latina nos superaron en la caída de la natalidad”, dice. “Ahora tenemos tasas de fecundidad parecidas a la de los países vecinos y a las de Europa occidental”, compara. “Hoy el país con más baja fecundidad en el mundo es Corea”, comenta. “No ocurre que baje el índice de nacimiento porque hay muchos abortos”, aclara. “Una de las razones de la baja de la fecundidad en el mundo, o la baja demanda de niños, es que nuestra demanda por “calidad” de niños sube más rápido de lo que sube cualquier otra cosa”, explica. “Queremos que nuestros hijos sean cada vez “mejores” y la única manera es teniendo menos hijos”, agrega.
“Aun en países donde el aborto tiene incidencia muy baja, el número de hijos igual es bajo: no es que no hay nacimientos porque hay muchos abortos”, precisa. “No tiene ningún sentido hablar de un colapso futuro de la población: en demografía, la población crece más rápido o un poco más despacio. En algún momento empieza a declinar, es posible”, plantea. “No es un problema brusco que de pronto cambia la vida de todos nosotros”, desarrolla. “Entre 2014 y 2023, la Argentina entró en un proceso único en nuestra historia, y raro en el mundo: un descenso muy rápido de la tasa de fecundidad”, afirma. “Hace no mucho tiempo, en la Ciudad de Buenos Aires, todos los años, teníamos un debate por qué no alcanzaban las vacantes en la educación inicial. Ahora sobran. Es buenísimo, aprovechémoslo”, propone. “Tenemos recursos para hacer que la educación sea mucho mejor”, concluye.
El respetado especialista en demografía, desarrollo y políticas sociales Rafael Rofman estuvo en La Repregunta. Rofman es doctor en Demografía por la Universidad de California y Economista por la UBA. Durante casi 20 años, fue el especialista líder en desarrollo humano del Banco Mundial. Es investigador principal de Cippec.
De Elon Musk a la Argentina libertaria, el otro debate: ¿se viene un colapso de la natalidad mundial? Cambios demográficos, ¿más gradualismo que shock? Natalidad y superpoblación: ¿cómo se dio la guerra entre derecha e izquierda? ¿Por qué la tasa de fecundidad sí cayó dramáticamente en la Argentina? ¿Más oportunidad que problema? El aborto, ¿impacta en la tasa de natalidad? Rofman hizo su análisis.
Aquí, la entrevista completa.
De Elon Musk a los libertarios argentinos. ¿Colapsa la cantidad de nacimientos? ¿Qué dice la historia?–Elon Musk llama a tener familia numerosa. Según su perspectiva, tener muchos hijos es una causa filantrópica para que la humanidad no quede condicionada por ese destino de escasez de personas. En 2019, por ejemplo, dijo: “El mayor problema que enfrentará la humanidad en veinte años es el colapso de la población”. Es decir, se daría en 2039. Hace un poco menos dijo: “La caída de la tasa de natalidad es el mayor riesgo que enfrenta la civilización por lejos”. Me gustaría que nos diera un panorama general, global, y también argentino. ¿Qué datos se empiezan a destacar en este presente sobre la tasa de natalidad y el escenario demográfico?
–Empecemos con un panorama bien amplio, y después vamos cerrando el foco. El tema de la fecundidad es un tema de la historia de la humanidad. Entre el principio de los tiempos y más o menos la Revolución Francesa, la fecundidad, el número de hijos que tenían las mujeres era básicamente el que le tocaba, el que ocurría: cerca de siete hijos por mujer. Es el promedio que surge de la estadística histórica en el mundo. Corresponde a una sociedad que no hace nada por controlar su fecundidad. A partir de la Revolución Francesa, desde el inicio de la Revolución Industrial, con todos los fenómenos que fueron modificando la dinámica económica, la manera en que está estructurada la familia, la urbanización, los cambios del rol de las mujeres en la sociedad, que fue avanzando muy lentamente, pero fue avanzando, este proceso demográfico empezó a cambiar y, poco a poco, el número de hijos empezó a bajar. Ocurrió a distintas velocidades en todo el mundo. En los países centrales europeos, más rápido. Y después se fue difundiendo al resto del mundo. La Argentina tiene una historia parecida a la del resto del mundo. En 1900, la Argentina está todavía muy cerca de los seis o siete hijos por mujer y en 1950, ya bajó a tres y medio. Bajó rápidamente básicamente porque tomamos la fecundidad de los inmigrantes, que vinieron con su cultura y con su estructura, y se impuso. Ahí se estabilizó. Siguió bajando más despacio que en otros lugares del mundo y de hecho, llegó a aplanarse. Un dato que me impresiona es que en 1950, la Argentina y Uruguay eran los dos países con más baja fecundidad en América Latina. Pero en 2010, más de treinta países de los cuarenta y nueve países y territorios de América Latina nos habían superado. Todos habían bajado su tasa de fecundidad más rápido que nosotros.
