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El pediatra argentino que es la estrella de “Doctor Faga”, el programa que conquistó a la audiencia latina de EE.UU.

El pediatra argentino Eduardo Faganello asegura que, si va por la calle y alguien le dice “Eduardo”, no se da vuelta. Porque desde chico todo el mundo lo llama “Faga” y a estas alturas ése...

El pediatra argentino Eduardo Faganello asegura que, si va por la calle y alguien le dice “Eduardo”, no se da vuelta. Porque desde chico todo el mundo lo llama “Faga” y a estas alturas ése es el único nombre que reconoce.

En parte por eso no dudó en responder el día en que, mientras tomaba un café en Cali, Colombia, alguien lo llamó: “¡Doctor Faga!”. Y lo hizo cuando, detenido ante un semáforo en Bogotá, desde la vereda le llegó el mismo saludo. O cuando, en un mercado de esa ciudad, una señora se acercó a felicitarlo.

Sin embargo, no se trataba de que, por arte de una rara magia, diversos desconocidos, en distintos puntos de ciudades colombianas, conocieran el apócope de su apellido: los efusivos transeúntes eran seguidores –ellos y sus familias– del programa Doctor Faga, que se emite desde hace unos años por el canal Señal Colombia, protagonizado –como en una versión siglo XXI de Mario Socolinsky y La salud de nuestros hijos– por este médico de 69 años, ojos claros, cabello entrecano y palabras enfáticas.

“Esto es muy raro”, pensó el pediatra la primera vez que alguien lo identificó por sus apariciones mediáticas. De un modo un poco inesperado –y de momento principalmente para la audiencia de la televisión pública colombiana– se había convertido en algo muy parecido a una estrella televisiva.

Pronto se acostumbró. También se amoldó, tras décadas de trabajo en hospitales y consultorios, a lidiar con el mundo del audiovisual y ser la figura central de una coproducción argentino-colombiana que se filmó en locaciones de los dos países y ya tiene dos temporadas de 26 capítulos en su haber.

Recientemente, el programa llamó la atención del CEO de HITN, un canal de Estados Unidos orientado a la población de habla hispana que llega a unos 18 millones de espectadores. HITN compró las dos temporadas –ya comenzaron a emitirse– y, como parte de una alianza con la plataforma mexicana Mi bebé y yo, le propuso al médico participar de unos webinar con la comunidad de seguidoras de ese sitio.

Mientras ocurría todo esto, al equipo de producción le llegaba la noticia que siempre había deseado recibir: Doctor Faga tendría un lugar en la grilla televisiva argentina. De hecho, se podrá ver, a partir de la segunda semana de marzo, en la TV Pública (y, cuenta con entusiasmo el productor Pablo Giles, también existe la posibilidad de que llegue a estar en señales locales de Tucumán, Mendoza, La Rioja y Santiago del Estero).

A Eduardo Faganello lo va a reconocer cada vez más gente por la calle.

–Tengo entendido que al principio no lo tentaba demasiado la idea de convertirse en figura televisiva. ¿Cómo se vencieron esas resistencias?

–La verdad es que nunca tuve la idea de hacer algo así, aunque desde joven fui un tipo con mucho compromiso social. Pablo Giles, papá de unos chicos que atiendo, es productor, y como me conoce como persona, no solo como médico, y también conoce a mi familia, fue muy hábil y habló con mi mujer. Esto habrá sido en 2015, 2016. La cuestión es que nos reunimos, conocí a la gente con la que trabaja, charlamos mucho sobre el para qué y el cómo, y ahí la idea me empezó a gustar. O sea, a mí la cosa esa de mostrarme públicamente mucho no me atraía. Aunque después me terminó pareciendo divertido.

