La independencia, el asunto que más divide a los partidos catalanes
BARCELONA.- Desde hace más de una década, un solo tema ha monopolizado la política catalana, y de rebote, ha condicionado a la española: el debate y los intentos de constituir una República Ca...
BARCELONA.- Desde hace más de una década, un solo tema ha monopolizado la política catalana, y de rebote, ha condicionado a la española: el debate y los intentos de constituir una República Catalana independiente del Estado español. Es un fenómeno que se ha llamado “el proceso independentista”, o simplemente “el procès”, y que se inició en 2010 tras la sentencia del Tribunal Constitucional que invalidó buena parte de las enmiendas del Estatuto de autonomía de Cataluña aprobado en 2006.
Desde entonces y hasta el pasado domingo, el Parlamento de Cataluña tuvo siempre una mayoría absoluta de escaños favorables a la independencia. Esta novedad representa un auténtico cambio de ciclo en la política catalana, pues desaparece la posibilidad de un nuevo desafío como el del fallido referéndum de secesión de 2017.
Ahora bien, no está claro que el sueño de convertirse en una nación independiente esté muerto y enterrado. Y es que, en parte, la victoria del Partido de Socialista de Cataluña (PSC) se cimentó sobre una fuerte abstención en las zonas rurales, donde el independentismo es más fuerte.
La radiografía del nuevo Parlament salido de las urnas muestra un hemiciclo que integra ocho partidos diferentes, y en cada polo ideológico existe un partido independentista, y otro contrario, tildado “unionista”. Ahora bien, no todos los partidos en cada uno de los dos bandos tienen una misma posición sobre las relaciones entre Cataluña y España, y algunos matices ideológicos son importantes.
Una de las principales novedades de la nueva legislatura es que por primera vez habrá dos partidos de extrema derecha: Vox, ultranacionalista español, y Aliança Catalana, un nuevo partido independentista radical. Ambos discrepan frontalmente sobre la cuestión nacional, y Vox aboga incluso por ilegalizar todos los partidos catalanistas. No obstante, ambos coinciden plenamente en el tono islamófobo de sus discursos y en el rechazo a lo que llaman “inmigración masiva”.
En el polo ideológico de la derecha tradicional encontramos también un partido en cada bando: el Partido Popular (PP), con un discurso nacionalista español desacomplejado, y Junts per Catalunya, el partido del indómito expresidente Carles Puigdemont. Cuando Junts aún se llamaba CiU, ambos habían colaborado a menudo, e incluso sellaron pactos de investidura tanto en Barcelona como en Madrid. Fue así como José María Aznar llegó al poder en 1996.
No obstante, desde el inicio del “procès” su relación es tensa, y esa es la razón que impidió a Alberto Nuñez Feijóo poder armar una coalición de derecha que le abriera las puertas de la Moncloa.
Curiosamente, Junts, que bajo el carismático liderazgo de Jordi Pujol sostenía una posición catalanista moderada, luego pasó a competir para convertirse en el partido más radicalmente independentista. De hecho, la clave de su buen resultado el domingo -fue el único partido independentista que creció en votos y escaños- se debió a la personalidad de su candidato, Puigdemont, y a sus más puras credenciales independentistas en comparación con Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), su principal adversario en el campo catalanista.
En el polo socialdemócrata se sitúan el PSC en un bando, y en el otro, ERC, un partido histórico que ya gobernó Cataluña durante la II República, hace casi un siglo. Antes del “procès”, ERC era el único partido catalán asociado al proyecto independentista, pero después del referéndum de 2017, hizo un giro pragmático y apostó por la negociación con el Estado, dejando a Junts alzar en solitario la bandera del radicalismo.
En la cuestión nacional, el PSC siempre se ha mostrado contrario a la independencia, pero favorable a la conversión de España en un Estado federal, lo que comportaría una mayor cuota de autogobierno para Cataluña. Sin embargo, por una cuestión de propaganda electoral, el PP le cuelga al PSC la etiqueta de “independentista”, sobre todo después del pacto entre Puigdemont y Sánchez por la amnistía.
Pero durante el punto álgido del “procès”, sus líderes se manifestaron en favor de la unidad de España al lado del PP y Vox, y con la excepción de un breve periodo en 2012, siempre se ha opuesto incluso a la celebración de un referéndum de independencia.
Por último, en el polo de la llamada “izquierda alternativa”, la opción unionista son los Comuns, y la independentista es la CUP. Aunque los Comuns, aliados con el Sumar de Yolanda Díaz, se oponen en su programa a la secesión, sí son favorables a la celebración de un referéndum al considerarlo un derecho democrático. Por eso, en sus filas y entre sus dirigentes se sienten cómodas personas favorables a la independencia.
Por su parte, la CUP es el partido más izquierdista del Parlamento catalán, e incluso se reivindica con orgullo “anticapitalista”. La formación es fruto de la confluencia de varias listas y movimientos locales y, antes de la aparición de la ultraderecha de Aliança Catalana, era considerado el partido independentista más radical por su apuesta por la movilización en las calles para llegar a la independencia en lugar de confiar solo en la acción institucional.