Turf: la “bienvenida” de Charly, el día en que Grinbank temió por sus vidas y el actor que bailaba solo, como único espectador
De un tiempo a esta parte, se hizo costumbre en el mundo de la música que todo aniversario sea motivo de celebración. La publicación de la fundación, de un disco clave o incluso de un show hist...
De un tiempo a esta parte, se hizo costumbre en el mundo de la música que todo aniversario sea motivo de celebración. La publicación de la fundación, de un disco clave o incluso de un show histórico se han vuelto válidos a la hora de conmemorar una fecha en forma de reediciones o presentaciones en vivo. Y ahí donde las cosas parecen tener un manual de instrucciones, Turf hace las cosas a su manera: lejos de las cifras redondas, este 24 de mayo la banda liderada por Joaquín Levinton celebrará en el teatro Coliseo los veintisiete años de su álbum debut, Una pila de vida. “Es la edad del Club de los 27. Si no murió a esa edad, quiere decir que va a vivir por siempre”, bromea el vocalista para explicar el porqué de la conmemoración de un álbum lanzado hace casi tres décadas.
Publicado a mediados de 1997, el disco sintetizó lo rápidas que fueron las cosas para Turf en sus primeros años de vida. Formada a finales de 1995, la banda (que completan Leandro Lopatín en guitarra, Fernando Caloia en batería, Carlos ‘Tody’ Tapia en bajo y Nicolás Ottavianelli en teclados) vivió un crecimiento en el que cada paso se convertía en una zancada de gigante. De un primer demo independiente a firmar un contrato con una multinacional; de un estudio rústico a grabar en El Pie bajo la producción de los Cadillacs Daniel Lozano y Mario Siperman; de ser un nombre que circulaba de boca en boca en la noche porteña a abrir uno de los shows en River de The Rolling Stones, en abril de 1998, cada movimiento pareció sentar las bases del vértigo que después se volvería moneda corriente en la carrera del grupo.
Y es que mucho antes de los hits que se trasladaron de la FM a las hinchadas, Turf apareció en la escena del rock nacional como una rara avis capaz de sintetizar al mismo tiempo el legado stone y la cultura alternativa en una coctelera en la que parecían convivir Supergrass, los Ratones Paranoicos y las Locuras de Isidoro Cañones. Para muestra, el desparpajo de “Casanova”, “Crónica TV” y “Viene llegando”, los tres cortes de difusión que entraron en alta rotación en la época. “Va a ser una fiesta hermosa. Estamos los mismos, hay que celebrar y agradecer”, dice Lopatín sobre el show del Coliseo, que coincide también con la reedición de Una pila de vida, que está en plataformas por primera vez, y que subsanó su demora con el agregado de tres versiones inéditas.
–¿Y cómo se dio el reencuentro con estas canciones?
Fernando Caloia: –Empezamos a ensayar a finales de marzo y esos temas tienen una energía que hay que bancarla, porque nos dimos cuenta que eran muy rápidos. Nos pasó de tocarlos, escucharlos después en la sala y era como que estaban a 4x o más. Está bueno, tiene una energía punk-rock sin serlo del todo. Éramos jóvenes, teníamos veintipico.
Joaquín Levinton: –Es divertido sacar de nuevo los arreglos. Cuando nos pusimos a escuchar los temas, nos sorprendimos con lo que nosotros mismos habíamos creado. Una cosa que nunca se hizo con ese disco es tocarlo de principio a fin. Hay canciones que creo que no tocamos nunca.
Carlos Tapia: –Sí, no hay ninguna canción del disco de la que digamos: “Uh, esta la verdad que es un garrón”: Al contrario, están buenísimas.
Levinton: –Es lindo, porque sacamos un disco nuevo hace menos de un año y ahora sale el vinilo del primer disco. Sacar dos vinilos en un año está buenísimo.
–Es un poco un signo del paso del tiempo que estas canciones se tocaban de madrugada en boliches y ahora van a sonar en el ámbito de un teatro porteño histórico.
Levinton: –Es un espacio clásico, porque es el Coliseo y les va a sentar bárbaro. La idea que tenemos para hacer es de un show dividido en dos partes, con la primera dedicada a Una pila de vida, con una ambientación de un show de época, con focos de par mil, bien retro. Y después, de la mitad para adelante, cuando vienen los temas nuevos y los clásicos de siempre, que se levante el telón y se vea una puesta completamente diferente.
