Sebastián Wainraich a los 50: su visión sobre el acercamiento de Milei al judaísmo, su late night show y su novela “presidencial”
Como una nube negra abarrotada de malos presagios, el día de su cumpleaños número 50 comenzó a acecharlo hace meses. Según sus pesadillas, el 23 de mayo cruzaría la frontera a un territorio d...
Como una nube negra abarrotada de malos presagios, el día de su cumpleaños número 50 comenzó a acecharlo hace meses. Según sus pesadillas, el 23 de mayo cruzaría la frontera a un territorio donde el mundo no sería el mismo ni ya nada volvería a funcionar como antes. Sin embargo, una vez más, a Sebastián Wainraich la realidad lo trata mucho mejor que los temores, histriónicamente exagerados, que ventila su personaje público, el comediante, actor, escritor y conductor con casi 600.000 seguidores en Instagram. En esa psicoanalizada tensión entre lo autobiográfico y lo ficcional construye un estilo propio, un humor hecho de ternuritas y vergüenza ajena que da en el clavo de una (o más de una) generación no preparada para envejecer.
“Es real que cumplo 50. Pero exageré el rollo. El año pasado estaba un poco más preocupado. Ahora menos, llego bien a esta edad, en lo profesional y en lo personal, estoy bien conmigo. Lo que sí tengo es una sensación de incredulidad ante el paso del tiempo, en diez cumplo 60 y eso me parece un montonazo. Pero también hay cierta alegría, cierto espíritu festivo por estar bien y algo de duelo: fuimos estirando la juventud. Estos 50 no son los de mi viejo y menos los de mi abuelo, pero bueno, tampoco tenemos veinte años. Me gusta cuando me saludan, cuando me dicen que sus padres me escuchaban, me causa gracia, pero a la vez es emotivo. No descubro nada: el tiempo pasa rápido”, dice y tiene razón: el escaso aporte a la reflexión sobre la finitud poco o nada importa al lado del gran momento profesional que atraviesa en su quinta década.
En primer lugar, el amor de siempre, la radio de cada día, donde lleva la batuta de Vuelta y media, por Urbana Play (antes, Metro y medio, en la Metro), con el mismo equipo desde 2007, formado por Julieta Pink y Pablo Fábregas. Por otro, un regreso a otro amor más esquivo, la TV abierta: desde el lunes 3 de junio, con producción de Kuarzo para eltrece, tendrá su late night, cada noche después de 8 escalones, el programa de Guido Kaczka. No es todo: en septiembre y octubre saldrá de gira por distintas ciudades de España con sus monólogos. Y ya terminó su primera novela, todavía sin fecha de publicación.
-Cumplís 50 años y hace 17 que mantenés el mismo programa de radio.
-Sí y es un sueño cumplido, así te lo digo. Yo quería hacer esto. Siento ese fuego, me siento vivo en la radio, lo disfruto mucho, y si no me gusta, lo sufro mucho, lo que significa que es importante. A medida que pasan los años, se van yendo prejuicios, vergüenzas, estás más suelto al aire y, por otro lado, como te dije, incrédulo ante el paso del tiempo. La radio envuelve todos los géneros: para la radio escribo, actúo, conduzco, entrevisto, aprendo, estoy en equipo.
-¿Nunca te aburrís?
-Me puede pasar que a veces, las menos, quiero irme antes o lamento cortar algo que estaba haciendo porque tengo que ir a la radio. Pero no le diría aburrimiento, es cansancio o días que preferís ir al cine como le puede pasar a cualquiera en cualquier trabajo. Pero muy rara vez me pasa.
-¿Cómo vas a festejar tu cumpleaños?
-Haré un festejo con amigos. Todos los años cambio la forma de festejar. En la radio, siempre es un día especial el cumpleaños y más cuando es número redondo. Preparan sorpresas. Siempre les digo: “golpe bajo, no”, pero alguna joda me van a armar y bienvenido eso. Y después con amigos, en mi casa o afuera.