–Es decir, tenían menos hijos que nosotros.
–El descenso fue más rápido en el resto América Latina que en la Argentina al punto de que quedamos entre los países con más alta fecundidad de la región cuando antes éramos de los países más avanzados en ese descenso. Responde a una dinámica social de la primera mitad del siglo XX en la Argentina: la clase media urbana más educada había completado este proceso que solemos llamar la “transición de la fecundidad” o “transición demográfica”. En cambio, los sectores más rezagados, más vulnerables y menos urbanos seguían con niveles históricos, y esa brecha no se cerraba. Respondió a algunas políticas públicas, especialmente durante el gobierno peronista de los años 70 y después los militares. Ahí hubo una política muy proactiva pro natalista pero en el peor sentido, con represión de quienes querían distribuir anticonceptivos en el hospital público. Era una política violenta en general, pero efectiva.
La fecundidad de las mujeres. ¿Por qué el aumento de natalidad no siempre implica una fecundidad alta?–Me interesa ir profundizando algunos detalles. Por un lado, usted habla de tasa de fecundidad y no tasa de natalidad. ¿Es lo mismo? Se podría pensar que la cantidad de embarazos que las mujeres transitan no necesariamente llega a convertirse en hijos nacidos, que luego avanzan hacia una vida adulta. ¿Hay alguna diferencia conceptual en llamarlo tasa de natalidad o tasa de fecundidad?
–Hay alguna diferencia metodológica que es menor, pero que puede ser relevante en algunos momentos. Cuando hablamos de natalidad, hablamos de cuántos nacimientos hay respecto de la población total. Y cuando hablamos de fecundidad, hablamos de cuántos hijos tienen las mujeres en edad fértil. Imaginate una población con muchas mujeres de edad fértil: va a tener mucha natalidad aunque la fecundidad no sea tan alta. Y viceversa, una población con mucha población vieja, aunque tenga una alta fecundidad, va a tener relativamente poca natalidad. En general, es más fácil pensar el tema a partir de la fecundidad porque son las mujeres que están teniendo hijos.
Planeta poblado. ¿Crece o cae la cantidad de nacimientos? De África a los países desarrollados–Luego volveremos al caso argentino. Está clara la tendencia histórica. ¿Y hoy cómo se está comportando esta tasa de fecundidad en el mundo? ¿Hay países en los que las mujeres siguen teniendo muchos hijos, por ejemplo, los países en desarrollo, continentes como África o ciertas zonas de Asia, y hay países, como los desarrollados, donde eso efectivamente sigue bajando casi a cero?
–Hay países donde la tasa de fecundidad no es tan alta como los valores históricos, pero hay países donde todavía no ha bajado mucho. Son los países del África del Subsahara, que son los países más pobres del mundo. En el resto del mundo, ha bajado mucho. En Asia, ya no quedan países con la particularidad. De hecho, el país con más baja fecundidad del mundo en este momento es Corea, con 0,7 hijos por mujer. No hay ningún lado en que haya bajado a cero. Y hay países como Japón que tiene fecundidad un poco más alta pero que hace muchos años que vienen con fecundidad baja. Eso ha hecho que la población esté declinando lentamente. En un momento en China ajustaron mucho por el nivel de crecimiento de la población y salieron muy fuerte con una política de un hijo por familia. Fue una política relativamente exitosa y se achicó muchísimo el número de nacimientos, y ahora la población está envejeciendo mucho: hubo una generación grande que tuvo pocos hijos y ahora se está poniendo vieja y, la que viene detrás, es una generación chiquita. Están tratando de revertir ese proceso un poquito. La realidad es que, y esto vale para China, para Corea, para la Argentina, vale para todo el mundo, las políticas de natalidad o antinatalistas suelen ser bastante poco efectivas por sí mismas. ¿Qué quiero decir?PMFDJO4Y4NGVVDWRVGCKA263D4. Eso fue, por ejemplo, lo que pasaba en la Argentina en los años 70.
