Algunos planes luminosos
Un poco antes del solsticio de invierno, una querida amiga me dijo: “Ya falta poco. La semana que viene empiezan a alargarse los días”. La alegría en su voz era inocultable.No es que n...
Un poco antes del solsticio de invierno, una querida amiga me dijo: “Ya falta poco. La semana que viene empiezan a alargarse los días”. La alegría en su voz era inocultable.
No es que nos falten cosas por hacer en el jardín; sobre todo en el suyo, que es un verdadero vergel, al revés que el mío, que es más bien un campito con árboles y una huerta, desordenado y a la que te criaste. De todos modos he sembrado ajos y cebollas de verdeo, y también unos puerros que por ahora no han dado señales de vida. Se verá. Las semillas tienen fecha de vencimiento, incluso cuando algunas pueden mantenerse fértiles miles de años. Que fue el motivo por el que empecé a hablar con esta amiga, hace ya varios años, y me regaló unos rizomas de loto que luego devinieron en unas flores como no había visto en mi vida y que siempre había deseado cultivar.
Pero es cierto que aunque no lo notemos, a partir del 21 de diciembre, los días empiezan a acortarse. Por razones astronómicas que no vienen al caso, navegamos el estío –a veces dichoso, a veces abrumador– sin advertirlo, hasta que en mayo nos llega la factura de toda esa luz y notamos que los días naufragan antes, rápidamente, sin darle tiempo al alma para despabilarse un poco.
Ocurre ahora algo semejante. Los días más cortos ya quedaron atrás y de a poco, con cuentagotas, el sol se pone alguito más tarde. Por las razones antes no mencionadas, durante lo que queda de junio, julio y buena parte de agosto tendremos la sensación de que el planeta se ha olvidado del verano y que esa oscuridad que se apoderó de las mañanas, que antes eran espléndidas, y que nos arroja a la noche antes de las seis de la tarde se quedará para siempre. Solo en septiembre, en algún momento de septiembre, percibiremos en el aire una caricia perfumada con la promesa de los días largos, de las flores, de las abejas y de los atardeceres sonoros.
Lo habrán notado, sobre todo si están en un barrio tranquilo o lejos de las ciudades. Durante este período por momentos tenebroso el ocaso no es sinfónico. No hay horneros vehementes ni libélulas numerosas ni empieza puntual el coro de los perros, que a esas horas se van preparando, en sus mentes primales, para salir a cazar y se dicen Dios sabe qué cosas. El sol se oculta en silencio, temprano y apesadumbrado.
En menos de una semana será el día que mi abuelo me dijo que había que podar las vides, porque es julio y cae en feriado. Sin habérmelo planteado nunca, mantuve esa tradición, aunque los feriados me encuentran normalmente trabajando, de modo que es probable que pode mi cabernet sauvignon y mi torrontés este fin de semana. Todo lo demás ya está limpiado (remondado, escamondado) como corresponde. El laurel, la higuera, el limonero y los ceibos, que tienen esa costumbre odiosa de resecarse como un árbol muerto y cuando estamos por entrar en pánico, estallan con su follaje salvaje y sus flores desvergonzadas. Pero claro, en las tardes grises y frías, incluso con estos inviernos delgados que tenemos aquí, el campito parece agónico y callado, con las ramas peladas y pocas, por la poda.
Está bien, sabemos lo que va a pasar. Hicimos los deberes. Sacamos las ramas que se entrecruzan, las que se lastiman mutuamente, las que no recibirán luz. Y en unos pocos días (días eternos) esa escena muda se encenderá vigorosa y meridiana.
Por ahora, solo las raras jornadas diáfanas y despejadas son un consuelo. Esas tardes para refugiarse en un pedacito de sol y recordar el sabor que tiene la luz.
No me malinterpreten. También sabemos que estos días cortos, esta oscuridad y estos fríos son necesarios. Durante cientos de millones de años todo lo que vive se adaptó para aprovechar el invierno, en lugar de rezongar. Nosotros, tal vez porque no tenemos tanto tiempo, e incluso cuando hay muchas tareas para hacer ahí afuera, estamos ahora a la espera. Expectantes. Se diría que con algunos planes luminosos.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/algunos-planes-luminosos-nid03072024/