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Corrupción, polarización e inseguridad: los riesgos de la región

El Índice de Riesgo Político de América Latina, elaborado por el Centro de Estudios Internacionales (Ceiuc), celebra su quinta edición, consolidándose como una herramienta clave para tomadores...

El Índice de Riesgo Político de América Latina, elaborado por el Centro de Estudios Internacionales (Ceiuc), celebra su quinta edición, consolidándose como una herramienta clave para tomadores de decisiones en los sectores público y privado, al identificar y analizar los principales riesgos que afectan a la región.

El año 2025 se perfila como un periodo de creciente turbulencia e incertidumbre. Ian Bremmer, en su informe “Top Risks 2025″ del Eurasia Group, señala que hemos entrado en la era del “G-Cero”, marcada por la ausencia de potencias capaces y dispuestas a liderar una agenda global o mantener el orden internacional. Todo indica que esta tendencia se agudizará, mientras el regreso de Trump añade aún más riesgos e incertidumbre a un escenario ya de por sí complejo.

Son varios los analistas que advierten que estamos retrocediendo hacia una “ley de la selva”, donde los actores más fuertes –ya sean Estados, corporaciones o individuos– ejercen su poder sin considerar los intereses de los más vulnerables, quienes quedan condenados a soportar las consecuencias. Este modelo, insostenible a largo plazo, refleja el desorden y la fragmentación del sistema internacional actual. Y entre los principales riesgos, el reciente informe del Foro Económico Mundial menciona tres: la desinformación, fenómenos meteorológicos extremos y conflictos armados entre Estados.

En América Latina, al “factor Trump” se le agregan otras variables de peso. Por un lado, BM-FMI proyectan un crecimiento moderado del 2,5% promedio regional, inferior al promedio global de 3.2%. La pobreza, pese a la reciente reducción, aún afecta al 27% de la población, mientras la desigualdad y la informalidad siguen altas. En estas condiciones, como bien advierte la CEPAL, es imposible que la región logre escapar de la triple trampa en la que se encuentra: bajo crecimiento, alta desigualdad y frágil institucionalidad y gobernanza.

La situación de la democracia en Latinoamérica es diversa: democracias de alta calidad, democracias defectuosas, estancadas, regímenes híbridos o autoritarios. Este año la región seguirá oscilando entre la resiliencia y el deterioro, una dualidad que pone de manifiesto tanto su fortaleza como su fragilidad. Con bajo crecimiento, altas demandas ciudadanas y malestar social, las amenazas a la democracia y los retos a la gobernabilidad persistirán en varios países. No hay que subestimar la profundización del autoritarismo, como lo acaba de demostrar la usurpación del poder consumada por la dictadura de Nicolás Maduro el pasado 10 de enero en Venezuela; dictadura que junto los regímenes de Cuba y Nicaragua conforman una tríada autoritaria, mientras Haití, inmerso en una gravísima crisis, profundiza su condición de Estado fallido.

Intensa agenda electoral

Este año marca el inicio de un nuevo súper ciclo electoral en América Latina, con elecciones presidenciales en Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras, además de los comicios legislativos de medio término en la Argentina. En Haití también podría haber elecciones, siempre y cuando las condiciones de seguridad lo permitan. En todos estos procesos será fundamental continuar protegiendo la integridad de las elecciones y blindar a los organismos electorales frente a críticas infundadas y ataques ilegales. Solo así se podrá garantizar la legitimidad de origen, pilar esencial para la estabilidad democrática.

En Ecuador (9 de febrero), las elecciones se desarrollarán en un contexto de creciente inseguridad y descontento social. El presidente Daniel Noboa buscará la reelección tras un breve mandato, enfrentando a una oposición fragmentada y a Luisa González, representante del correísmo, como su principal contendiente. La agenda estará dominada por la seguridad y la economía, mientras que la crisis política entre Noboa y su vicepresidenta podría debilitar su candidatura.

En Bolivia (17 de agosto), la fractura interna en el Movimiento al Socialismo (MAS) entre el presidente Luis Arce y Evo Morales, sumada al desgaste del oficialismo por una gestión cuestionada y una economía en dificultades, ofrece una oportunidad inédita para la oposición. Si esta logra unificarse, podría tener opciones reales de conquistar el Palacio Quemado. No hay que descartar la celebración de un balotaje presidencial el 19 de octubre.

Las elecciones en Chile (16 de noviembre) estarán marcadas por debates sobre seguridad, migración y reformas estructurales. Tras un complejo mandato de Gabriel Boric, los partidos de derecha, liderados por Evelyn Matthei, buscarán capitalizar el descontento ciudadano para regresar al Palacio de La Moneda. Se prevé una contienda altamente competitiva y una probable segunda vuelta el 14 de diciembre.

En Honduras (30 de noviembre), la presidenta Xiomara Castro finalizará su mandato enfrentando altos niveles de violencia, un estancamiento económico y denuncias de corrupción, incluidos supuestos vínculos con el narcotráfico. Aunque el partido oficialista intentará movilizar su base para mantenerse en el poder, la oposición (Partido Liberal y Partido Nacional) podría avanzar si logra presentar una alternativa convincente.

