Fabian Hürzeler, el técnico de 31 años que ascendió al St. Pauli y asombra a Alemania con su mezcla de estilos futbolísticos
Al muchacho, 31 años cumplidos en febrero, se lo ve en los videos elevado por los aires. Lo suben y bajan un numeroso grupo de hinchas, entre los miles que invadieron en un abrir y cerrar de ojos ...
Al muchacho, 31 años cumplidos en febrero, se lo ve en los videos elevado por los aires. Lo suben y bajan un numeroso grupo de hinchas, entre los miles que invadieron en un abrir y cerrar de ojos el césped del Millerntor Stadion, la cancha del St. Pauli alemán. Vestido con ropa deportiva, su aspecto podía confundirse con el de la estrella del equipo que, por algún motivo, no habría podido jugar el día de la consagración. Pero no. El hombre de aspecto juvenil, sonrisa enorme y brazos en alto es un entrenador que acaba de hacer historia, el diseñador de un conjunto que en una temporada y media ha pasado de estar al borde del descenso a alcanzar la gloria de subir a Primera con unos números y un rendimiento superlativo. Su nombre es Fabian Hürzeler, y conviene anotarlo con letras de un tamaño destacado, porque tiene todo el futuro por delante y promete codearse con los mejores.
Es imprescindible resumir la historia. Faltaban dos días para la Navidad de 2022, llegaba el paréntesis invernal a la Bundesliga 2, la “B” germana, y el equipo del puerto de Hamburgo venía cayendo en un tobogán que parecía irrefrenable. Timo Schultz, el técnico que seis meses antes había arañado el ascenso, no le encontraba la vuelta, y la directiva decidió que debía dejar el timón en manos de quien hasta ese momento había sido su asistente. Así, con 29 años, 11 meses y 3 días de edad, y cuatro meses antes de recibir su licencia de entrenador profesional, Hürzeler se convertía en el segundo técnico más joven en la historia del fútbol alemán, sólo superado por Julian Naggelsman, quien tomó las riendas del Hoffenheim con 28 años.
“Si tengo que ser honesto debo decir que no me sentía preparado. Creo que uno nunca se siente listo para un gran desafío. Entonces decidí concentrarme en las cosas en las que pensaba que podía influir y sobre todo en el trabajo. El trabajo es mi gran fortaleza”, confesaría quince meses más tarde en una entrevista con la web oficial de la Bundesliga. Pero aun así aceptó el reto y puso en marcha una trayectoria que culminó el domingo y todavía puede darle el título de campeón si el próximo fin de semana el St. Pauli, ese club pequeño pero que arrastra multitudes en su país y en muchos rincones del mundo por su espíritu solidario, inclusivo, ambientalista y en un punto antisistema, se lleva los tres puntos en el campo del Wehen Wiesbaden.
Nacido en Houston, Texas, pero criado desde muy pequeño en Alemania; hijo de madre alemana y padre suizo; volante central en las categorías juveniles del Bayern Munich desde los 11 años con pasos posteriores por los equipos reservas del Hoffenheim y el TSV 1860 Munich, una rotura de ligamentos en 2014 fue alejando a Hürzeler de los focos y del césped. Sus últimos años en el fútbol activo los transitó en clubes de categorías regionales, donde comenzó a alternar juego con dirección técnica. Emre Can, compañero suyo en el Bayern y actual mediocampista del Borussia Dortmund, auguró entonces: “Hará una gran carrera como entrenador”, y parece haber acertado. Las cifras hablan por sí solas: 54 partidos disputados entre Liga y Copa desde que asumió en el St. Pauli, con 35 victorias, 11 empates y 8 derrotas (una de ellas por penales), 108 goles a favor y 57 en contra para un 71,6% de efectividad.
American-born Fabian Hürzeler became player/head coach of fifth-tier side FC Pipinsried at 23. He led them to promotion and kept them in the fourth tier, and during this period he also became assistant manager of the Germany Under-18 and Under-20 teams.
