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Nibepo Aike: la estancia del Parque Nacional Los Glaciares que pertenece a una familia de pioneros y recibe huéspedes

“Cuando llegó mi abuelo ya era tarde. Por eso se quedó con lo que quedaba: este rincón al oeste de Santa Cruz”, cuenta Adolfo Jansma, nieto de Santiago Peso y anfitrión en Estancia Nibepo A...

“Cuando llegó mi abuelo ya era tarde. Por eso se quedó con lo que quedaba: este rincón al oeste de Santa Cruz”, cuenta Adolfo Jansma, nieto de Santiago Peso y anfitrión en Estancia Nibepo Aike, donde confluyen el lago Argentino y el lago Roca. Nos recibe en su casa, que está a unos metros de la hostería, a 56 kilómetros de El Calafate, en la provincia de Santa Cruz. Dice que, si bien sabía la historia de la estancia, la descubrió mejor en pandemia, cuando tuvo tiempo para sumergirse en los baúles de la familia, plagados de fotos, escrituras y mapas. “Mi abuelo pobló esta zona en 1910, en tiempos de la colonización de Nicolás Avellaneda. Vino solo, cuando tenía veinte años, desde el Imperio Austro Húngaro, de lo que hoy sería Croacia, y huyendo de la hambruna, como muchos otros. Primero había probado suerte en Chile, pero no le había ido bien”, repasa Jansma, que ronda los 60 años y es de los pocos descendientes de pioneros que quedan manejando estancias turísticas de esta zona de la Patagonia.

“Los campos se repartían de este a oeste y a los colonos les daban 20.000 hectáreas con contrato de arrendamiento. A principios del siglo pasado no existían las provincias: esto era territorio nacional de Santa Cruz. La repartija la hacía una Dirección de Tierras y Colonias, que otorgaba las tierras a cada inmigrante para que hiciera la mensura. Cada tanto venía un inspector que controlaba que el campo se estuviera trabajando. A mi abuelo le tocó este sector, que rodeaba el glaciar Perito Moreno”, detalla el dueño de casa. “Cuando llegó lo ayudaron los Stipicic, de Estancia Alta Vista, que le prestaron capital. Así fue como en 1910 fundó esta estancia que bautizó La Jerónima, por la madre de uno de sus socios. Puso los alambrados, las casas y crio ovejas”, señala Jansma y expone un mapa que muestra las parcelas. Además, hace una aclaración. “Eran inmigrantes que llegaban sin un peso y trabajaban mucho para sobrevivir. No tuvieron nada que ver con la huelga de 1921, ni con los Braun Menéndez, que eran estancieros que habían hecho plata como almaceneros y llegaron con mucho capital”, apunta sobre los episodios que pasaron a la historia como “la Patagonia rebelde” o “la Patagonia trágica”.

Adolfo (que no llegó a conocer a su abuelo) repasa que las primeras ovejas llegaron a la Patagonia desde las Islas Malvinas, de la mano de colonos ingleses y escoceses, a fines del siglo XIX. Los inmigrantes que vinieron después las criaron con empeño, porque el mundo requería lana como materia prima. “La trasladaban en carros tirados por mulas y caballos hasta Río Gallegos. Y del puerto salían para Europa”, cuenta Jansma y sigue con la historia familiar. “Mi abuelo se enamoró de mi abuela en un viaje a Río Gallegos, cuando traía las compras para todo el año. Aprovechó para ir al médico y la conoció en la sala de espera. Ella también era croata. Se llamaba María Martinich. Se casaron en 1925, pero compartieron juntos pocos años porque mi abuelo murió de tuberculosis en 1938″, rememora Jansma, mientras convida un mate.

Cuenta que María no solo perdió a su marido, sino que también murió Adolfo, su segundo hijo, que sufrió pulmonía cuando tenía un año y medio. Viuda, siguió adelante con tres hijas mujeres: Radoslaba (Niní), Ángela (Bebé) y María (Porota). La primera era la madre de nuestro anfitrión. “Conocí bien a mi abuela. Era muy trabajadora, tenía mucho carácter y tuvo que pelear para defender estas tierras de un socio que pretendía aprovecharse de su situación. Tan mal se llevaba con este hombre, que hasta desarmó y mudó la casa (que hoy es la hostería) a su emplazamiento actual. Logró deshacerse de él con ayuda de sus hermanos, que tenían un negocio en Comodoro Rivadavia. En 1947 le compró su parte, refundó la estancia y le puso Nibepo Aike, por los sobrenombres de sus tres hijas, y “lugar de” en la lengua local”, relata Adolfo Jansma, orgulloso de su familia.