A diferencia de otros programas ligados a la salud, Doctor Faga no tiene formato de magazine; el eje es la consulta médica. Cada emisión dura 30 minutos, se basa en un tema –de las enfermedades crónicas a la vacunación, de las dificultades para dejar el chupete a las tensiones entre hermanos– y muestra a dos familias –una en Colombia, otra en la Argentina– que le plantean sus inquietudes al médico. “Algo que siempre me dicen es que, aunque son tres o cuatro cámaras que trabajan a la vez, yo una vez que empiezo a hablar con la familia me olvido de que me están filmando –cuenta Faganello–. Y lo llamativo no es que me pasa a mí, sino que también les pasa a los pibes. Empieza la consulta, ves que quizás miran a la cámara… y al rato se olvidan de que los están filmando”.

En esas consultas hablan los padres, habla el médico, hablan los niños. Faganello, que nació en San Miguel de Tucumán en 1955, vivió un tiempo en Santa Fe y luego se estableció en Buenos Aires, tiene tras de sí 42 años de ejercicio de la pediatría. Pero no es solo la profundidad de esa experiencia lo que ilumina el programa, ni tampoco una plasticidad ante las cámaras que hasta a él lo debe haber sorprendido. La pócima secreta de Doctor Faga es que a este médico le gusta mucho su tarea y está en su salsa sobre todo mientras habla con los chicos: los escucha, les sonríe, genera vínculo, busca comprender algo que siempre está más allá del mero síntoma físico. Los pibes, esos expertos en reconocer la ternura, responden, cuentan, hablan una lengua que solo la infancia puede hablar. Y aparecen unos cruces de miradas y unas sonrisas que son, en sí mismos, curativos.

–¿Cómo pasaron del proyecto, el que solo era una idea, a las primeras filmaciones?

–Yo puse como condición inicial que quienes venían tenían que ser familias con una necesidad de consultar por algo, no actores. La segunda condición fue que yo no tenía que saber con anticipación el motivo que los traía al consultorio.

–Claro, para preservar la espontaneidad. ¿Y Colombia cómo aparece?

–Pablo se enteró de que la televisión pública de allá había sacado una convocatoria para que se apuntaran proyectos de cualquier origen geográfico. Se presentó y ganó. Como es una coproducción, se filmó acá, y también en Cali, Bogotá, Medellín, San Basilio del Palenque. Nos pareció bien, porque dentro de las cosas que suelo decir es que no hay una infancia, hay muchas infancias. El niño colombiano es muy diferente al niño argentino. Y creo que si vas a Perú también es distinto, y si vas a Brasil, también.

–O si uno va a distintos barrios de Buenos Aires.

–Por supuesto. Buscamos, dentro de lo que podíamos lograr, que hubiera representaciones de diferentes cosas. Por sobre todo, se buscó promover la atención primaria, vacunas, cuidados de la embarazada, cuidados de niños en el primer año de vida. Es decir, se procuró que hubiera varios capítulos dedicados a fomentar todo lo que es prevención y protección.

–¿Es verdad o es mito que en América Latina hay cierto rechazo a nuestra tonada, y que después de Messi eso cambió?

–Yo no lo llegué a comprobar. Tenía a priori una preocupación: me estaba metiendo en un ambiente social desconocido y temía que se generara una traba, una resistencia. Pero nada de eso ocurrió.

–Retrocedamos un poco en el tiempo. ¿Por qué decidió ser pediatra?

–Tengo un hermano ocho años mayor que yo, que para mí fue una figura fuerte, y me ayudó a tomar la decisión de la medicina. Él es cirujano, y creo que yo opté por la pediatría porque la niñez, por sobre todas las cosas, es divertida. El chico es espontáneo, el adulto nunca lo es. Me acuerdo de que en un momento me dejé la barba, más crecida de lo que está ahora, y entró al consultorio un nene de tres años que empezó a decir: “¡Con Papá Noel, no; con Papá Noel, no!” . La espontaneidad de los pibes es maravillosa. Nunca trabajé medicina para adultos.

–Usted lleva unos 42 años trabajando en pediatría. Es un buen número.