He became assistant coach… pic.twitter.com/AXCDSJz5tF
En enero de 2023, Hürzeler inauguraría su currículum como máximo responsable de un plantel de un modo espectacular. El conjunto de camiseta marrón, que estaba antepenúltimo y en la primera rueda sólo había logrado tres triunfos, se transformó de un modo inesperado: ganó diez partidos seguidos, igualando un récord en la segunda división germana, hasta que dos derrotas consecutivas lo alejaron de los puestos de ascenso. Fue un traspié pasajero: la semilla plantada en esos meses iba a florecer una temporada más tarde.
Saber cómo logró semejante cambio explica por qué Hürzeler es hoy el técnico de moda en Alemania. Su reto inicial fue dirigir un grupo de futbolistas de su misma edad o incluso mayores que él. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, el entrenador nacido en Texas nació apenas un mes antes que Jackson Irvine, el australiano capitán del equipo. “”En la primera reunión con los jugadores les aseguré que no cambiaría, pero que tendría que tomar decisiones difíciles, incluso algunas hirientes. También les dije a los más veteranos que estaba abierto a escuchar sus opiniones, que quería escucharlos, y entendí desde el principio que no podía tratarlos a los gritos como si fueran niños. Quería convencerlos a través de mis ideas y mi trabajo”.
La palabra “trabajo” se repite una y mil veces en el discurso. Trabajo para mejorar cada día a todos sus jugadores, para estudiar a los rivales y a su propio equipo, desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche si es necesario. Trabajo, de manera casi obsesiva. “Es la educación que me dieron mis padres: trabajar duro y mantener la humildad”.
La mezcla de esos dos valores la traslada a la cancha y se expresa en el funcionamiento de un conjunto que fue mereciendo el análisis de los expertos a medida que se acumulaban los triunfos. “Llevo el ADN del Bayern, donde siempre hay que ganar, pero manteniendo un estilo basado en la posesión del balón y el dominio del partido. Pero aprendí mucho estando en Segunda División, y comprendí que en esta categoría son igual de importantes los pases largos, la intensidad y las transiciones defensivas, y las jugadas de pelota parada. Por eso las practicamos con mucho detalle”.
El resultado del mix fue la transformación del St. Pauli en un rival competitivo para cualquiera, una vuelta de tuerca que se fue armando de atrás hacia adelante. “Teníamos que ganar en equilibrio, ser más compactos y recibir menos goles, ahí estaba la clave”. El cambio fue tal que en poco tiempo Hürzeler se ganó la fama de ser un técnico defensivo, algo que parece desmentir el promedio de dos goles a favor por partido, pero que es entendible si se observa la disposición táctica del equipo.
El conjunto hamburgués suele practicar un 5-2-3 (o un 3-4-3) muy elástico que comienza con una presión muy alta para cerrar los espacios por dentro y de ese modo obligar al adversario a buscar las bandas. Entonces, el equipo se vuelca hacia el lado donde está la pelota en un 5-4-1 decidido al robo. Por otro lado, y dentro de la misma idea, Hürzeler supo inculcar en los suyos la predisposición mental y física para recuperar el balón en los instantes posteriores a una pérdida en ataque, tal como suelen practicar los equipos de Pep Guardiola o efectuaba el River de Marcelo Gallardo.
La voracidad para impedir los avances rivales no sólo mejoró el funcionamiento general sino también la confianza y el espíritu colectivo. Al final de la temporada 22-23, Hürzeler había ganado su primera batalla, más allá de perder la posibilidad de ascender: había convencido a los suyos de que podían ganarle a cualquiera. Lo demostraron en el torneo que está a punto de finalizar.
Ahora, al St. Pauli le espera un desafío aún mayor. Hürzeler se lo tomará con calma. “Nunca perdí la relación con Estados Unidos. Con mi familia íbamos allí todos los veranos. Alquilábamos una casa rodante y recorríamos distintas ciudades. Este año volveré para mirar un poco la Copa América”, dice, como para no dejar dudas que vaya donde vaya y haga lo que haga el técnico más joven de la Bundesliga, el que asombra a una Alemania que ya lo imagina en un grande (¿retornará alguna vez al Bayern?) seguirá conjugando el verbo que más le gusta: trabajar, trabajar y trabajar para ganar el siguiente partido.