–Durante la grabación del disco, comenzaron una relación con Charly García que se mantiene hasta la fecha. ¿Cómo se dio ese cruce?
Levinton: –Nosotros estábamos grabando en El Pie en el turno de doce a nueve, y él venía en el siguiente a hacer Alta fidelidad, el disco con Mercedes Sosa. Estaba en la época esa en la que, instrumento que encontraba, se lo quedaba. Si vos dejabas un teclado, se lo iba a llevar. Había que esconder las cosas para que no se las llevase cuando se iba del estudio, o capaz no se las llevaba pero te aparecían todas pintadas con aerosol; eso era normal. Hoy no dirías: “Dejo este teclado acá y me lo van a pintar”.
Caloia: –Hay unas notitas de Charly que creo que Lea (Lopatín) las guardó, en las que decía: “Chicos, les usé el bajo Gretsch”; “Chicos, les usé el Vox”.
Levinton: –En un momento, finalmente nos encontramos y nos presentamos, porque cuando uno se iba, el otro entraba. Solo coincidíamos en los instrumentos que se quedaba. A él (señala a Ottavianelli) le pintó un teclado que hasta el día de hoy quedó así. En un momento le mostramos qué hacíamos y vio que compartíamos gustos musicales. Le dijimos que nos gustaban The Beatles, The Who, The Kinks, Small Faces y él flasheó con eso. Veía en Lea (Lopatín) un parecido a Pete Townshend. En ese momento entablamos una amistad que dura hasta el día de hoy, y grabó con nosotros “Despiole generacional”. Está todo documentado, incluido el momento en que nos dijo: “Bienvenidos al rock nacional”.
Tapia: –Aparecieron muchas cosas de archivo, como un show en Dr. Jekyll.
Levinton: –Sí, que estaba Daniel Aráoz dando vueltas como un loco. No había gente, estaba solo él. Fue un show sold in.
–A menos de un año de publicar el disco tuvieron la oportunidad de abrir uno de los cinco shows de The Rolling Stones en River Plate. ¿Cómo vivieron esa experiencia?
Levinton: –La fecha anterior había tocado Meredith Brooks de soporte y le habían tirado de todo porque el público era de lo más pesado de lo pesado que había en la Argentina. Era la intolerancia total, lo contrario a (imposta la voz) “son un público maravilloso”. Le habían tirado una botella y tuvo que irse en ambulancia. Nos citó Daniel Grinbank a su oficina, algo que era poco común porque jamás te convocaba; ni aunque fueras a firmar un contrato te lo ibas a cruzar. Nos citó y nos dijo: “Chicos, corren serio peligro de muerte. Les damos la opción si quieren de tocar de soporte de algún otro grupo en otra oportunidad”. Nos ofrecía tocar con, no sé, U2, y que la gente nos tirara algodón o pelotas de tenis: Entonces dijimos: “no, lo lindo es esta parte. ¡Que nos maten!”. Pero no íbamos a dejar de tocar con los Rolling Stones.
Tapia: –Tiraron cosas, pero tranqui. A mí me tiraron un encendedor que dio justo en una clavija y me desafinó el sol. Yo no quería parar, aparte estaba nervioso, con River lleno. El stage que teníamos en esa época se escondió atrás del equipo y sacaba la mano. Yo le indicaba cuánto girar hasta que afinó.
–En esa época Turf ocupaba un lugar raro: era una banda demasiado rockera para el público indie, pero no tan purista para el público stone...
Leandro Lopatín: –La historia de nuestra vida...
Levinton: –Los tiempos empezaron a dejar de ser tan pacatos. Nosotros padecimos ese prejuicio. De repente, pasó mucho tiempo y nosotros seguimos firmes en nuestras creencias. Hoy por hoy dudo que haya una persona que diga que le disguste Turf, no conozco. Alguna canción de Turf les va a gustar.
Tapia: –Una vez nos fuimos de gira con Horcas a Rock al Parque, en Colombia, y les encantaba. Vinieron a ver el show, estaban fascinados.
Lopatín: –Iorio también. Vino a vernos y dijo: “¿Tienen una remera, muchachitos?”. Teníamos una de Turfshow, blanca con el logo en rosa. Se la puso y le quedaba toda apretada. Nos dijo (imposta la voz): “Si necesitan para algún videoclip alguien que haga de ciruja o algo así, me llaman”.
