El doble agente que engañó a los servicios de inteligencia británicos y a la CIA
“Estoy bien –le dijo el espía Kim Philby al periodista Phillip Knightley en 1988 en el encuentro que se prolongó durante seis noches en Moscú–. Y esa es una de las razones por las que est...
“Estoy bien –le dijo el espía Kim Philby al periodista Phillip Knightley en 1988 en el encuentro que se prolongó durante seis noches en Moscú–. Y esa es una de las razones por las que estás aquí, una de las razones por las que acepté verte. Ha corrido un rumor –que aparentemente comenzó en Canadá, entre todos los lugares posibles– de que estaba drogado, enfermo, abandonado por la KGB y ansioso por regresar a Gran Bretaña. Quería que vieras por ti mismo que nada de eso era cierto”.
En su libro Philby, maestro de espías, Knightley destaca a Kim como “el hombre más notable en la historia del espionaje”. En aquellas páginas da voz al espía que sirvió de inspiración para la obra más famosa de John Le Carré: la trilogía de novelas protagonizadas por el agente Smiley. Philby también inspiró novelas de Graham Greene y el ensayo Un espía entre amigos, de Ben Macintyre, que fue adaptado para la miniserie homónima que protagonizan Damian Lewis y Guy Pearce, disponible en Film & Arts.
Macintyre eligió como eje central la relación de amistad y compañerismo entre Philby y Nicholas Elliott, espía educado también en Cambridge.”Philby disfrutaba del engaño –escribe el autor inglés–. Al igual que el secreto, puede ser difícil renunciar a la carga erótica de la infidelidad. A algunos hombres les gusta hacer alarde de sus conocimientos. Otros se deleitan en la posesión de información que se niegan a compartir y en el sentido de superioridad que esto conlleva”.
En Volar en círculos, su autobiografía, el novelista y exagente de inteligencia inglés John Le Carré cuenta que fue a principios de la década del 60 que se enteró de la traición de Kim: “Una noche, el jefe de mi oficina local me llamó su despacho y me contó, de manera estrictamente confidencial, algo que todos los ingleses leerían al día siguiente en el periódico de la tarde: que Kim Philby, el brillante jefe de contraespionaje del MI6, propuesto en una ocasión para dirigir todo el Servicio, era además un espía ruso y lo había sido todo el tiempo, desde 1937″, comenta sobre el hombre al que le valió el mote de espía y traidor perfecto.
“Lamento profundamente haber tardado tanto en darme cuenta de quién era realmente y la vileza de sus actos”, asegura una mujer en un pasaje del primer capítulo de la serie Un espía entre amigos (A spy among friends). Ella es una de las tantas víctimas de esta enigmática figura. Narrada desde la perspectiva de Nicholas Elliott (Damian Lewis) la producción de la televisión británica devela la historia que unió a Elliot con Philby, su gran amigo durante 23 años. No al azar, es la frase del británico E. M. Forster –“Si tuviera que elegir entre traicionar a mi país o traicionar a mi amigo, solo espero tener las agallas para traicionar a mi país”– la que da inicio a la serie de seis capítulos dirigidos por Nick Murphy.
“¿Cree que Philby lo engañó desde el primer momento?”, pregunta la interrogadora del MI5 (en la piel de Anna Maxwell Martin) a Elliot, quien intenta explicar lo ocurrido durante su último encuentro con Kim en Beirut, lugar desde donde el hombre que decía ser su amigo escapó a la URSS, en enero de 1963.
Desde que Philby se instaló en Moscú, Knightley –el periodista y autor australiano– le escribió cartas cada año pidiéndole permiso para entrevistarlo. Finalmente Kim accedió en 1988, pocos meses antes de su muerte. En su libro, Knightley asegura que Philby extrañaba ciertas comodidades de la vida británica, incluidos los libros, las pipas de tabaco y los crucigramas del London Times, pero seguía comprometido con sus ideales comunistas. “Siempre he actuado en dos niveles, uno personal y otro político”, explicó a Knightley. “Cuando ambos han entrado en conflicto, he tenido que poner la política en primer lugar. Este conflicto puede ser muy doloroso. No me gusta engañar a la gente, especialmente a los amigos, y al contrario de lo que otros piensan, me siento muy mal por ello. Pero los soldados decentes se sienten mal por la necesidad de matar en tiempos de guerra”.
Para John Le Carré “la magnitud de la traición de Philby es casi inimaginable para quien no haya trabajado en el sector. Solamente en Europa del Este, docenas o quizá cientos de agentes británicos fueron encarcelados, torturados y ejecutados –reconoció el exespía en el epílogo de Un espía entre amigos–. Yo siempre he criticado a Philby con dureza y eso me ha llevado a enfrentarme públicamente con Graham Greene, lo que lamento”.
