El departamento a cargo de las órdenes religiosas de la Iglesia Católica en el Vaticano quedó en manos de una mujer. Simona Brambilla, de 59 años, ocupaba allí, desde octubre de 2023, el cargo número dos. Ahora pasó a ser la primera prefecta. Hasta 2019, todos los miembros de ese organismo de la Santa Sede habían sido hombres, lo cual generaba fundadas críticas internas ante la ausencia de mujeres en la toma de decisiones.

Según Vatican News, el porcentaje de mujeres, tanto en la Santa Sede como en el Estado del Vaticano, pasó del 19% en 2013 al 23% en 2023. La reforma de la Constitución de la Santa Sede de 2022 permitió que laicos, mujeres incluidas, pudieran dirigir un dicasterio y ser prefectos.

Durante su pontificado, el papa Francisco nombró a dos mujeres para altas funciones. En 2016, la laica Barbara Jatta fue designada directora de los Museos Vaticanos y, en 2022, la religiosa Raffaella Petrini fue nombrada secretaria general de la Gobernación, cargo habitualmente asignado a un obispo.

Es la primera vez que en un ministerio clave como el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Papa pone al frente a una mujer. La decisión parece estar en consonancia con la tibia intención sinodal de darles más preponderancia en el gobierno de la Iglesia, habida cuenta también de su superioridad numérica: las casi 600.000 religiosas profesas o monjas superaron en casi un 47% al número de sacerdotes de todo el mundo.

Brambilla estudió enfermería antes de tomar los hábitos en la orden de las Misioneras de la Consolata. Para que la acompañe en su nueva función, el Papa designó al cardenal español Ángel Fernández Artime como colíder o proprefecto para celebrar misa y realizar funciones de orden sacro que solo pueden desempeñar hombres.

Sectores conservadores resisten estas decisiones. La teóloga Anne Marie Plletier, autora de Una Iglesia de Mujeres y Varones, dice con razón que, si no se logra “construir una nueva relación entre hombres y mujeres en la Iglesia, se arriesga la supervivencia misma de la institución eclesiástica”.