La Mari, de Chambao: el cáncer que superó, su formación en inteligencia emocional y lo que nunca haría
“La verdad, no necesito un cachet muy alto, ni muchos seguidores, ni públicos con gente de 20 años. Estar donde estoy me gusta. Estoy en paz, en calma y en revolución también, porque tengo mu...
“La verdad, no necesito un cachet muy alto, ni muchos seguidores, ni públicos con gente de 20 años. Estar donde estoy me gusta. Estoy en paz, en calma y en revolución también, porque tengo mucha curiosidad. Aprendiendo a lo que puedo llegar y diciéndole a mi ego: estate ahí, tranquilito. Porque hay que dejar que otra persona venga y te enseñe. Por eso no creo en tratar de acaparar públicos de 20 años y que me tenga que poner en lugares donde no me sienta bien. Sí te digo que, realmente, la música es muy amplia. Creemos que lo sabemos todo y no es así. No sabemos qué puede tocar a cada persona. El feedback lo tengo en los conciertos. A veces viene el hijo, la madre y la abuela. Y esa familia no se fuerza a eso. Es simplemente la cultura de cada familia”.
Estas palabras –las últimas de una charla de más de una hora- sirven bien de síntesis para definir el presente de María del Mar Rodríguez, “La Mari” o Chambao –como cada uno prefiera-. A ocho años de su última producción discográfica, a finales de 2023 publicó un álbum nuevo y en lo que va de 2024 siguió publicando singles. Ahora es el turno de volver a cruzar el océano Atlántico, desde España, para dar algunos conciertos en países de América Latina que ya ha visitado décadas atrás: México, Chile y la Argentina.
El próximo viernes, a las 21, cantará en el Teatro Coliseo, de Marcelo T. de Alvear 1125. Allí estará Chambao, con su historia y su presente: con esas canciones de la época en la que, con la llegada del nuevo siglo, era la cantante de un ascendente grupo de “flamenco chill” y estaba en “la cresta de la ola” y con los estrenos que hoy la tienen en La cresta del ahora. En realidad, el juego de palabras refiere a un libro que publicará en septiembre y al álbum que editó a finales del último año.
Allí hay un puñado de doce canciones que suena a Chambao, en la franca evolución que se pudo dar entre Pokito a Poko –su disco más famoso, publicado en la medianía de la primera década de este siglo – y este presente. Y acaso La cresta del ahora represente, si lo pensamos como un lugar, una casa en Málaga, donde nació y donde vive una mujer que se está despidiendo de los “cuarenta y” para asomarse a los cincuenta, que se ha buscado y se ha encontrado, que hace un par de décadas, cuando sus socios del exitoso proyecto Chambao fueron dando un paso al costado ella siguió adelante, navegando como capitana. Esa mujer es, también, aquella que ha superado el cáncer y la que reunió a todas esas Mari que había dentro suyo.
En la cresta del ahora es un álbum con colaboraciones, con ese sonido procesado que le ha dado el toque chill a su historia y unas guitarras de ese flamenco que también la ha acompañado a lo largo de su carrera. Comienza con el sonido de fritura de una púa sobre el vinilo y el sonido de un handpan (hang drum) que invita a la calma. La canción se llama “Camino a casa” y, quizá, dé más pistas de las que podemos suponer sobre el presente de la cantante, ahora en su casa, vía zoom, sentada frente a la cámara de su computadora, con un handpan en sus manos, que oficia de preludio de la entrevista.
“En pandemia salió esta canción. Estaba por aquí solita, rondando con Lolo y Jara, mis amigos perrunos. Tenía rutinas para entretenerme y no caer en la historia de ese momento. El camino a casa metafóricamente se refiere a una mirada hacia adentro para reencontrarte contigo y sobre todo con tu consciencia, con el estar aquí en este plano terrenal. Sentirte en esa unión de planos”.