-¿Cómo festejabas antes, cuando no eras famoso, en tu barrio de Almagro?
-En mi casa. No se alquilaban salones, mi mamá organizaba juegos. A veces en el club o en Parque Centenario jugando a la pelota. De grande, hay años que no hice nada, iba a comer con alguien… cuando cumplí 40 lo hice en casa de Mex (Urtizberea), muy lindo -¡ya diez años!-, a los 45 en un bar muy grande; a los treintaipico, en una parrilla en Villa Ortúzar donde vivía en ese momento, la cerramos para el cumpleaños. Pero nada fuera de lo común.
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-¿Te acordás de algún regalo?
-Qué difícil. La pelota de fútbol, la de cuero. No me acuerdo mucho. Ahora te regalan libros o vinos, están buenísimas las dos cosas.
-¿Hacés “balances” del año o los llevás a la terapia?
-Escribo todos los días de mi vida, un sketch, guiones, porque hasta las cuatro de la tarde que entro a la radio tengo tiempo de hacerlo. No escribo balances pero soy un poco enroscado, lo que escribo tiene que ver con eso, voy a terapia, tengo esos espacios. Pensaba mucho en el trabajo desde los 20 a los 40 y pico. Ahora también, pero de otra manera. Antes era mi mayor pasión: no priorizaba irme de vacaciones o las salidas de fin de semana, siempre ganaba el trabajo. Ahora estoy más equilibrado, disfruto esos tiempos. Entonces, a veces me pregunto: ¿si tuviera 20 años de nuevo, haría lo mismo? La respuesta es no lo sé, pero estuvo bueno que lo hice. Siempre vemos lo que falta. Así lo hice y no me imagino haciéndolo de otra manera que no sea a fondo.
-Ese que eras a los 20, qué buscaba: ¿llegar a la tele, que lo amen, tener plata, que los demás escucharan todo lo que tenía para decir?
-Muy buenas todas esas opciones. Pero no. Yo sabía que quería hacer esto, lo que me está pasando. Cuando era productor de radio sabía que quería ser conductor, lo sabía. Cuando era productor de teatro, sabía que quería estar en el escenario. Es genuino, es una vocación. El dinero y la fama son consecuencias que recibo con alegría, más al dinero que a la fama. Tampoco soy tan famoso ni me hago mucho rollo con el tema. Con Dalia veíamos el otro día un capítulo de Seinfeld -un gran referente- en el que Seinfeld habla con otro comediante que le dice que lo que más quiere es ser famoso. Mientras que Seinfeld le dice que solo quiere hacer comedia y termina siendo mucho más famoso que el otro. La fama es una consecuencia. No existe eso de “llegaste”. ¿Adónde? A ningún lado, es el camino.
-Junto con el director Hernán Guerschuny hicieron dos temporadas de la serie Casi feliz, con mucho éxito y repercusión. ¿Vuelve Sebastián, el personaje que interpretás?
-No depende de nosotros. A la serie le fue espectacular las dos temporadas, estamos muy contentos, yo ya tenía en mi cabeza la tercera, sabía lo que iba a pasar pero Netflix nos pidió un tiempo y ese tiempo todavía no pasó. Estamos esperando.
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-Mientras tanto, subís de manera continua videos a Instagram que funcionan como minicrónicas de la vida cotidiana: la edad, tus hijos, el chat de mamis y papis. Parecen espontáneos...
-Es la idea, pero son producidos y actuados, es un medio nuevo y es un buen recurso, en un minuto generás una situación de comedia, sirve para promocionar, divertirse y generar un vínculo con la que gente que lo ve.
-Noticia reciente es que volvés a la televisión abierta...
