“Comía a escondidas y terminó internado”: la obsesión por el cuerpo ya enferma a niños desde los 8 años
Alguien pide la sal y Benjamín, de 11 años, se despierta de la letanía que lo tiene absorto y silencioso frente a su plato de comida. Se levanta como un rayo y corre a la cocina a buscarla. Corr...
Alguien pide la sal y Benjamín, de 11 años, se despierta de la letanía que lo tiene absorto y silencioso frente a su plato de comida. Se levanta como un rayo y corre a la cocina a buscarla. Correrá al volver y dirá que no tiene hambre. También va a correr cuando salga con su madre camino al club donde juega al fútbol. Le dirá ´yo te gano´ y llegará antes que ella a la esquina. No hará lo de siempre, la carcajada de la victoria. Ni una sonrisa. Es que Benja no está jugando, quiere bajar de peso.
Barbie tiene 9 años y está frente al espejo. Se puso una pollera corta, unas polainas y unos borcegos de su madre para parecerse a su artista preferida de k-pop, de 23, a la que sigue en TikTok. Se mira y amaga una sonrisa que se vuelve mueca amarga. Es que Barbie no está jugando. Tampoco juega cuando le pide a su madre comida “saludable”, quiere bajar de peso.
Enzo, de 10 años, no puede dormir al pensar que debe ir al colegio al día siguiente. Se levanta en medio de la noche, va a la cocina, abre la heladera y agarra las cuatro porciones de pizza que quedaron de la cena. Luego, de la alacena tomará un paquete de galletitas, otro, y otro más. Al día siguiente su padre preguntará por la comida faltante. El niño improvisará un pícaro “¡yo no fui” y se reirá. Enzo tampoco juega, aunque se ría está triste, le dicen que tiene que bajar de peso.
Esas postales describen los primeros momentos en la vida de dos niños y una niña que a pesar de su corta edad llegaron a desarrollar diferentes tipos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), un grupo de enfermedades psiquiátricas que provocan pensamientos y conductas no saludables, obsesivas y de alto riesgo en relación con la comida y la imagen corporal.
Benjamín, un niño que vive en la zona norte del Gran Buenos Aires, y Barbie, que vive en un barrio de la zona sur de Capital Federal, desarrollaron el año pasado un TCA llamado anorexia por estar largos periodos de tiempo sin comer. Enzo, quien vive cerca del centro porteño, desarrolló un trastorno por atracón y bulimia. Comía de manera compulsiva, se purgaba, dejaba de comer por largos periodos de tiempo y repetía de manera cíclica esa conducta.
Si bien ese conjunto de enfermedades suele tener una alta prevalencia en adolescentes y adultos, e históricamente en mujeres, estudios recientes advierten que se detectan en edades cada vez más tempranas y que “ha aumentado el diagnóstico entre los varones desde los 8 años”, según explica Juana Poulisis, psiquiatra especializada en TCA.
Ante este diagnóstico, la pregunta que suele surgir entre los padres es cómo sus hijos o hijas llegaron a desarrollar una enfermedad de estas características: ¿En qué estuvieron pensando? ¿En qué momento pasaron de tener inquietudes de niños a preocupaciones de adolescentes o adultos sobre su cuerpo? ¿Por qué?
Textuales del entrevistado
“Cuando me dijeron que mi hijo tenía anorexia se me vino el mundo abajo. Yo pensaba que era algo que solo sufrían las mujeres”.
Para explicar esto, los profesionales señalan que hay varios factores que pueden detonar o predisponer en los niños el desarrollo de un TCA: biológicos, de personalidad y externos. Hacen hincapié en los dos últimos porque son sobre los que se puede trabajar para prevenir este tipo de trastornos que registran “la segunda tasa de mortalidad, asociada a suicidios y cuestiones clínicas, más alta de todos los trastornos de salud mental, superados solo por la adicción a los opioides”, según la Asociación Nacional de Trastornos de la Alimentación de Estados Unidos.
Ser perfeccionistas y obsesivos, características heredadas, son los rasgos de personalidad que pueden activar un TCA. La baja autoestima también es un factor predictor, por la sobrevaloración de la delgadez o los cuerpos atléticos dentro de su grupo social inmediato, como su familia o amigos.
Las dinámicas familiares disfuncionales (poca comunicación afectiva, separaciones traumáticas, violencia, abusos); entornos muy exigentes o competitivos; el bullying; la exposición a contenidos sobre ciertos modelos de belleza y cuidados del cuerpo en las redes sociales, así como los entornos competitivos también pueden influir en que se dispare un TCA en los niños, agrega Poulisis.
“Cuando me dijeron que Benja tenía anorexia se me vino el mundo abajo. Yo pensaba que era algo que solo sufrían las mujeres”, cuenta a LA NACION Catarina, mamá del niño que desde los 5 años juega al fútbol en un club barrial.