Derechas vs izquierda. La preocupación por la población mundial y la guerra por las políticas de natalidad–Una de las discusiones actuales en este nuevo mapa global, ideológico, donde las derechas más extremas tallan fuerte, gira en torno a las políticas de prevención de embarazos y de legalización del aborto: se plantea que han impactado fuertemente en las tasas de fecundidad de las mujeres, por eso, en parte, están en contra en de esas políticas. ¿Hay algo de cierto en esa afirmación?
–En general, hay poco de cierto. En algunos países, el aborto es más frecuente que en otros, pero aún en países donde el aborto tiene incidencia muy baja, el número de hijos igual es bajo: no es que no hay nacimientos porque hay muchos abortos. Hay un tema que me fascina: el cruce entre ideología de derecha y de izquierdas, o como quieras llamarlas, y las discusiones sobre políticas de población. Se han movido para un lado o para el otro a lo largo del tiempo de maneras muy extrañas. El primero que salió en el mundo a hablar de políticas de población preocupado fue Thomas Malthus, que escribió entre 1799 y 1820. Era muy de derecha según nuestras concepciones actuales. Su argumento era que la gente va a tener muchos hijos y que si hay leyes que protegen a la población más pobre, les va a facilitar la vida para que tengan más hijos y entonces van a seguir siendo pobres. Malthus estaba en contra de las políticas de protección de los pobres porque, según él, lo único que hacía era aumentar la fecundidad.
–Un incentivo para que siguieran teniendo hijos.
–Malthus quería que los pobres se las arreglaran solos. Era muy duro en ese discurso que hoy calificaríamos como claramente de derecha.
–Se escucha el concepto de “malthusiana”: ¿es pensar que de alguna manera el objetivo es reducir la población mundial por una política librada a ese juego de la pobreza y el bienestar?
–Porque si hay mucha gente, va a ser más difícil tener bienestar. Es la lógica malthusiana dura. Esa lógica se diluyó más o menos rápido en los años siguientes a que Malthus escribiera estas cosas. La economía, donde él escribía, estalló gracias a la revolución industrial. Mejoró mucho la calidad de vida de todo el mundo más allá de la fecundidad. Esa preocupación que Malthus tenía se fue diluyendo y desapareció del debate. Además, la fecundidad fue bajando sola por este fenómeno de desarrollo, y del nuevo rol de las mujeres. Fast forward cien años, durante el siglo XX, sobre todo a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, los países más desarrollados empezaron a darse cuenta de que algo parecido estaba pasando en los países más pobres. Estaba bajando mucho la mortalidad porque se difunden políticas de salud pública de calidad y la fecundidad se queda ahí arriba. Por eso se da la famosa explosión demográfica.
–Se prolonga la expectativa de vida y, además, nacen muchos.
–Y baja la mortalidad infantil: antes nacían muchos niños pero muchos se morían. Eso atrajo el interés de algunos sectores más conservadores en el mundo. Y fueron ellos los que salieron a promover activamente la distribución de anticonceptivos. Se ve en el Club de Roma, el informe Rockefeller: cosas de los 50 y 60. Planteaban que el mundo se acabaría si no hacíamos algo porque habría mucha gente y no habría manera de alimentarla. Hay un librito que tengo guardado en mi biblioteca, que es lindísimo por lo loco: el autor calculaba cuántos años iban a pasar hasta que toda la superficie de la Tierra estuviese cubierta por humanos, paraditos uno al lado del otro. Había un imaginario de pánico.
–¿Eso era sostenido por un ideario liberal progresista o era un ideario más de derecha?