Claro que, en 1937, con la creación del Parque Nacional Los Glaciares, las cosas cambiaron para varios inmigrantes que habían fundado estancias al oeste de Santa Cruz. “Estas tierras quedaron dentro del parque y dejamos de tener vínculo con la Secretaría de Agricultura para pasar a depender de la administración de Parques Nacionales y Turismo. Había que dejar de hacer actividades agropecuarias –mi abuelo tenía 13.500 ovejas– para pasar a ofrecer turismo. Entonces nos vendieron 16 hectáreas, y del resto tenemos el usufructo, siempre y cuando la tierra continúe en la línea sanguínea”, detalla Jansma.

Cuenta, además, que Juan Enrique Jansma, su padre, era un mendocino que trabajaba en una estancia vecina y tras conocer a su mamá, Niní, se casó con ella y se vino a trabajar a Nibepo Aike. Tuvieron a Adolfo, y también a Carlos, Silvia y Gladis. Además, Don Juan, como le decían, montó un comercio en Río Gallegos y fue pionero en turismo en la década del 70 cuando puso una lancha de madera a navegar en el lago Argentino para ver el glaciar Perito Moreno.

Casado desde 1986 con María Alejandra Irastorza, que es correntina, Adolfo es contador público y vivió en Río Gallegos, pero siempre estuvo ligado a Nibepo Aike y hoy la elige para vivir. Hace varios años se mudó a El Calafate, donde tiene una casa que lo recibe en invierno, cuando el frío en la estancia es extremo y no hay huéspedes. ¿Hijos? Juliana, que trabaja en turismo de Nibepo Aike y representa la cuarta generación en el lugar; Maitane, que estudia arquitectura y vive en Buenos Aires; y Juan Cruz, que era ingeniero en producción agropecuaria y murió de cáncer en 2018, pero está muy presente en los relatos de su padre.

“Abrimos la hostería en 1990. Fuimos creciendo y haciendo renovaciones, hasta tener diez habitaciones con baño privado que están decoradas por mi mujer. De todas maneras, queremos que los pisos sigan crujiendo, los muebles sean de época y cada chapa tenga que ver con la historia de este lugar. Nos quedamos con algunas ovejas, para conservar la esencia de las estancias patagónicas. Pero, en rigor, la venta de lana no es rentable desde que la reemplazó el algodón. El galpón es de 1917 y se mantiene igual”, comenta Jansma. Entonces resume: “Acá estás lejos de todo y el frío es muy duro, pero aprendí a querer esta tierra y hoy la elijo para vivir la mayor parte del año. Y, cada tanto, pienso ¡qué suerte tenemos! A mi abuelo tocó el peor lugar, bien al oeste, porque llegó tarde, pero para nosotros terminó siendo el más lindo, junto a los lagos y el glaciar”.

Datos útiles

Nibepo Aike. Es una estancia típicamente patagónica, con instalaciones de principios de siglo pasado, pero remodeladas y sumamente confortables. En diez habitaciones, reciben huéspedes desde el 15 de septiembre al 15 mayo. La comida es rica, casera y sencilla. Cuentan con caballos y guía de cabalgata, y senderos para caminar bien marcados. Se pueden ver actividades como ordeñe, esquila y destreza con caballos criollos. Hay un quincho donde sirven cordero al asador y comparten detalles de la historia del lugar. Además de la hostería, tienen programas para turistas que quieren ir a pasar el día. Están a una hora y media de El Calafate, por camino de ripio. RP 15 s/n. T: +54 (02902) 492-797 / T: +54 9 (2966) 594725. IG: @nibepoaike. FB: /nibepoaike.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/nibepo-aike-la-estancia-del-parque-nacional-los-glaciares-que-pertenece-a-una-familia-de-pioneros-y-nid27042024/

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