Explica que le llamaba la atención que el niño quisiera correr hasta para levantar un papel del suelo. Benja le decía que solo practicaba su velocidad. Cuando ella le preguntaba por qué no comía en la cena, él le decía que había comido en el club, en el colegio, que comería más tarde.
“Al poco tiempo cambió, era un extraño, no era mi Benja. Ya no era el payasito de los hermanos. Era un chico triste y depresivo”, cuenta Catarina. El niño no dejó de ir a su club, pero no estaba entusiasmado como antes; tampoco quería ver a sus amigos.
Una tarde, Benja se desplomó en medio de la sala del comedor. No reaccionaba. Sus padres lograron despertarlo a gritos de desesperación. Tras estar internado unos días supieron que le había bajado la presión, que tenía poco oxígeno en sangre, que estaba anémico y con bajo peso.
“Empezamos enseguida un tratamiento por anorexia. Supe que se provocaba vómitos, que se veía gordo. Hace poco nos contó lo que desató su trastorno, lo dijo al pasar, como quien dice ´buen día´. Le hicieron bullying”, cuenta Cata.
Benja siempre fue muy competitivo, pero sus inseguridades se activaron cuando un par de chicos con los que jugaba en el club comenzaron a decirle que estaba “pesado”, que “corría lento”, que si perdían era por su culpa. Benja les creyó. “Saber que eso desató su TCA, nos desarmó. Te das cuenta cómo las palabras de otros pueden destruir a alguien a tan corta edad”, dice aún con dolor.
Textuales del entrevistado
“Mi hijo había cambiado completamente, era un extraño, se convirtió en un chico triste”.
Lo que sufrió Enzo fue diferente. Cuando comenzó la pandemia en 2020, a sus 7, se había quedado varado con su familia en Uruguay. Allí vivieron un par de años hasta que pudieron volver a la Argentina. En Buenos Aires se le hizo difícil el cambio y sufrió un trastorno llamado ansiedad social, no quería ir al colegio.
Como era de contextura grande, sus padres lo mantenían desde pequeño bajo dietas restrictivas. En su nueva realidad, sentía que por su imagen corporal no encajaba. Comenzó a comer a escondidas y a purgarse. Su salud física y mental se deterioró. Cayó en un estado depresivo y cuando lo internaron tuvo que ser alimentado por una sonda nasogástrica.
En la Argentina no hay estadísticas oficiales con respecto al impacto de los TCA en niños varones, pero las profesionales consultadas por LA NACION señalan que hace una década la proporción de quienes desarrollan un TCA era de 1 varón cada 10 mujeres y que hoy es de 1 cada 4 o 6.
“Esto puede ocurrir desde los 8 y 9 años en los varones”, explica Poulisis. Suma que en ellos los TCA “están subdiagnosticados por desconocimiento, por estigmas culturales o prejuicios de género”.
A diferencia de las niñas, los varones están expuestos a factores de riesgo socioculturales relacionados con estándares de masculinidad como ser rápidos, fuertes y tener musculatura. “Los chicos tienen imágenes idealizadas como la de los superhéroes, los atletas, los jugadores de fútbol”, detalla Poulisis en base a la experiencia que recaba de sus pacientes niños.
“Mi hija quería ser como su ídola de k-pop, que tiene veintipico de años y se ve como una niña pequeña demasiado delgada. Estaba obsesionada”, cuenta María, la mamá de Barbie.
Sin que ella supiera, la niña había aprendido en sitios de internet y en chats de WhatsApp pro anorexia cómo purgarse después de comer. Hacía abdominales y seguía a influencers de skincare (cuidados faciales). Las alarmas se encendieron en su familia cuando comenzó a desmayarse. Debió ser internada por un mes en una clínica con problemas cardíacos. Sus padres decidieron quitarle de manera permanente el celular que había recibido a los 8 porque todas sus amigas ya tenían uno.
Quienes tratan estas enfermedades en niños pequeños reseñan estudios que reflejan el impacto de las redes sociales en el aumento de TCA en niños y adolescentes, donde están expuestos a modelos de belleza idealizados. Por eso aconsejan retrasar el uso del celular y alfabetizarlos en el mundo digital.
“Se debe analizar junto a ellos qué contenidos son nocivos, deben entender que el objetivo de las redes es vender productos o servicios de por ejemplo, nutricionistas, y que los cuerpos, los rostros, las contexturas son todas diferentes y eso está bien”, explica Candela Yatche, psicóloga y fundadora de Bellamente, una ONG centrada en la difusión de la aceptación social de la diversidad corporal y la prevención de los TCA a través de talleres.
Textuales del entrevistado
“Mi hija de 9 años se obsesionó con ser como su ídola de k-pop, superdelgada”.
Los trastornos de Barbie, Enzo y Benja fueron descubiertos a los pocos meses de haber sido desarrollados. Esto suele ocurrir porque los indicios de la enfermedad no se hacen esperar en los niños.
“Como están en una etapa de crecimiento, su requerimiento de energía es alta y si dejan de comer esto se refleja rápidamente en la pérdida de peso y en una descompensación general”, apunta Alejandra Freire, nutricionista del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires.