En Un espía en la trinchera. Kim Philby en la Guerra Civil española, el historiador Enrique Bocanegra narra el paso por España del agente más sagaz de los llamados “Cinco de Cambridge” –Guy Burgess, Donald Maclean, Anthony Blunt y John Cairncross–, los jóvenes que fueron educados en el Trinity College y consagraron sus vidas a la URSS.
“Ni siquiera Franco, aplicando todo su poder, puede traspasar la máscara bajo la que se oculta. Porque lo cierto es que Philby no es nada de aquello que pretende aparentar: ni es periodista, ni es conservador y, por supuesto, no es simpatizante de Franco. En realidad, Philby es exactamente todo aquello que Franco intenta destruir: un marxista –señala Bocanegra–. No solo un marxista y comunista convencido, sino además un agente de penetración al servicio de la Unión Soviética, reclutado varios años atrás en Londres con el objetivo de infiltrarse en las instituciones y luchar desde dentro contra el fascismo. Y lo que tampoco sabe Franco es que al imponerle esa condecoración y estrecharle la mano le está abriendo la puerta al mundo y a las instituciones burguesas que Philby se ha propuesto destruir; lo está dotando de una identidad y de una personalidad que hasta entonces no poseía”.
Harold Adrian Russell Philby nació en Ambala, India, en 1912. De su padre, St John –miembro del Servicio Civil de la India–, recibió el apodo “Kim” heredado de la novela del escritor indio Rudyard Kipling. Fue el propio Philby quien dijo que no recordaba mucho de sus días en la India; la mayor parte de su infancia la pasó en Inglaterra, donde vivió con su abuela antes de asistir a la escuela en Westminster. Pasado el tiempo ganó una beca para el Trinity College, Cambridge, y en 1933 se graduó en Economía y estudió Historia.
“Nunca reveló su verdadero yo. Ni a los británicos, ni a las mujeres con las que vivía, ni a nosotros mismos : no logramos perforar la armadura de misterio que lo cubría –confesó Yuri Ivanóvich Modin, quien dirigía la red de espías de Cambridge–. Al final sospecho que Philby se burló de todos, particularmente de nosotros mismos”.
Su fachada estuvo a punto de ser descubierta en 1955, cuando su nombre se filtró a la prensa como “el tercer hombre” que ayudó a escapar a Burgess y McLean. Philby se vio obligado a dar una conferencia de prensa en la que se presentó como un funcionario incapaz de urdir una trama de ese alcance. Cuando el periodista Edwin Newman, de la NBC, le preguntó por su amistad con Burgess, Kim respondió: “En lo que respecta a la amistad, preferiría hablar de ello lo menos posible, porque es un asunto muy complejo”. Un año después se instaló en Beirut como corresponsal de The Economist, donde mantendría el enfrentamiento con “su amigo”, el oficial del MI6 Nicholas Elliot.
“Entre tú y yo el acuerdo era perfectamente sencillo. Tenía que confesarlo todo… cosa que yo creía que quería hacer de todos modos, y ahí fue donde me engañó –le contó Elliott a Le Carré–; nunca se me pasó por la cabeza que fuera a Moscú”.
En un artículo publicado en The Guardian, el novelista irlandés John Banville reflexionó: “Por mucho que podamos maravillarnos de la lealtad inquebrantable de Philby al partido, es fácil simpatizar con el desconcierto herido de las personas que eran más cercanas a él profesionalmente, o que se creían más cercanas a él, como su colega del MI6, Nicholas Elliott, y el jefe de la CIA, James Jesus Angleton, a quienes acogió, masticó y escupió sin un momento de vacilación o, a pesar de todas sus protestas, sin verdadero remordimiento”.
Le Carré entrevistó a Elliott en 1986, notas que recuperó para redactar el epílogo de Un espía entre amigos y le preguntó si el MI6 había considerado presionar a Philby para que volviese a Londres. “Nadie quería verle el pelo en Londres”, le dijo. A lo que Le Carré arremetió: “¿Podría haber hecho que lo matasen?”. “¿A mi viejo amigo? –respondió– ¿A uno de los nuestros?”.
En el prólogo de My silent war -la autobiografía que Philpy escribió en Moscú en 1967- Graham Greene escribió: “Cuán atinado estaba el SIS (Servicio de Inteligencia exterior británico) al defenderlo y cuán equivocado el MI5 al forzarlo a descubrirse. Occidente sufrió más por su escapatoria que por su espionaje”.
Será Elliott el que desnudará la mayor traición en tiempos de la Guerra Fría: “Philby resultó ser mi mejor amigo y mi peor enemigo”.