–Era progresista pero en el sentido de que querían que el capitalismo se impusiera en todo el mundo y la riqueza funcionara, y que nuestras economías modernas avanzaran en el mundo. Era el argumento de los Kissinger, los Rockefeller, los grandes países más poderosos. Ahí empezó una dinámica rara: por un lado, mucha gente se empezó a dar cuenta de que promover el control de la natalidad podía ser un acto de imperialismo, de dominación, pero en muchos otros casos implicaba reconocer el derecho a las familias y a las mujeres en los países más pobres que no tenían acceso a anticonceptivos. El acceso a anticonceptivos se empieza a volver un fenómeno más de izquierdas, de los más progresista en el sentido tradicional del término argentino.
–Asociado a los derechos y las luchas del feminismo.
–Asociado a los derechos. Entonces se da vuelta la tortilla y el control de natalidad se vuelve un objetivo mucho más progresista y no tan capitalista como solía ser. Y encima de eso, empieza a surgir cada vez más fuerte, como una visión que también llamaría de izquierda progresista, la preocupación por el medio ambiente: no podemos ser muchos porque vamos a arruinar la tierra, vamos a consumir demasiado y producir calentamiento global. Tenemos que ser menos para conservar la tierra. Hoy día se ha dado vuelta completamente la tortilla: la gente más progresista, en el sentido moderno de la expresión, protege la idea de control de la natalidad y se alegra porque la población no crezca. Y la gente más vanguardista tecnológica al estilo Elon Musk, y al mismo tiempo mucho más de derecha y mucho más defensora del modelo capitalista, dice que hay que tener más población. El aborto y el control de natalidad se convirtieron en una bandera de izquierda, de los movimientos feministas, cuando antes lo veían más como una imposición. Ahora es: reclamamos nuestros derechos.
Elon Musk y el temor al colapso de la población. ¿Miedo real? Gradualismo del cambio demográfico–Musk incentiva las familias numerosas, que todos tengamos muchos hijos para evitar el colapso que él calcula que se dará en catorce años. Ahora, hay un informe de Naciones Unidas de 2022 que señala que se desaceleró el ritmo de nacimientos, pero que un colapso poblacional está lejísimo. Calcula que en 2030, habrá 8.5 billones de personas; en 2050, 9.7 y en 2.100, 10.4 billones. Es decir, no hay un crecimiento exponencial sino un crecimiento más leve. ¿Son datos descriptivos del panorama demográfico que se viene?
–Son los datos de Naciones Unidas, que son los datos más confiables, pero son proyecciones. No sabemos qué va a pasar. Son simulaciones. Pero sí sabemos que cualquier tendencia demográfica es una tendencia en condiciones normales, y acá pongo a la Argentina entre paréntesis, presenta cambios muy suaves, que van pasando de a poquito. No tiene ningún sentido decir que en el año 2039 va a haber un colapso de nada, porque en demografía los procesos no suceden de esa forma. Son dinámicas en las cuales la población crece más rápido o crece un poco más despacio. En algún momento empieza a declinar, es posible. Y en algunos países está pasando, pero no es un problema brusco, con un shock inmediato que cambie la vida de todos nosotros. Es indudable que es muy distinta una sociedad que crece al 3 por ciento por año que una sociedad que declina al 1 por ciento por año. Cambian muchas cosas. Pero en la práctica, el cambio en los números es chiquito y se da año a año. Eso implica distintas demandas respecto de la educación, del tema previsional, del mercado de trabajo. Es una sociedad más vieja, los servicios tienen que ser distintos. Pero no es que colapsa.
–Porque podría la relación entre tasa de mortalidad y tasa de natalidad también influye en este diagnóstico.
–Por supuesto, con una salvedad que también lo hace interesante. Cuando la mortalidad empezó a bajar fuerte en el mundo, eso no envejecía a la sociedad; al contrario, la rejuvenecía porque bajaba muy fuerte la mortalidad infantil.
–¿El movimiento de la tasa de natalidad está más asociado con prevenir muertes en la primera infancia y no tanto con lo que se logra extender de expectativa de vida?