–Terminé la carrera de Medicina el 22 de diciembre de 1978. Tenía 23 años. Trabajé desde los 17. Cuando yo iba a empezar Medicina, mi viejo me dijo: “no te voy a poder pagar la carrera”. La familia venía de algunos vaivenes económicos y realmente no era una situación buena la de ese momento. Así que empecé a trabajar, primero dando clases y después como peón de puerto. Hasta tercer año de la facultad iba al puerto de siete de la mañana hasta las tres de la tarde, y de ahí me iba a la facultad. Pero cuando empezás cuarto año en Medicina tenés que hacer hospital, y eso se hace por la mañana. Ahí viene una de las cosas más atractivas, para mí, de mi vida. En ese verano en que yo pasaba de tercero a cuarto año, mientras estaba en el puerto, el jefe de uno de los depósitos tuvo algo que pareció muerte súbita. Estaba trabajando y se cayó. Muerto.

¿Y qué hizo la gente? Decir: “¡Llamen al doctor!” El doctor era yo. Era un pibe, tendría unos 19 años. Llegué e hice lo que se ve en las películas: le pegué una trompada en el tórax y el tipo revivió. Yo no sé ni siquiera si estaba muerto. La cuestión es que ahí pasé a ser Dios. Esto ocurrió en enero. Así que después vino el jefe de depósito, al que yo le había dicho que trabajaba hasta febrero porque ya no iba a poder sostener el turno de la mañana, y me dice: “Estuvimos hablando con todos los encargados de depósito y te queremos plantear una cosa”. El trabajo era de siete de la mañana a tres de la tarde; a partir de las tres de la tarde hasta las siete eran horas extra. En esa época en el puerto se cobraba bien y se trabajaba mucho. Entonces me dice la propuesta: “Vos quedate laburando, no venís a la mañana, venís cuando salís del hospital. Trabajás hasta las siete de la tarde y cubrís las horas extras de alguien que hizo tu laburo de la mañana”. Me pareció equitativo: nadie me hacía la gauchada y todos me hacían la gauchada. Los últimos tres años los hice de esa manera.

–¿Qué destacaría de esos años formativos?

–Yo provengo de una formación católica, de parroquias donde había mucho componente social, donde el trabajo en terreno era muy fuerte y el contacto con la gente, muy humano. Años después me fui por la ventana de la Iglesia, hoy soy bastante agnóstico, pero bueno, no puedo negar mi origen. Por eso siempre creí que la formación médica tiene un altísimo componente social, y me formé médicamente también para eso. Tuve tres padres en la pediatría, uno es el que tenemos todos, Carlos Gianantonio, que fue el pediatra más importante de la región. Fue jefe del Hospital Gutiérrez y después jefe del Hospital Italiano hasta que falleció. Era conocido internacionalmente y cuando vos tenías un caso muy difícil sabías que lo tenías que ir a ver “al Tano”. La otra figura que me marcó mucho fue Marcos Urcovich, que fue jefe de medicina ambulatoria del Hospital de Niños. Los primeros 10 años de mi pediatría fueron muy académicos, muy de presentar papers internacionales sobre ciertas temáticas. Uno se terminaba abocando a eso. Después lo conocí a Floreal Ferrara, que era un pediatra social, y con él hice todas las formaciones en pediatría social. Hoy en día en la Facultad de Medicina se enseña medicina social, forma parte de la currícula profesional.

–¿En qué consiste la pediatría social?