Por su parte, la Argentina celebrará elecciones legislativas de medio término a fines de octubre, que serán vistas como un referéndum sobre las políticas radicales del presidente Javier Milei. La inflación, el empleo y los salarios dominarán el debate público, mientras el oficialismo buscará consolidar su agenda en el Congreso. La oposición, por su parte, intentará capitalizar el descontento si las medidas del gobierno no logran aliviar las tensiones sociales.

Un elemento clave será observar si el voto castigo contra los oficialismos, una tendencia marcada entre 2018 y 2023, continúa. Además, las elecciones de 2025 podrían reconfigurar el mapa político regional.

Diez riesgos políticos

Este año, nuestro informe analiza un panorama geopolítico marcado por una creciente turbulencia e incertidumbre, en el que cinco riesgos globales reflejan un orden mundial cada vez más complejo: persistencia inflacionaria, agravamiento del cambio climático, auge del proteccionismo, irrelevancia regional y escalada de conflictos bélicos.

En el ámbito regional, tres riesgos se han vuelto estructurales, repitiéndose año tras año en los primeros lugares: inseguridad y crimen organizado, corrupción y democracia sin delivery. Además, sube con fuerza en el ranking la nueva ola migratoria y las deportaciones masivas, mientras que la desinformación y la polarización tóxica emergen como riesgos cada vez más relevantes.

Por tercer año consecutivo, la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico lideran el ranking de Riesgo Político América Latina. Las organizaciones han evolucionado hacia estructuras transnacionales, integradas y profesionalizadas. Con solo el 8% de la población mundial, la región concentra un tercio de los homicidios, con un costo de 3.4% del PIB.

El segundo lugar lo ocupa la corrupción estructural. Aunque algunos países han intentado avanzar en transparencia y buen gobierno, la mayoría continúa atrapada en un ciclo de corrupción e inestabilidad.

En tercer lugar destaca la nueva ola migratoria y las deportaciones masivas, que han escalado desde la quinta posición del año pasado. Este aumento se debe a la agudización de la crisis en varios países de la región así como al anuncio del presidente Trump de implementar un plan de deportaciones masivas.

El cuarto lugar lo ocupa la democracia sin delivery y el avance del autoritarismo, un riesgo persistente que se mantiene entre los cinco principales desafíos por cuarto año consecutivo. La incapacidad de los gobiernos para responder a las crecientes demandas ciudadanas incrementa el malestar social, profundiza la desconfianza en las instituciones y los partidos, y debilita el apoyo popular a la democracia.

En quinto lugar se ubican la desinformación y la polarización tóxica, síntomas del auge de movimientos políticos cada vez más radicalizados y de una creciente fragmentación social, así como del mal uso de las redes sociales, todo lo cual divide a las sociedades en bloques ideológicos profundamente irreconciliables.

La parte inferior del ranking, está dominada por factores geopolíticos:

◗ Persistencia inflacionaria (6º lugar). Aunque desde mediados de 2024 los principales bancos centrales de economías avanzadas comenzaron a bajar las tasas de interés, las tensiones geopolíticas siguen imprimiendo volatilidad a los mercados globales, con un dólar que se fortalece, una situación fiscal en Estados Unidos que aumenta las preocupaciones y eventuales rebajas menores de tasas a futuro.

◗ Agravamiento del cambio climático (7º lugar). Ningún país ni sector está fuera de peligro. Además de su impacto negativo en la economía, el BID calificó a la región como una de las más vulnerables, mientras el Banco Mundial advierte que, para 2050, más de 140 millones de personas en la región podrían convertirse en migrantes climáticos, obligados a abandonar sus hogares en busca de refugio debido a la pérdida de sus medios de vida.

◗ Auge del proteccionismo (8º lugar). El mal uso de la política comercial, la transición energética y la competencia tecnológica de las potencias han configurado un entramando de medidas proteccionistas en la economía global no solo referida a aranceles, las cuales podrían agravarse con el regreso de Trump.

Los dos últimos lugares están ocupados por el riesgo de irrelevancia regional, en la novena posición, y la escalada de conflictos bélicos, en el décimo lugar.

En síntesis: 2025 se perfila como un punto de inflexión tanto a nivel global como regional. América Latina necesita asumir un enfoque estratégico que priorice la diversificación de sus relaciones internacionales, el fortalecimiento de la integración regional y la implementación de políticas que le permitan adaptarse a un entorno mundial marcado por la volatilidad y la incertidumbre.

La verdadera cuestión es si Latinoamérica puede capitalizar las oportunidades emergentes de la actual reconfiguración geopolítica y geoeconómica y redefinir su papel en el nuevo escenario internacional o si, por el contrario, será arrastrada por las tensiones de un sistema global fragmentado y continuará atrapada en dinámicas de estancamiento económico, polarización política y amenazas neocolonialistas. La intención de Trump de recuperar el canal de Panamá, expresada en su discurso de toma de posesión, es un desafío mayúsculo no solo para el país del canal sino también para toda la región. La gran pregunta es si el liderazgo regional estará a la altura de los desafíos.

Zovatto es investigador senior (Ceiuc) y Sahd es director del Ceiuc; ambos son coeditores de Riesgo Político

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/corrupcion-polarizacion-e-inseguridad-los-riesgos-de-la-region-nid25012025/

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