–Cuando los países pasan de una expectativa de vida de 30 a 60 años, es fundamentalmente porque no se mueren los chicos, Cuando la expectativa de vida en un país pasa la barrera de los 60 años y empieza a moverse hacia arriba, ahí es porque ya se resolvió el problema de los chicos. Por supuesto nunca se resuelve del todo, pero es una tasa relativamente baja y las ganancias ahí si empiezan a estar en los adultos mayores. Todo depende del momento del ciclo en que esté un país. La mortalidad juega para un lado o para otro. Para países como la Argentina y claramente, para países más desarrollados, las ganancias de mortalidad tienen que ver con los adultos mayores y no tanto con los chicos, porque la mortalidad de los chicos casi está solucionada aunque no al 100 por ciento, pero tenemos tasas que son muy bajas.
Elon Musk y la “filantropía” de la familia numerosa. ¿Hay una cantidad de hijos ideal? ¿O el tema es la “calidad”?–Elon Musk se encontró con el presidente Milei el año pasado y le planteó por qué no tiene hijos. Recordemos que Musk tiene trece hijos reconocidos y parece que hay un hijo número catorce que todavía no ha reconocido. Milei le contestó que tiene cinco perros y Musk le dijo: Bueno, no es lo mismo, siempre con esa idea de alentar que la gente tenga muchos hijos. Imaginemos que cada persona en el mundo, cada hijo, tiene a su vez trece hijos, ¿es sostenible a futuro que cada persona y cada uno de los hijos que nacen tenga una familia numerosa?
–Si en el mundo cada familia va a tener trece hijos, el crecimiento de la población será explosivo y habrá desafíos muy grandes, mucho más grande de lo que hubo nunca en la historia. Además de ser un brillante empresario y un ideólogo de cosas muy a su estilo particular, Elon Musk es un brillante provocador. Tira esas cosas porque intenta imponer temas en la discusión. La discusión de los trece hijos no tiene mayor sentido en la vida de casi ninguno de nosotros. Lo interesante es cuántos hijos deberíamos tener. Y otro punto: si hay alguien que pueda decirnos cuántos hijos deberíamos tener o no. Cada uno debería tener el número de hijo que quiere por razones obvias de derecho. Pero lo más importante no es tener muchos hijos sino, y lo voy a poner en términos más bien groseros, es tener “hijos de calidad”. El objetivo es que las próximas generaciones que nos reemplacen en la sociedad sean generaciones con más habilidades, mejor educadas, más conscientes del medio ambiente, más preocupadas por la calidad de vida de toda la humanidad.
–Con posibilidades de mayor felicidad, vidas con bienestar.
–Todo eso. Gary Becker, un premio Nobel de la Universidad de Chicago, planteó que cuando uno piensa en niños, piensa en dos bien distintos: piensa en cantidad de niños, pero también en la calidad de los niños. Una de las razones de la baja de la fecundidad, es decir, de la baja demanda de niños, es que nuestra demanda por “calidad” de niños sube más rápido de lo que sube cualquier otra cosa. Queremos que nuestros hijos sean cada vez mejores y la única manera que eso ocurra será teniendo menos hijos.
–Hay un trabajo de Steven Levitt en Freakonomis con una hipótesis muy shockeante: plantea que después del fallo Roe versus Wade, que generalizó el derecho al aborto en los Estados Unidos en la década del 70, hubo menos tasa de homicidios porque las mujeres de sectores vulnerables que tenían hijos, entre comillas, con problemas de calidad en el sentido de que no le podían garantizar un buen pasar y solían tener destinos duros, con muchos de ellos ingresando a la vida del delito, pudieron controlar el tema reproductivo. ¿Cuán sostenible es ese argumento en el debate demográfico?
–Leí el artículo y eso empíricamente ocurrió. Pero hay una diferencia entre que algo ocurra al mismo tiempo que otra cosa y que haya causalidad. Hay muchos ejemplos de fenómenos que pasan al mismo tiempo pero que no tienen nada que ver con el otro. Lo que sí ocurrió es que la generación que nació en Estados Unidos en la década del 70 y principios de los 80 está más integrada, es mejor educada, con más posibilidades y con mejores condiciones de vida, con menos crimen. Pero no por el aborto: fue por un montón de otras cosas, por mejores bienes públicos, por mayor disponibilidad de educación. No le pondría mucha importancia a ese punto. Sí ocurrió que hubo una generación de padres y madres que dijeron: mis chicos tienen que ser mejores, tienen que tener oportunidades que yo no tuve. E invirtieron plata, energía, tiempo propio para lograrlo.