–Niño y contexto. Cuando hicimos Doctor Faga, se armó un tráiler donde se alude a esto. Hay un concepto de la Organización Mundial de la Salud que dice que la salud es un estado de bienestar. Entonces, en el tráiler yo digo “la salud es estar bien”. Tomo ese concepto de “estar bien”, pero también digo qué es estar bien: es cómo comés, dónde vivís, qué agua tomás, con quién vivís, qué cosas hacés. Los gérmenes son los vehículos de la enfermedad, pero las causas están en otro lado. No se pueden trabajar desde el consultorio pediátrico, pero lo que sí se puede hacer es prevención. O sea, si tu hijo tiene diarreas frecuentes y vos no tenés agua corriente… hay que considerarlo. Por eso hablo de lo social; desde ahí, desde cosas absolutamente materiales hasta cosas no materiales. Uno no es un sociólogo ni un psicólogo, pero como médico tiene que saber cómo y dónde está ese pibe, con quién está esa nena, para saber cuáles son los riesgos y de qué manera prevenir. En pediatría hay conceptos básicos en la formación para el seguimiento de niños y niñas: por un lado, crecimiento y desarrollo, que son dos cosas diferentes. El crecimiento es una cosa estrictamente física, ligada a controles de salud; el desarrollo tiene que ver con otros aspectos de cosas que ocurren en el cuerpo y cosas que tienen que ver con lo social. El tercer gran tema es el desarrollo de la autonomía de un niño o una niña. En eso se resume la pediatría si uno quiere hacer una síntesis: crecimiento, desarrollo y desarrollo de autonomía. ¿Qué tenemos los pediatras para eso? Bueno, obviamente el seguimiento de los chicos y de su familia, y trabajar sobre lo que es la promoción y la protección de la salud. Siempre se habla sobre el gasto de la salud. Los gastos en prevención siempre son mucho menores que los gastos por tratamiento.

–¿En todo este tiempo usted construyó algo así como un método personal para la consulta?

–Al ámbito de la entrevista pediátrica yo lo defino como un ámbito democrático. ¿Qué significa eso? Que vos como mamá tenés derecho a decir lo que pensás, que el papá tiene derecho a decir, yo tengo derecho y el niño también. Un ámbito democrático.

–Eso se percibe –y se disfruta– en el programa. Y también algo que, me parece, tiene que ver con un método: en algún momento usted se define como un “detective”.

–Eso lo aprendí con Pierce, no inventé nada. Es el método inductivo, la búsqueda; vos hallás algo y sobre eso vas siguiendo la línea…

–Lo último que me esperaba era que mencionara a uno de los padres de la semiótica moderna como una de sus influencias. Aunque sé que su formación no fue solamente médica.

–Cuando Doctor Faga se empezó a emitir en Colombia, la gente llamaba al programa para decir “yo quiero ver al psicólogo” . Lejos de mí está serlo.

–También estudió Ética.

–Sí, en Puan. Y me ayudó mucho. Me cambió, no te digo que 180 grados, pero amplié mis miradas.

–Calcular la cantidad de familias que lo consultaron en todo este tiempo es imposible. ¿Si tuviera que marcar los principales cambios que observa en los chicos que atiende hoy, qué señalaría?

–Antes me preocupaban otras cosas. Me preocupaba el chico que no se insertaba socialmente o que no veía un horizonte. Pero hoy me parecen preocupaciones menores, viéndolo retrospectivamente. Hoy en día me preocupan, básicamente, la soledad y la violencia. Lo que veo es eso, soledad y violencia. Violencia verbal, violencia física, psíquica. Mi preocupación está ahí, en detectarlas, porque eso sí que es grave. La soledad de los pibes, y no estoy hablando de la soledad del celular, porque hoy el contrato social pasa por ahí. Para mí, para vos también, la charla con un amigo era en un bar o en una casa; hoy la charla con un amigo es esto ; uno tendrá que aceptarlo, el vínculo social pasa por el dispositivo electrónico. Pero, más allá de eso, me preocupan una soledad y una violencia crecientes. Mirá, yo tenía un profesor de ética, jefe de cátedra en Filosofía y Letras –estoy hablando de hace unos 15 o 20 años atrás–, que decía que el final del capitalismo sería el fundamentalismo o el escepticismo. Entonces, miro lo que pasa actualmente y estoy de acuerdo con él. No sé si viste las películas de Fassbinder sobre el comienzo del nazismo...