María se ha dedicado a formarse en coaching e inteligencia emocional en los últimos tiempos: “Si bien es algo que puede afectar tu vida, no es algo que destaque; no es que vea el mundo de otro color. Comencé a estudiar porque estaba bastante desconectada y queriendo comunicarme conmigo. Escuchada y entendida por mí misma. Desde muy chiquitita me ha dado curiosidad la mente humana. Me he puesto incluso en conexión con el cáncer de mama que sufrí en 2005. Cuanto mejor me comunicase conmigo mejor lo haría con quien tendrían enfrente. La curiosidad comenzó por allí. Mi “María del mar aprendiz” está todo el tiempo con hambre. Comencé con el coaching, la inteligencia emocional y más tarde la programación neurolingüística, que actualmente continúo. La mayoría de la gente que estudia esto es porque quiere ejercer, trabajar con ello. Yo no, simplemente trabajé conmigo, no para darte sesiones de coaching. Prefiero seguir aprendiendo. La tecnología nos ha puesto en un punto del futuro destacable. Pero no nos olvidemos que también somos naturaleza, somos animales, somos piel, somos sentimiento. Hay factores que no son predecibles en el comportamiento humano. En la observación y la escucha tenemos dos grandes herramientas para estar en calma. Hoy todo lo hacemos corriendo. Comemos corriendo, hacemos el amor corriendo, nos comunicamos con un amigo corriendo, con un móvil de por medio. Y entramos en un estado de ánimo pasado de rosca. No creo que sea catastrófico, pero debemos tratarlo con la importancia que tiene. Hay que saber que es lo urgente y lo importante”.
-¿Sentiste alguna vez que te conectaste mejor con el público que con vos misma?
-No, el público es muy genérico, es como una bola de energía. Sí es verdad que he tenido épocas pensando en la satisfacción de quien he tenido delante. Pero cara a cara. Por todos mis medios, al punto de no reconocerme a mí misma, por mis carencias y necesidades de ese momento. Pensaba en darle a la otra persona lo que buscaba, si era que buscaba a ésta, a aquella, a la famosa… Ponerte una careta y dar una cara de cantante. Eso me ha enseñado un montón porque ahí es donde se cae el sistema, se resetea todo. Y luego puedes ser más tú que nunca. Es como si pusieras en la balanza la verdad y la pureza. La verdad ya da igual. La pureza es lo que abarca y sostiene el sentimiento de darte cuenta de lo que abarcas. Cuando muera no sé en qué me convertiré, pero estoy segura que será otro viaje. Y esto es un envoltorio que tiene sus limitaciones y sus cuidados.
-¿Te ha pasado con hechos puntuales, como cuando te quedaste sola en el proyecto Chambao o cuando tuviste que enfrentar la enfermedad?
-Ese reseteo viene de un momento que no sabes cuándo empezó, pero se suma todo. Desde relaciones pasadas con otras parejas en las que he repetido patrones, o en el hecho de haberme quedado sola en este proyecto por el que me cuesta trabajo hoy mismo explicar que Chambao soy yo todo el tiempo. Porque fuimos cuatro personas durante cuatro años y llevo 23 años siendo Chambao. A veces me lo explico súper bien y otras no. Me remueve sentimientos y emociones. En 2018 no supe cómo continuar. Tener un cáncer de mama siendo muy joven e inocente, quizá me dejó hacerme la heroína y sujetar, incluso, a toda mi familia y decir: “Venga, yo puedo con esto. Me ha dicho el oncólogo que no me voy a morir pero hay que subir una escalare alta”.
-Y la subiste, María. Y en 2018 también la habrías vuelto a subir. También supiste manejar tus tiempos, publicar discos cuando lo consideraste, más allá de las presiones de la industria de la música.