Caloia: –Antes de esa experiencia de los Rolling Stones ya habíamos tocado frente a mucha gente con los Ratones Paranoicos. Fue en Buenos Aires Vivo y se decía que había 100.000 personas. Era un mar de gente. Les abrimos el show, fue como un bautismo. Y habrá sido el show número diez de nuestra carrera.
Levinton: –Vendimos cincuenta mil discos. No nos hicimos ricos pero nos fue re bien, nos pusimos de moda, nos pedían autógrafos. Íbamos a cualquier lado y nos golpeaban la combi, era re loco el momento.
–También fue un disco raro porque tenía el sponsoreo de una marca de jeans en la contratapa, algo que hoy en día puede parecer común, pero para ese entonces fue llamativo.
Levinton: –Sí, eso no existía. Tampoco existía que te vaya bien tan rápido. Había que hacer diez años de under y perder diez años de tu vida para que después te escuchen.
–¿Y por qué creen que ustedes no tuvieron que hacer esos diez años?
Levinton: –Son esas cosas misteriosas. Nosotros vinimos a transgredir un montón de cosas y las transgredimos. Nos fue bien justamente por arriesgarnos. Estábamos convencidos de lo que hacíamos, igual que lo estamos ahora cuando salimos a tocar. Eso nos trajo buenos resultados siempre. ¡Salvo con Siempre libre, que nos fue como el culo!
Tapia: –Fue demasiado pronto, tendría que haber sido el séptimo disco.
Caloia: –Claro, el tema es que hicimos todo muy rápido. Grabamos el primer disco con una multinacional, con dos Cadillacs como productores; tocamos con los Stones y con Primal Scream. En dos años hicimos todo lo que habíamos soñado, entonces queríamos un disco psicodélico.
Levinton: –Lo de Primal fue tremendo, después los llevamos a la cancha de River y fue increíble. Pasó de todo en un solo disco. Pensá que empezamos tocando siete canciones y al toque ya estábamos grabando un disco para una compañía multinacional.
–¿Y por qué pasó tan rápido?
Levinton: –Se comentaba mucho en esa época, se decía: “No sabés lo que es la banda del momento”, lo que pasa con los chicos de ahora que están de moda. Teníamos clarísimo que nos iba a ir bien. ¿Te acordás que te lo dije a vos?
Caloia: –Me acuerdo que una vez me dijiste, no sé qué problema tuvimos en el ensayo y me dijiste: “Escuchame una cosa, yo voy a tener la mejor banda de Argentina, ¿vas a seguir o no?”. Había un espíritu muy de ir para adelante.
Lopatín: –A cuatro personas pensando en positivo no hay con qué darle. Ninguno decía: “Che, me parece que esto no da”. Hacíamos cosas todo el tiempo. Veníamos al Hipódromo a filmar películas que pasábamos antes de los shows, ensayábamos todos los días de lunes a viernes, cosa que ninguna banda cuando empieza hace. Hacíamos carteles con lucecitas para poner en los shows, laburábamos mucho. Obvio que el azar tiene mucho que ver, pero trabajábamos mucho, hacíamos todo lo que podíamos hacer.
–¿Cómo se le pone el cuerpo a esas canciones veintisiete años después?
Levinton: –Este cuenta “1, 2, 3″ y nos desvanecemos todos (hay una carcajada general)
Caloia: –Creo que si en esa época nos hubiéramos puesto a sacar un tema de una banda profesional nos hubiera costado un montón, y ahora es al revés. Cambiamos la manera de tocar, es otra energía.
Levinton: –Lo que me encanta es estar en este desafío en el que el azar te mete en una máquina del tiempo y te lleva hasta el comienzo. Estas son las primeras canciones que hicimos y tienen una carga especial. Es increíble que las puedas cantar con la misma emoción que las nuevas y que no te parezcan una mierda, aparte. Antes vos le transmitías tu energía a las canciones, ahora la música te la transmite a vos, es algo rarísimo. Lo que está bueno es que el disco cumple 27 años y lo vamos a tocar. Tenemos una banda que tiene 27 años, es un montón. Y no necesitamos estar de moda o ser el sonido actual, no necesitamos nada. Hasta pudimos darnos el lujo de estar años separados y volver y que eso no nos afecte.
Turf, Una pila de vida 1997/2024. El 24 de mayo en el teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125. Entradas en venta únicamente en la web del teatro