La angustiante historia del niño de ocho años que desapareció una Nochebuena y su familia sigue buscando sin ayuda de nadie
Juan Agustín tenía 8 años y sabía que ese viernes 24 de diciembre iba a ser diferente. Si bien en su casa nunca tuvieron un arbolito de Navidad y no siempre recibía regalos, le bastaba con las...
Juan Agustín tenía 8 años y sabía que ese viernes 24 de diciembre iba a ser diferente. Si bien en su casa nunca tuvieron un arbolito de Navidad y no siempre recibía regalos, le bastaba con las estrellitas de fantasía que le compraba su mamá. Le gustaba encenderlas y correr junto con sus hermanos hasta que las chispas se esfumaban en el aire caliente del verano de Clorinda, en Formosa, donde vivía.
Sabía que esa noche sería diferente porque su mamá, Norma, estaría lejos. Es que la hermana mayor de Juan Agustín, de 12 años, estaba internada en un hospital de Capital Federal por un problema de salud y ella la acompañaba.
Pero Juan Agustín siempre veía lo positivo. Su mamá cree que es porque nació ochomesino y respiró sangre en el parto. De pequeño lo intubaron para limpiarle los pulmones y cuando todo era angustia, él salió adelante y solo le quedó el recuerdo en una cicatriz cerca de la costilla derecha. Otra cicatriz demostraba que también era valiente, una del lado derecho de la cabeza, de cuando se subió al árbol más alto del barrio. Era un niño con una sonrisa feliz.
Así que esa Nochebuena serían él, su papá, su hermano de 13 años y su hermana menor, de 5. También estaba su abuela materna, que les daba una mano con la organización de la casa, en Primero de Mayo, un barrio de calles de tierra que queda a 20 cuadras del centro de Clorinda.
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Esa tarde, su abuela necesitaba hacer unas compras de último momento. Ver alguna ropita, alguna estrellita para los niños, algo de comida para arrimar a la cena. Juan Agustín la acompañó junto con su prima de 13 años. Como suelen hacer quienes viven en la zona, primero cruzaron hacia Paraguay por el puente fronterizo La Amistad, que algunos Gendarmes solían recorrer, pero sin realizar ningún tipo de control.
Ya allí, en medio del bullicio típico que se origina cuando faltan pocas horas para Nochebuena, Juan Agustín, su prima y su abuela recorrieron los negocios atiborrados de gente de la localidad que por entonces se llamaba Puerto Elsa, hoy Nanawa.
Luego volvieron hacia Clorinda, donde también mucha gente circulaba por las calles. Fue entonces que Juan Agustín y su prima le pidieron a su abuela que les comprara bombitas de agua. La mujer se asomó a uno de los locales, en la intersección de Buenos Aires y San Martín, para consultar el precio. Pasó un segundo. “¡Juan no está!”, fue el grito de la niña.
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“La búsqueda duró solo tres meses”Ese 24 de diciembre de 2010 fue la última vez que vieron a Juan Agustín. La abuela alertó a los gendarmes que recorrían la zona. El papá del pequeño salió a buscarlo junto con su hijo de 13 años y se sumaron familiares y algunos vecinos. Pero nada. No apareció.
Hoy dicen que en Clorinda hay un Loan Peña, el pequeño que buscan desde junio último en Corrientes, y que ese Loan es Juan Agustín.
“Pero nosotros directamente no tuvimos ayuda de nadie para encontrarlo, ni del entonces juez que tenía el caso. Pedimos las imágenes de las cámaras de Gendarmería, pero el juez jamás lo autorizó”, se lamenta, en comunicación telefónica, Norma Vallejos, la mamá de Juan Agustín. Habla pausado, en voz baja, y cuenta que ella pudo volver cuatro días después de la desaparición, cuando le dieron el alta a su hija en el Hospital Garrahan, donde había estado internada por problemas renales.
Dice que cuando llegó a su casa todo le era insoportablemente triste, a lo que se sumaba ”la desesperación”. Cuenta esos días como si su hijo se hubiera perdido ayer. Pero pasaron 14 años y, según ella, todo indica que, a metros de la frontera con Paraguay, no se pudo simplemente haberse perdido.