-Sí, desde el lunes 3 de junio empiezo un late night, después de Guido (Kaczka). Todavía no decidimos el nombre ni quienes me acompañan, aunque será rotativo. Haré un breve monólogo y charla con un invitado, más la gente que va a aparecer en el programa. Me agarra en un buen momento profesional y personal, hacía mucho que no hacía televisión y pensé que ya no iba a volver. Es un medio que respeto mucho pero no de manera solemne, quiero divertirme y espero me vaya bien haciendo lo que quiero hacer porque es un formato que me encanta.
-Escribís todo el tiempo. A tus dos libros de cuentos (Estoy cansado de mí y Ser feliz me da vergüenza, editados por Penguin) le seguirá otro?
-No. Una novela, la primera. No tengo ni título ni fecha de publicación, nada. Tengo el texto, tengo terminada una primera versión. Es sobre un político y tiene otro tono. El protagonista no es judío, no es de Atlanta, no le gusta el fútbol, no va a terapia, está obsesionado con ser presidente, es desalmado, con una infancia complicada, capaz de matar con tal de ser presidente. No sé porqué se me dio por esto. Yo escribo y después analizo porqué lo hice. De todos modos, aunque el mundo sea otro, siempre el tema son los vínculos. La excusa es la política pero lo que importa son los vínculos. Este tipo se pone un objetivo concreto, ser presidente, y no ve todos los problemas que tiene.
-¿Te meterías en política?
-No. No tengo ni vocación ni capacidad, no sabría qué hacer.
-¿Qué te hubiera gustado hacer y no sucedió? ¿Jugador de fútbol?
-No. Me habría gustado jugar mejor, pero no ser profesional. Me gustaría saber música, tocar instrumentos. Tomé algunas clases de teclado pero me doy cuenta que no estoy capacitado. Mi hijo toca bien, por ejemplo, tiene oído, yo no, me cuesta. Tal vez si hubiera empezado de chico… pero ahora no, no me sale.
-¿Cuando escribís tus monólogos, tenés en cuenta la corrección política?
-Obviamente lo pienso. Pero no quiero que se meta nada moral ni ideológico. El chiste va primero, vale todo y si se ríen es porque es bueno. Ahora, si solo lo hacés para molestar a otro, para ofender, no está bueno, no es comedia, es otra cosa. No me gusta buscar la provocación pero si el chiste es bueno no hay límite. Claro que el humor cambió y ya no nos reímos de lo mismo. Pero no dejo de hacer un chiste por temor a lo que van a decir sino porque no me gusta.
-¿Coincidís con esa frase muy festejada en las redes de Orson Welles sobre el arte y la amistad? ¿Convocarías a amigos aun cuando no trabajen bien?
-En parte coincido, sí. Para armar equipos me gusta que las personas sean buenas, buenos profesionales y buenas personas, aunque no seamos amigos tiene que haber buen clima de trabajo porque si no, yo no puedo trabajar. El gran Héctor Larrea me dijo que eso se acomoda solo, la persona que no se siente cómoda, se da cuenta que no encaja y se va, y tiene razón. Vuelta y media necesita del ánimo del equipo. Lo que dice Welles me gusta pero si es malísimo trabajando es difícil de mantener. Yo me hago de amigos trabajando porque es un trabajo donde ponés cosas de tu vida, tenés que empatizar. Me hice muy amigo de Hernán Guerschuny en Casi feliz, y con Peto (Menahem) es tremendo, hablamos de todo.
-Es una situación muy compleja, pero como judío, ¿cómo vivís el conflicto palestino-israelí?
-El 7 de octubre es un antes y un después. Que entren, maten, violen, torturen, secuestren, que se burlen de eso y lo festejen… Podés estar en contra del gobierno de Israel, de Benjamín Netanyahu, todo, pero se minimiza lo que pasó ese día. Por supuesto que estoy en contra de la guerra y que cada muerte es una tragedia pero siempre se señala a Israel como al malo de la película. Si ataca es el malo, y si es atacado también es el malo, porque se justifica el ataque. Y eso me llama la atención. Hay decenas de conflictos bélicos en el mundo, pero siempre se señala cuando está Israel.