En todos los casos, el corazón es el que más se resiente. “En la anorexia se da la disminución de la frecuencia cardíaca y en la bulimia nerviosa, por la gran pérdida de electrolitos, fallas cardíacas”, detalla la nutricionista.
Cuando Benja, Barbie y Enzo fueron diagnosticados con sus respectivos TCA, comenzaron un tratamiento que en estos casos, y debido a la naturaleza de la enfermedad, es abordado por un equipo de nutricionistas, psiquiatras y psicólogos.
Pero no solo ellos debieron ser tratados, también sus familias, ya que cuando un niño tiene un TCA todo el entorno se ve impactado. De hecho, es ese ámbito en donde desarrolló su enfermedad y donde debe sanar.
Lo que recomiendan las especialistas para tratar y prevenir los TCA en el ámbito familiar parece puro sentido común, pero en la práctica no lo es. Por ejemplo, aconsejan a los padres no lamentarse de si están gordos porque los chicos van a pensar que la delgadez es muy importante. También, que los adultos compartan con los chicos la mesa familiar, coman todos lo mismo. Otro tema clave es rever las expectativas que se tienen en relación a la imagen de los hijos e hijas, como ideales de delgadez.
En ese sentido, hay que entender, dice Freire, que “la comida no es un premio ni un castigo y los chicos no se ponen a dieta, se les enseña a comer”. Lo más importante, afirma, es saber que los TCA no son una elección, un capricho o un llamado de atención. Son enfermedades complejas que, por ley, deben ser cubiertas por las obras sociales.
En este punto muchos padres se pueden encontrar con la dificultad de acceder a un psiquiatra infantojuvenil, tal como informó LA NACION en una investigación especial. Es que en todo el país hay solo 464 especialistas. Incluso, varias provincias, como Chaco, Formosa, Misiones y Santiago del Estero, donde no hay ningún psiquiatra especializado en niñas, niños y adolescentes, según informó el año pasado el Ministerio de Salud.
“Debido al gran aluvión de enfermedades relacionadas con la salud mental en los chicos que se dio después de la pandemia, los psiquiatras infantojuveniles no damos abasto”, explica Poulisis.
Textuales del entrevistado
“Con el tratamiento y mucha paciencia, mi hijo volvió a ser como antes, un niño feliz que disfruta de comer, correr y jugar”.
Benjamín, después de seis meses de tratamiento, un día le explicó a su hermano menor por qué le costaba comer. Le pidió que no fuera como él. Hace poco cumplió los 12, retomó fútbol y corre solo por diversión, para reírse cada vez que le gana a su mamá una carrera hasta la esquina.
Su tratamiento fue difícil porque frente a la comida se congelaba. “Había que decirle hasta qué empezar a comer del plato. De apoco y con paciencia, volvió a ser el nene feliz de antes que disfruta de comer, correr y jugar, pero seguimos atentos a cualquier síntoma”, reflexiona Catarina.
Enzo, con medicación, mucha escucha y cambio de hábitos por parte de todo el grupo familiar, después de un año volvió a ir al colegio. Hoy tiene 12 años, le gusta jugar en los recreos con sus compañeros, su relación con la comida es sana, hace deportes y superó su depresión.
Barbie, si bien sigue adorando a su artista de k-pop, volvió a disfrutar de ser niña. Cuando las especialistas que la atienden le preguntan por dónde andan sus pensamientos, contesta: “Los malos, bien encerrados en un cajón”.
Más informaciónEn la guía “Hablemos de trastornos de la alimentación” de Fundación La Nación podés encontrar más información sobre señales de alerta, dónde pedir ayuda o cómo acompañar a una persona con estas problemáticas.Dónde pedir ayudaLa fundación Bellamente elaboró mapa donde identifica algunos centros especializados en TCA en distintos puntos de la Argentina.Hospital Durand: Tel.: 011 4982-5555 / 5655Hospital Piñero: Tel.: 011 4631-8100 / 0526Hospital Borda: Tel.: 011 4305-6666 / 6485Hospital Pirovano: Tel.: 011 4546-4300Hospital Argerich: Tel.: 011 4121-0700Hospital Garrahan: Tel.: 011 4122-6000Hospital Gutiérrez: Tel.: 011 4962-9247La Casita: es un centro de atención y prevención para adolescentes y jóvenes y su familia. Para el abordaje de la problemática que pueda surgir, trabaja enfatizando los recursos de la persona y su sistema familiar apoyándose principalmente en el grupo de pares. Cel: +54 9 11 4914-2545 (atención de 13 a 18).CITPAD: es una institución médica especializada en anorexia, bulimia y trastornos depresivos. Tiene un hospital de día. Tel.: 011 4863-7640Equipo Libertador: surgió en 2006 y está integrado por profesionales especializados en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de pacientes con trastornos de la conducta alimentaria y obesidad. Para consultas se puede escribir por WhatsApp al teléfono +54 11 3559-2823.