–Sí, es verdad que el contexto actual no ayuda mucho a la crianza. Por eso quisiera volver un segundo a la cuestión de la soledad. ¿Hablamos de chicos que están solos incluso rodeados de una familia?

–Sí, porque los padres también están en situaciones diferentes. Están en la casa, pero están con el celular, están en otra cosa. También observo la falta de horizonte, eso que se escucha: “para qué voy a hacer una carrera universitaria si es al pedo”. Uno no tiene respuesta para esas cosas. Hace poco me llegó la noticia de un pibe de unos 17 o 18 años que se suicidó porque no podía pagar la deuda de un juego electrónico. A ese pibe no le faltaban dos pesos. Seguro que había otras cosas… pero se terminó suicidando.

–En medio de todo esto, ¿qué expectativa le genera la posibilidad de filmar nuevos capítulos de Doctor Faga, ahora que promete ampliarse el público del programa?

–Yo quiero hablar con pibes. Está todo bien si tengo que hablar con padres y con madres, pero lo que quiero es hablar con chicos. Y no solo porque a mí me guste, sino porque una mamá o un papá, si ven un programa donde un pibe habla, seguro se van a interesar. Porque van a ver ahí a su hijo, a su sobrino o al vecino. Y les va a interesar.

–¿Un chico que habla y es escuchado es una pequeña dosis contra esa soledad y esa violencia que tanto le preocupan?

–¿Sabés cuál es el origen etimológico de la palabra “infancia”? El vocablo “infancia” proviene del francés antiguo, infans, “los que no tienen voz”. Bueno, hasta el siglo XVIII el niño era un objeto.

–Hasta podría decirse que la modernidad lo “inventó” tal como lo concebimos hoy…

–Y el capitalismo demostró que era una fuente de negocio mejor que el adulto. Quizás mi preocupación viene por la deformación que puede tener mi formación. Pero lo veo, ¿eh? No es que lo invento, lo veo en el consultorio. Sobre todo en pibes que uno viene siguiendo desde hace tiempo. Por más que estén en una situación complicada, yo les digo a los padres: “Andate un rato afuera que hablo con él a solas”. Nunca me van a maltratar porque yo les diga palabras parecidas a las que les dicen los padres. Nunca me pasó que un pibe fuera violento conmigo; aclaro que hablo de violencia verbal. Pero lo que ellos me transmiten es que sí son violentos con los padres. Y que también padecen violencia. Eso es transversal. También está el tema del celular, porque la verdad es que el diálogo familiar del almuerzo y de la cena se pierde. Entonces, ¿dónde, cuándo charlás con ellos? Yo siempre les digo a los chicos: “¿Vos sabés que tu mamá y tu papá también tuvieron 13 años?” Creo que se sorprenden, pero no porque estoy diciendo una verdad de Perogrullo, sino porque en realidad estamos hablando. Los padres vienen y dicen: “mi hijo no habla”. Yo les contesto: “tu hijo no responde”. Porque si partís del interrogatorio “¿con quién anduviste?, ¿a qué hora volviste?”... y bueno, eso lo hace un policía, no lo hace un padre.

El padre, la madre, les tienen que contar quiénes fueron ellos. El pibe tiene que saber. Por eso los abuelos son una figura muy importante en la pediatría. Cuando el abuelo está con el nieto, abre una valija y descubren las fotos, la ropa que la mamá y el papá del pibe usaban cuando tenían su edad, ahí pasa otra cosa. Incluso los padres pueden ver que alguna vez ellos también fueron chicos. Sin embargo, nada de esto puede ocurrir si solo miramos la televisión o cada uno come rápido y luego se encierra en su cuarto.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/el-pediatra-argentino-es-la-estrella-de-doctor-faga-el-programa-que-conquisto-a-la-audiencia-latina-nid02032025/

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