La tendencia de ser “auténtico”: de nacer como copia a morir como original
De pronto parece que a todo el mundo se le dio por ser auténtico. Los políticos, los gobernantes, las figuras y figurines del espectáculo y de los medios audiovisuales, los influencers de todo t...
De pronto parece que a todo el mundo se le dio por ser auténtico. Los políticos, los gobernantes, las figuras y figurines del espectáculo y de los medios audiovisuales, los influencers de todo tipo y pelaje, las estrellas deportivas e incluso numerosos ciudadanos de a pie en sus conversaciones y confesiones a cielo abierto se declaran “auténticos”. Acaso lo hacen para que no se los sospeche como impostores o como clones de sí mismos. Auténtico sería, según esta moda, aquel que se muestra tal como es, sin maquillajes ni afeites, especialmente desde el punto de vista del carácter, las actitudes, las emociones y quizás los valores y principios. Tanta autenticidad esparcida públicamente abona el temor de que hayamos estado viviendo en un mundo de falsedades en el que súbitamente emerge ahora la verdad.
Sin embargo, si se presta atención es posible advertir que esta proclamada y exhibida autenticidad tiene sus bemoles. Afirmaba Carl Jung, el padre de la psicología arquetípica, que el privilegio y sentido de toda vida es convertirse en lo que realmente uno es. Nacer como copia y morir como original, decía. Aprehender lo que él llamaba el “sí mismo”, es decir la esencia y totalidad del propio ser. Para llegar allí hay que asumir la ineludible sombra que habita en cada persona, ese espacio de lo reprimido, de lo rechazado, de lo que se ha ocultado para poder exhibir ante los demás un rostro favorable (al que Jung denominaba “máscara” o ego).
Detrás del ego, que es una especie de identidad oficial, de recurso de marketing personal, siempre está la sombra. Y aquí la gran pregunta: ¿la autenticidad que hoy se vocea por aquí y por allá incluye también a la sombra? ¿Los autopercibidos “auténticos”, que tanto abundan, descendieron a ese sótano oscuro que existe en todos nosotros (y que se conoce también como inconsciente), vieron lo que había allí, lo traen a la luz para mostrarse completos?
Irene Nemirovsky (1903-1942), escritora francesa nacida en Ucrania y asesinada en el campo de concentración de Auschwitz, autora de novelas lúcidas y conmovedoras como Suite francesa, Jezabel, El ardor de la sangre y Los bienes de este mundo, entre otras, sostenía: “Solo conoce a los hombres y a las mujeres quien los ha visto en una época como ésta. Solo ése se conoce a sí mismo”. Lo afirmaba durante el tiempo tenebroso que le tocó vivir, y acaso aplique al presente, cuando mucha (demasiada) de la “autenticidad” que se declama suena antes que nada como una especie de auto exculpación para justificar actitudes, declaraciones, acciones y una variedad de conductas que ofenden a otros, que evaden responsabilidades, que lastiman sensibilidades ajenas, que traicionan promesas, que envenenan vínculos.
A menudo se confunde ser auténtico con darse permiso para cualquier cosa. Y a esto se suma que los fanáticos de un gobernante, de un líder político, de un ídolo deportivo, de alguna famosa figura de la música o el espectáculo o de un influencer momentáneo (todo es momentáneo en este tiempo volátil) le aplauden o aceptan cualquier tontería o atrocidad porque, se dice, es fruto de su “autenticidad”.
Como ocurre con todos los valores morales la autenticidad solo es real cuando se la vive, no cuando se la declama. Y cuando conserva y respeta el misterio esencial que anida en cada ser humano. No es sinónimo de transparencia, porque, como apunta el filósofo coreano Byung-Chul Han, lo transparente es nada, no admite ni lo complejo ni lo negativo. Elimina lo singular, lo propio de cada uno. Elimina la metáfora, el símbolo y la seducción. “El alma humana, escribe Han en La sociedad de la transparencia, necesita esferas en las que pueda estar en sí misma sin la mirada del otro”. Quizás, más que a una ola de autenticidad estemos asistiendo a una feria de vanidades en la que los egos ocultan más de lo que dicen mostrar.