-¿Tenés alguna teoría sobre el acercamiento del presidente Milei a rabinos ortodoxos?
-No me interesa, ni veo cuestionado mi judaísmo por la actitud de Milei. Querría que no nos defendiera tanto, qué sé yo, pero no tengo idea por qué lo hace.
-Volvamos a lo cotidiano. Estás en pareja con Dalia Gutmann hace 22 años. Como en la serie La maravillosa señora Maisel, ambos hacen stand up. ¿Hay competencia?
-Yo no la siento. Nos decimos en joda “te voy a robar ese chiste”. Está bueno compartir la misma actividad porque nos entendemos en la logística, los nervios cuando estamos por estrenar, los sentimientos ante lo laboral, el público, ese mundo. Compartimos gustos artísticos también sobre lo que queremos ver. Nos ayudamos en decisiones. Y lo que tiene en contra es el riesgo de volverse monotemático.
-¿Se leen mutuamente?
-Sí. No. Le di mi novela a Dalia para que la leyera en el avión pero todavía no lo hizo. Quizás a la vuelta.
-¿Qué cosas no harían?
-Trabajar juntos durante mucho tiempo. Lo hemos hecho pero si es breve, porque si no es un montonazo. Tal vez en unos años, hoy digo que no.
-¿Qué te pasa cuando ella habla de vos en sus monólogos?
-Me río. Me da vergüenza a veces, porque la gente me mira a ver qué cara pongo. Por eso me ubico atrás, parado. Es muy graciosa y tiene la virtud de que todo lo que dice parece que se le ocurriera en el momento, como que no lo escribió.
-¿Sos celoso?
-No. Para nada. Era más inseguro antes, no sé si celoso. Tal vez debería vivir alguna situación así para saberlo. Ella tampoco, no la veo muy celosa. Está bueno eso.
-¿Qué te atrajo de ella cuando la conociste?
-Me pareció linda, teníamos buenas charlas, me gustaba estar con ella, habíamos tenido infancias y adolescencias parecidas, esas cosas, no es tan misterioso. Cuando aparecen las dudas y preguntas es que no va. No lo tuve que pensar tanto.
-Y se sostiene con el tiempo.
-Porque cada uno está contento en lo individual, cada uno quiere felicidad para el otro y eso surgió solo, coincidimos en muchas cosas macro y después, claro, hay un montón de quilombos, cómo no los va a haber, y algunos se resuelven y otros quedan ahí.
-¿Hablaron sobre el poliamor o como se llame algún tipo de flexibilidad a la monogamia?
-Claro que lo hablamos. Racionalmente -y subrayá esa palabra- no me parece que tenga sentido destruir una relación consolidada porque la otra parte estuvo una hora con alguien, parece tonto. Pero desde lo emocional no sé cómo lo tomaría, hay algo posesivo ahí. La institución ‘pareja’ en nuestra cultura exige exclusividad, aunque se puede discutir y hablar todo.
-Son padres de Kiara, de 16, y Federico, de 12. ¿Es difícil o beneficioso para ellos tener padres famosos?
-Está bueno que vean que sus padres trabajan en lo que les gusta y que se esforzaron mucho para lograrlo. Por otro lado, es un peso que seamos conocidos, cuando eran chicos les molestaba el saludo en la calle, hoy ya no tanto. Están acostumbrados a nuestros horarios, a los viajes por trabajo, a eventos y eso está buenísimo, que conozcan el mundo de los padres.
-¿Comenzaron a cuestionarte como cualquier adolescente o preadolescente?
-El amor está intacto. La admiración no tanto. Cuestionan, sí, y está bueno que no crean que sos Superman porque Superman no existe. Por ahora no me molesta, me gusta verlos crecer, tampoco -al menos por ahora- hubo algo agresivo. Los que nos dedicamos a esto nos creemos muy cancheros y no, somos unos giles como todos los padres. Es cierto que a la vez extraño un poco cuando eran más chicos. En fin, siento la misma paradoja que con uno mismo.