-En septiembre de este año saldrá el libro En la cresta del ahora. El disco le tomó prestado el título al libro. Las dos cosas hablan de la importancia de la atención plena y de vivir cada momento como el primero. Estar en consciencia plena. El conocerme a mi misma se fue fraguando en unos años. Había muchas personas en mi misma. Una que liaba todo el caos, otra que intentaba ayudar, otra atrincherada que decía que había que terminar de tocar fondo para enterarte de toda la película y otra que decía: “basta ya”. Yo siempre estuve con la misma compañía discográfica hasta 2018 cuando le planteé el deseo de dejar de llamarme Chambao y ser La Mari. Fue el único desacuerdo que tuve con Sony, porque siempre ha sido muy bonita y enriquecedora la relación. Eso no cuadró y por eso me dieron la carta libre. Desde ese momento trabajo de manera independiente. Creo que una de esas Mari estaba buscando esta carta. Porque uno va para donde dicen que va la corriente, pero convertirse en jefa significa marcar tu paso. Y eso es un trabajo muy bonito. Hice trabajos para un documental y para una película. Por otro lado, la música en los últimos 23 años ha cambiado un montón. Primero me quedé un tiempo sin sacar nada, pensando en lo que quería hacer: ¿Llamarme La Mari o Chambao? ¿Hacer un nuevo disco? ‘¿Hacer flamenco chill? Mientras tanto, seguí dando conciertos y colaborando con otros artistas. Cuando lo tuve claro llegó la pandemia. No tenía que sacar un disco en ese momento. Esperé y un día dije: Ha pasado la pandemia y, entre comillas, mi crisis de identidad. Venga, vamos a sacar un disco. Le voy a decir a la gente que sigo siendo Chambao, que sigo haciendo fusión, mezcla de electrónica con cosas acústicas. Me encanta la fusión.
-¿Cómo te llevás con aquella etiqueta “Flamenco Chill” que, de algún modo, la impuso Chambao?
-Muy bien. Fue un juego. El que dijo Flamenco Chill fue el productor Henrik Takkenberg, que fue parte de Chambao en sus inicios. Al principio éramos cuatro, Henrik, Dani y Eduardo Casañ y María del Mar Rodríguez. Jugábamos a hacer música. Luego cada uno siguió en su camino. Primero para mi es jugar hasta que luego esa música se decide que se convierta en un producto. Esa siempre fue la filosofía. No tengo hoy una discográfica. Estamos formando un equipo de personas que creemos en el proyecto. Creemos que Chambao tiene todavía mucho que contar. Creemos en vivir la vida con calma y que Chambao sea un cobijo y un refugio musical donde el oyente se eche un ratito. Ese es el camino en el que me encuentro hoy día. Realmente estoy en cada parcela, desde qué tipo de conciertos se cierran o si quiero volver a Latinoamérica, donde Chambao era un grupo conocido. Todo esto se tiene que poner en pie, después de ocho años sin disco.
-¿Te genera expectativa?
-No. Soy de la opinión de no alimentar mucho mi cortisol. Solo preparo todo con mucho cariño. Pienso en el mejor repertorio que le puede sentar a Chile o a la Argentina. No estoy aquí pa un rato, estoy porque quiero seguir estando. Además, hoy somos muchos en la música. Sé que no quiero que te entre por fuerza.
-Además, hoy vivimos ciertos cambios de paradigma en la industria de la música, y de nuevas gramáticas, con géneros como el trap.
-Es cierto. Estoy haciendo nuevas canciones. Estuvieron saliendo en estos meses. “Mañana”, “Más ná”, anteayer saqué “La piel”, con SFDK. Busco distintas personas para juntarme y coproducir canciones nuevas. Hace poco me decían “Y si te ponemos un poco de vocoder en la voz”. Y yo dije, bueno, probemos. Es interesante hacer oído a las nuevas formas. El vocoder es un elemento muy constante de casi todo. Antes lo usábamos solo como un pequeño detalle. Lo que no me veo es diciendo “Cora” en vez de “corazón”. No me veo, ni tengo porqué. Voy a cumplir 50 años. Me encanta aprender, soy muy esponja, pero no hay que arriesgar al punto de querer acaparar un público más joven y, en definitiva, sentirme mayor por eso. Si hiciera eso sería por sentirme mayor.