–Y apoyaron políticas públicas con ese objetivo.
–Apoyaron políticas públicas. Y hubo una expansión de la educación muy fuerte para poder mejorar las condiciones de vida de toda la población. Fue una reforma integral que funcionó muy bien.
El caso Argentina. ¿Por qué en los últimos diez años colapsó la tasa de fecundidad? ¿Es un problema?–Volvamos a la Argentina. Hay un debate sobre la caída de la tasa de natalidad en Ciudad de Buenos Aires, con jardines de infantes que empiezan a tener aulas despobladas. Sin embargo, usted decía que la Argentina es uno de los países de América Latina donde, comparativamente, ha impactado menos la caída de la tasa de natalidad. ¿Cómo explica esa contradicción?
–Porque el menor impacto se dió hasta el año 2014. En 2014, entramos en un proceso único en nuestra historia, y raro en el mundo: entre 2014 y 2023, se dio un descenso muy rápido de la tasa de fecundidad. El número de hijos que tiene cada mujer en promedio en Argentina bajó más de un 40 por ciento.
–Impresionante.
–La fecundidad adolescente, el número de hijos de las mujeres menores de 20 años, bajó un 70 por ciento.
–Eso está muy bien.
–Esa parte está buenísima porque casi todos son embarazos no intencionales, chicas que perdieron oportunidades. Pero la baja fue en general. La tasa de fecundidad bajó en general, pero lo bueno es que bajó más entre las adolescentes y entre las mujeres menos educadas. O sea, cerramos la brecha. Se dio especialmente entre las mujeres más vulnerables, que tenían menos oportunidades. El no tener un hijo le abre una posibilidad.
–¿Ese promedio de 40 por ciento y de forma tan veloz se explica por la caída de la fecundidad en las adolescentes y las mujeres con menores recursos o se explica también en la tasa de fecundidad de las mujeres, donde pudo haber descenso aunque menos empinado?
–El descenso fue menos empinado para las mujeres de más edad y para las mujeres más educadas: también hubo descenso pero menos empinado. En las mujeres más educadas, el nivel de la caída fue de cerca del 30 por ciento. En las mujeres mayores de 30 años, la caída fue mucho menor. La tasa de fecundidad está bajando y bajó rápido en general, pero concentrada en los sectores más vulnerables. ¿Es preocupante? Por el momento, no porque por ahora recuperamos el terreno que habíamos perdido en los cincuentas años anteriores. Ahora tenemos tasas de fecundidad parecidas a la de los países vecinos o a la de los países de Europa occidental.
Estado y natalidad. ¿Cómo impactan las políticas de acceso a tratamientos de fertilidad? ¿El Estado tiene que apoyar a la familia numerosa?–En la Argentina, se ha garantizado acceso a tratamientos de fertilidad con políticas públicas que no son comunes en otros países. ¿Eso no logró frenar esa caída en picada? ¿No alcanza ese tipo de políticas para intervenir en el ritmo de la tasa de fecundidad?
–Hay que enfocarse en asegurar que la gente tenga el número de hijos que quiere tener. Eso quiere decir facilitarle la vida a quienes quieren controlar su fecundidad y tener buen acceso a buenos anticonceptivos. Pero también facilitarle la vida a quienes quieren tener hijos. Están bien todos estos procedimientos que han generalizado el acceso a la fertilidad en la Argentina en los últimos años, pero el impacto es chico porque son relativamente pocos casos. En cambio, lo que no estamos haciendo bien y hay que trabajar más es facilitarle la vida a gente que no tiene problemas para embarazarse pero tiene problemas después, para criar a su hijo. Tenemos sistemas de licencias laborales muy malos. Hoy en la Argentina todavía un varón que es padre tiene dos días de licencia. Todavía no hay buenos sistemas de cuidados infantiles. Cuando la madre tiene que volver al trabajo, es un problema porque no hay un servicio de calidad donde dejar al chico. No es que queremos que alguien lo cuide; queremos que lo estimulen, que lo traten bien, que el chico florezca. Si no tenés recursos para pagarlo de tu bolsillo, es muy complicado.
