Desde la siembra de alfalfa hasta la elección de los mejores toros: la pasión del general Roca por el campo
En 1881 el general Julio A. Roca recibe el campo “La Larga”, de 46.600 hectáreas, ubicado en el actual partido de Daireaux, como donación de la provincia de Buenos Aires. Una descripción del...
En 1881 el general Julio A. Roca recibe el campo “La Larga”, de 46.600 hectáreas, ubicado en el actual partido de Daireaux, como donación de la provincia de Buenos Aires. Una descripción del campo recibido: “En el campo abundan los cañadones, las cortaderas, los totorales, el pasto puna y la paja brava”. Poco y nada de pastos tiernos. Estas tierras habían estado en su mayor parte ocupadas por los indios hasta hace muy poco y al momento de la donación pobladas por un gran número de ocupantes irregulares sin título alguno.
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Al principio, Roca alambró solo unas 14.000 hectáreas, y como le era imposible alambrar el resto del campo -por falta de capital- dio la instrucción de “dejar ocupar a aquellos pobladores que no le estorben”.
Contrató como mayordomo de “La Larga” al capitán Marcos Sastre, que había servido a sus órdenes en el Ejército. De la nutrida correspondencia con Sastre se lee: “Le adjunto estas Instrucciones a los Mayordomos de Rosas, donde con excepción de algunas zonceras, encontrará consignas y advertencias muy útiles”. Ordena la siembra de maíz y de alfalfa -la semilla proviene de Fraile Muerto, Córdoba- en todos los puestos. “La alfalfa se puede sembrar al mismo tiempo que el maíz y el trigo; así se nace y se cría al abrigo de estas plantas con más fuerza”. Roca se queja de la inseguridad: “Es realmente escandaloso lo que pasa en la campaña de Buenos Aires con los ladrones y las autoridades. Si a Ud. que tiene un campo y jerarquía lo saquean, ¿qué será de los pobres que no tienen mayores medidas de defensa? El resto de la tierra fiscal que hay por ahí se ha de vender y así nos libraremos de las tolderías que se establecen en ellas, de otro modo inútil esperar nada”. Y añade: “Ese campo que ocupó Leyria, y que tanto trabajo le da, por los vagos y cuatreros que tienen allí sus tolderías, va a ser muy pronto de mi hermano Ataliva”.
Roca reflexiona: “Me parece que las sementeras de trigo no han de convenir en estancias tan lejanas. Habrá años que no se cubran ni los gastos. Ahora, a pesar de los grandes precios por la pérdida de las cosechas en Europa, el beneficio será insignificante. Agregue a esto todas las contingencias de la agricultura. Lo mejor y más conveniente es dedicarse exclusivamente a la estancia, al cuidado de los animales y no sembrar sino aquello que sea necesario para el consumo del establecimiento. Alfalfa sí, todo lo que se pueda, porque cuando no haya brazos para cortarla, se echarán animales. Poco a poco vamos a tener una grande estancia”. En la segunda parte de la década del 80, al finalizar su primer período en la Presidencia de la Nación, Roca se dedica intensamente al campo. El mercado muestra un precio del vacuno en pronunciada baja, y graves dificultades para vender los novillos: no hay compradores. Estaba finalizando el ciclo histórico de la exportación del tasajo, y todavía no había comenzado el ciclo de la exportación de la carne vacuna enfriada o congelada, que explotaría en la primera década del siglo XX.
Los animales se destinaban casi todos al consumo interno, que estaba saturado. Era el momento del lanar. Le escribe a Sastre en 1885: “Yo me inclino por tener más ovejas que vacas. Hacienda vacuna solo hay que comprar si es una verdadera pichincha. Pronto no vamos a saber qué hacer con los novillos, mientras que la lana siempre tendrá valor. Las vacas van de capa caída y es muy probable que no valgan en adelante, cuando se pueblen todos estos campos, más que por el cuero”. Envía a “La Larga” semilla de avena importada de Europa-, de cardo asnal (sic), de trébol de carretilla, de papa, de batata, de flores y ¡Hasta de tabaco! Cuando hay urgencia, hace el envío por diligencia, que es muy cara; si no, lo despacha por tren a Guaminí o Sauce Corto. Clara Funes, su esposa, también participa: “Le remito unos sarmientos de uva”.
Roca encarga al ingeniero Julio Dormal el proyecto de la casa principal de “La Larga” -que luego se incendiaría-, planta miles de árboles (álamos y casuarinas), alambra, compra cientos de miles de ladrillos, construye galpones, puestos, corrales, mangas, etc. Una parte importante del campo se sigue arrendando, no tiene plata para poblar las 20 leguas de campo. Está atento a todas las novedades técnicas del agro,compra toros y carneros de pedrigee, y lotes de hacienda vacuna y lanar refinados. Está vinculado con muchos criadores notables de la época. Le escribe a Sastre: “Le voy a mandar un toro puro, importado, para que no nos suceda lo que el año anterior, que se enfermó y nos quedamos sin sucesión de ese caballero”.
La explotación de “La Larga” se complementa con otro campo de Roca, “La Argentina”, en San Antonio de Areco. “El campo ‘La Argentina’ es un verdadero alfalfar, en el cual se podrían invernar este invierno 5000 y 6000 cabezas”. Sus tres campos combinan los nombres, para expresar un largo anhelo de Roca: “La Larga-Paz-Argentina”.
Sastre, en 1892, después de la gran crisis económica y política, le pide ayuda para la compra de un campo. Roca le contesta: “Todo el mundo cree que el valor de la tierra tiene aún que bajar más, a medida que baje el oro. Cuando yo tenga cómo, le ayudaré con el mayor gusto, pero no tengo absolutamente a dónde acudir por dinero. Los usureros lo prestan a uno y medio y al dos por ciento y a este interés todo negocio es ruinoso”.
Le escribe a su encargado desde París. “Estoy muy aburrido de la Europa y tengo deseos de irme a ‘La Larga’ a pasar un mes. El coronel Gramajo (su edecán y amigo) está hecho un francés y ya no sería capaz de comer churrasco con las manos”. (Extraído de «Orígenes de La Larga», de José Arce, Museo Roca).