“Alguien se lo llevó. Nunca encontraron nada de él. Dicen que pudo haber sido trata de personas. Pero a los tres meses, en abril, ya habían cerrado el caso. Le preguntábamos al juez y no nos atendía, decía que no tenía tiempo para nosotros. No le importaba encontrarlo porque somos pobres. Para él, buscarlo era una pérdida de tiempo. No hubo una búsqueda intensa. Ni un mes entero. Ni en Paraguay buscaron”, endurece un poco la voz.
Juan Agustín es uno de los nueve niños que constan en los registros de búsqueda de personas y cuyos casos LA NACION abordó en un especial que puso la lupa sobre las acciones del Estado para encontrar a esos niños. Norma explica que nunca hubo allanamientos ni que jamás un fiscal o el juez los llamó o los visitó para contarles cómo estaban buscando a su pequeño.
“Nunca vino nadie. El único que vino una vez a ver si teníamos noticias fue el fiscal de la brigada. Ni la policía vino”, dice.
El pedido que parecía obvio hace 14 añosHoy por hoy son los voluntarios de la Red Infancias Robadas Formosa quienes la están ayudando a reactivar la búsqueda. Además, gracias a la acción de un abogado, Javier Filipigh, la familia pidió a Gendarmería que se realicen diferentes actualizaciones de la cara de Juan Agustín, que hoy tendría 21 años. La intención es poder difundir una imagen más cercana a cómo creen que podría verse hoy.
Por otra parte, la familia reclamo algo que en estos 14 años nunca ocurrió: que la fiscalía, que hoy tiene la causa bajo la carátula de “búsqueda de persona por sustracción”, cambie la tipificación legal del hecho investigado y “que pase a ser examinado como un caso de posible trata de personas”, considerando que el niño dejó de ser visto cerca de un paso fronterizo. Y que en ese marco, la causa pase al fuero federal.
El abogado no les cobra, explica Norma, y está agradecida. Desde algunas redes sociales impulsa la búsqueda de Juan Agustín. Más, dice, no puede hacer. Ella trabaja en casas de familia y su esposo es herrero y por un problema en la vista no tiene trabajo. “Lo tienen que operar, pero no tenemos plata para la operación”, dice. Hoy vive con un pequeño de 12 años que no llegó a conocer a Juan Agustín y con una de sus hijas, de 19. Sus dos hijos mayores están en Buenos Aires y desde sus redes sociales siguen publicando el rostro de su hermano.
“Ahora tiene 21, es más grande”, comenta Norma. Entonces habla de sus cicatrices en la costilla derecha y en la cabeza. Dice que son notorias. Norma habla sobre una foto que atesora: el pequeño está vestido con su delantal de jardín, el pelo negro, algo despeinado. Serio, habla a un micrófono. “Ese día estaba explicando cómo se hace la gelatina. Era muy inteligente. Muy cariñoso. Sabía volver a casa en colectivo”.
En otra foto juega con su hermana menor, los dos en su triciclo, su juguete preferido. Y Norma sigue, porque con la voz sonriente, dice que a su niño le gustaba mucho Diego Torres, que siempre cantaba “Color Esperanza” y que siempre repetía el refrán “la unión hace la fuerza, un dicho popular que si nos lo proponemos lo haremos realidad”, dice.
“Extraño todo de él. Era muy bueno, era muy querido. Deseo con todo el corazón tenerlo en mis brazos, abrazarlo y decirle cuánto lo quiero”, dice Norma y queda en silencio.
Si sabés algo sobre Juan Agustín u otro un niño perdido, contactá a:La línea 134 del Ministerio de Seguridad, que es gratuita y anónimaMissing Children: 0800 333 5500Red Infancias Robadas Formosa Más informaciónSi querés saber qué es lo que hay que hacer durante las primeras horas de desaparición de una persona, podés entrar a esta guía de LA NACION con toda la información necesaria sobre cómo proceder.“Quiénes son y qué les pasó a los niños desaparecidos de la Argentina”. En este informe especial, LA NACION reconstruye sus historias junto a familiares que, en soledad y sin ayuda del Estado, viajan por el país detrás de una pista que los ayude a reencontrarse con ese niño que un día alguien se llevó.La investigación especial “Qué les pasó a las 5000 mujeres perdidas que el Estado no sabe cómo buscar”, hecha por LA NACION visibiliza las ineficiencias de policías, fiscales y jueces para buscar a las mujeres desaparecidas.