–¿Hasta qué punto las políticas públicas se plantean objetivos razonables? Usted plantea que cada familia tenga los hijos que quiere, ¿cuánto es una cantidad razonable de hijos a querer tener? ¿Hasta dónde el Estado tiene que pensar la política de acompañamiento de la familia o de licencias que impactan también económicamente en función de la cantidad de hijos? ¿Cuál es la cantidad de hijos? ¿Hay un número que se discuta entre los especialistas?
–No hay un número. La dinámica social demográfica tiene un proceso propio. Lo pongo en estos términos: si cada persona tuviese a lo largo de su vida algo así como dos hijos por mujer, eso implicaría que la sociedad y la población queda estable en un número fijo. Por arriba de eso, crecemos un poquito; por abajo, declinamos un poquito. Ni crecer un poquito ni declinar un poquito es un problema, pero hay que adaptar políticas a esa realidad. Si por alguna razón que no me puedo imaginar, de repente, una sociedad vuelve a niveles de seis hijos por mujer, es un problema. ¿Cómo hace la sociedad modelo Musk para financiar ese crecimiento? Habría que salir a construir escuelas a lo loco. Es un desafío importante. Una sociedad como la coreana, si se mantienen esas tasas por muchos años, va a tener un problema porque la sociedad va a empezar a declinar de forma muy rápida. Por ahora, no tenemos ninguna evidencia de que la Argentina vaya en ninguna de las dos direcciones. Mientras se mueva en los rangos actuales, no hay problemas serios. Sí hay desafíos a los que la política pública tiene que dar respuesta. No se puede tener un sistema previsional pensado en 1950, cuando había tasas de fecundidad de 3.54 hijos por mujer, para que funcione en el año 2050, con tasas de fecundidad de 1,5 hijos por mujer: tiene que cambiar.
–Porque, por ejemplo, no habrá jóvenes suficientes en el mercado de trabajo que estén aportando y sosteniendo las jubilaciones de los ancianos.
–Sí y especialmente si seguís diciendo, como sucede en algunas provincias argentinas, que una persona de 50 años es vieja y se tiene que jubilar. Hay que reconocer una realidad distinta y adaptar el sistema a esa lógica. Hay que repensar el sistema educativo. Hace no mucho tiempo, en la Ciudad de Buenos Aires, en marzo de todos los años, teníamos un debate porque no alcanzaban las vacantes en la educación inicial. Ahora sobran. Es buenísimo, aprovechémoslo. Quiere decir que tenemos recursos para hacer que la educación sea mucho mejor. Ya están entrando a las escuelas primarias menos chicos que el año pasado. Hasta hace muy poquito, el ministro de Educación de cualquier provincia necesitaba construir más escuelas y contratar más maestros. Ahora dicen: no me hacen falta más escuelas ni más maestros, puedo pensar otra cosa. El problema es si no aprovechamos ese cambio.
De Elon Musk a los libertarios argentinos. ¿Colapsan los nacimientos? ¿Es culpa de la legalización del aborto?–Última cuestión. En estos debates que se dan tan polarizados, ¿las bajas de la fecundidad en general responden más al nuevo rol de la mujer, que ya no es tan nuevo, en el mundo del trabajo antes que a políticas de natalidad o reproductivas, como por ejemplo la legalización del aborto?
–Sí, absolutamente. Lo que hacen esas políticas es facilitarle o dificultarle a las mujeres lograr lo que quieren. Pero al final, casi siempre, de alguna manera, logran tener el número de hijos que quieren. Si se le hace difícil, habrá aborto clandestino, métodos anticonceptivos de mala calidad que van a provocar problemas. Si la política pública se lo hace más fácil, las mujeres pueden tener el número de hijos que quieren y al mismo tiempo, pueden ser productivas y aportar más a la riqueza de la sociedad, porque pueden trabajar en lo que quieren y generar riqueza.