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San Lorenzo le ganó a Talleres cuando pocos lo imaginaban y armó una fiesta ante su gente

Los antihéroes. Dos, en este caso. San Lorenzo armó un festín cuando caía la tarde con dos auténticos sujetos del silencio. Y le ganó 1 a 0 a Talleres, un equipo mejor, con más recursos, cua...

Los antihéroes. Dos, en este caso. San Lorenzo armó un festín cuando caía la tarde con dos auténticos sujetos del silencio. Y le ganó 1 a 0 a Talleres, un equipo mejor, con más recursos, cuando nadie lo esperaba. Así, la fiesta se armó sola bajo el calor abrasador del Bajo Flores. Una gran manera de debutar en el torneo Apertura.

Andrés Vombergar es uno. El goleador sin pergaminos que había tenido cierto suceso en la etapa de Rubén Insua, volvió y fracasó. Una y otra vez, más allá de las lesiones. Su último grito había sido el 18 de agosto pasado, en un 2-3 contra Boca. Entró y, en 15 minutos, definió el asunto. Un zurdazo que lo tenía guardado en el arcón de las causas perdidas. Casi un semestre entero sin gritos nobles.

De arco a arco: en el propio, un guardián completamente desconocido en el gran ambiente. Orlando Gill, gigante paraguayo, de 24 años. “Fue un partido difícil, el rival nos llegó por todos lados. Tuvimos muchas bajas, no pudimos reforzarnos tanto. Pero estamos para grandes cosas”, cuenta el hombre, al término del partido, con el inconfundible acento guaraní.

Dos apellidos sin cartel y un equipo disciplinado, convencido, que piensa cada paso antes de actuar. San Lorenzo vive, está entero. Lo que no es poco.

“Ante todo, tranquilidad”. Esa declaración parece ser el mensaje de Miguel Russo, un viejo caudillo del fútbol, para la unión de un plantel que mira de reojo las tormentas perfectas que suelen inundar las inmediaciones de San Lorenzo. Conflictos, debates, polémicas, irregularidades dirigenciales, económicas y de estructura, en general. Seguramente con el plantel (en cantidad y calidad) más limitado de los grandes, la idea es fortalecerse desde la intimidad. Crear una mística ganadora contra todo y contra todos.

El entrenador de 68 años conoce de cielos y de infiernos. Las vivió todas. Suele simplificar los problemas, cree que el fútbol es de los jugadores, mira de costado a los jóvenes que caminan sin parar del otro lado del mostrador, los DT que se nutren de drones y declaran con un lenguaje superficial. Miguel es tal cual.

El equipo, prácticamente sin figuras, con Iker Muniain (capitán más allá de la cinta, su ascendencia y el haberse quedado lo convierte en un símbolo de esta era) lesionado por un mes, a años luz de Boca, River y Racing, le cree. Ese es el principal valor. Orden, progreso, planificación. Algo de paz entre tantas batallas internas y externas. La gente lo apoya con prudencia: la falta de audacia siempre puede ser un problema si los resultados no se acumulan.

Las buenas sensaciones de la pretemporada no quedaron tan atrás. No todos los días se les gana en continuado a Nacional y Peñarol, los gigantes del otro lado de la orilla, pero el tiempo es otro. San Lorenzo debe aspirar a algo más grande que subsistir.

Talleres fue una buena prueba. Si se lo compara con los rivales de los otros cuatro poderosos (al menos, en la previa), era el más peligroso. Porque peleó el título pasado hasta la última fecha, porque el Cacique Medina es uno de los buenos y porque tiene recursos en el plantel.

Herrera, el arquero. Los laterales son de lo mejor del mercado: Benavídez y Navarro. Galarza, Botta y hasta el regresado Bustos, de corto y errático paso reciente por el Ciclón. Violinistas que suenan bien, al menos, en el combativo torneo local.

San Lorenzo se sostiene en Romaña. Un líder de las zonas bajas, voz de mando y cruces certeros. El resto, va y viene: Reali, de vez en cuando (Herrera le contuvo un remate furtivo), Irala, cuando no se desordena, Cerutti y sus fantasmas con el arco rival, Braida, demasiado formal. Lo mejor, sin embargo, es la sorpresa. Tal vez sea una revelación.

Orlando Gill, el arquero, de 24 años, 1,96m, paraguayo, de anterior paso por el Sportivo San Lorenzo guaraní. Zurdo, seguro, confiable, lejos del circo de otros dueños de guantes, ágil, volador. Parece una exageración si se trata de la primera fecha de un año extenso, pero vale la apuesta: San Lorenzo tiene arquero.

Galarza, solo frente al rebote que ofreció Gill luego de una estupenda salvada, remató a las nubes. Un tiro suave de Palacios, en una posición ideal, también fue atajado por el joven arquero. Más tarde, sacó una pelota del ángulo, con una mano, luego de un bombazo de Bustos.

Talleres le hizo cosquillas al Ciclón, con una menor posición del balón en su propia cancha (35 por ciento) y apenas con dos disparos al arco efectivo en casi 100 minutos. Uno, adentro. La manta corta del equipo azulgrana se refleja, también, en las caras del banco de suplentes, matizado por juveniles sin debutar y conocidos con un presente enigmático, como Vombergar y el recientemente convocado Cecchini. Fueron los primeros en ingresar, cuando los murmullos avanzaban. El gol y la reacción en el mediocampo. Nada mal.

Nadie lo esperaba y apareció Vombergar, luego de una asistencia perfecta de Braida. Amago, zurda y al ángulo: no convertía desde agosto del año pasado. Una invitación para volver a creer. San Lorenzo va: un mensaje hasta para los más incrédulos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/san-lorenzo-le-gano-a-talleres-cuando-pocos-lo-imaginaban-y-armo-una-fiesta-ante-su-gente-nid25012025/

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