Wimbledon: la historia de Francisco Comesaña, el argentino que logró el milagro de su vida y que asombra al mundo
“En esa foto estoy con el nene, cuando ganó un torneo de infantiles. Yo lo tuve entre los 6 y los 12 años, cuando empezó a competir en otro nivel. Jugaba muy bien ese chico. La primera vez, cu...
“En esa foto estoy con el nene, cuando ganó un torneo de infantiles. Yo lo tuve entre los 6 y los 12 años, cuando empezó a competir en otro nivel. Jugaba muy bien ese chico. La primera vez, cuando aparece en la escuelita, la escuelita de la iniciación, lo veo y pregunto ‘¿quién es el papá de este nene?’ y ahí salió el padre. Lo saludo y le digo, ‘después de la clase, hablamos’. Tenía unas condiciones bárbaras. Y bueno, se formó en el club... Y esa otra foto me la mandó Horacio, está el coach, Matías Cáceres, que es del equipo de Sebastián Gutiérrez, su entrenador principal. Matías jugaba muy bien al tenis y también se formó en el Edison. Esa imagen es de un ratito después de ganarle a Rublev”...
Se lo escucha feliz a Horacio Zeballos padre, el viejo de Cebolla. Maestro y profesor del Edison Lawn Tennis Club, la entidad del sur de Mar del Plata que vio crecer a la figura del día de Wimbledon, Francisco Comesaña. El chico de la portada de la Catedral. Un argentino, un marplatense, de 23 años, un desconocido para algunos en el circuito que, de pronto, entra en el club más maravilloso del tenis, tira un par de voleas, se aferra a un saque prodigioso y saca del camino a un top ten.
Comesaña, su nombre. Un pibe formado en la viva tradición de los clubes de barrio. Bajo el ala de Zeballos (p.) y tantos otros profes, que forman a las futuras generaciones de jugadores. Pelo revuelto, aritos, desparpajo y una sonrisa de oreja a oreja, siempre contagiosa.
Debutante en un Grand Slam, segundo partido en hierba en su carrera y primera victoria en el circuito: Comesaña dio la sorpresa de su vida al vencer en cuatro sets (6-4, 5-7, 6-2 y 7-6) al ruso Andrey Rublev, sexto preclasificado. “¡Soñé con jugar aquí, no sé que decir... estoy tan contento!”, decía, sonriente, aún sobre el campo de juego. Superó a uno de los grandes nombres del circuito, un Rublev que había llegado el año pasado a los cuartos de final de la mítica competición londinense. El moscovita mostró cierta inconsistencia con su saque y el joven tenista argentino logró romperlo cuatro veces. Se trata de la primera eliminación de un cabeza de serie en esta edición de Wimbledon en el cuadro masculino de singles.
De locos: su primer desafío en un cuadro principal de Grand Slam y sin triunfos en el circuito grande (tres derrotas, todas esta temporada). El sueño imposible. Rublev fue su primer desafío frente a un top 10 y, antes de medirse con el europeo en Wimbledon, sólo había jugado un partido sobre césped, la superficie históricamente más compleja para los argentinos: en la clasificación del ATP 250 de Eastbourne, hace diez días.
Comesaña es 122° mundial y, al menos, alcanzará el 108° lugar. El joven se entrena en el club GEBA de Buenos Aires, en la academia de Sebastián Gutiérrez, también coach de Sebastián Báez. “Estoy muy feliz, es la primera vez que juego en Wimbledon, es un sueño jugar en este lugar. Estoy tan feliz...”, insistía el nuevo crédito de nuestro país, que consiguió cinco títulos en Challengers: Oeiras (Portugal) 2024, Liberec 2023, Vicenza 2023, Buenos Aires 2022 y Corrientes 2022.
Más tarde, algo más tranquilo, abrió la puerta de su intimidad en una charla con ESPN. “Tengo que disfrutar cada momento. La cancha era difícil, nunca jugué en una cancha llena. La gente hizo su parte. Una vez que entras en la cancha... he pasado situaciones en las que me sentí mucho más nervioso, esta vez me sentí parte del momento, jugué punto por punto”, contó parte de la historia que acababa de rubricar en el court 2, uno de los escenarios emblemáticos del All England.
El hincha del Tiburón (Aldosivi) fue más allá. “Una vez que terminé el partido, me relajé y disfruté. Sé que con mi saque tengo un arma, lo usé todo lo que pude. Él devolvía muy bien, entonces varias veces me dejó mal parado, pero con el slice también podía arrancar el punto de vuelta. Y ‘ensuciar’ un poco el partido, porque le pega fuerte de todos lados y a la altura de la cintura. Traté de ‘ensuciar’ el partido, slice corto, slice largo, subir a la red cuando podía... y el saque sigue siendo el gran arma para mí”, expresó el jugador que admira a Novak Djokovic y Juan Martín del Potro.
El césped del court 2 se convirtió en una caldera. Gritos, asombro y una pregunta habitual en este caso: ¿quién es este pibe?. Ya se aseguró un premio económico de 93.000 libras (unos US$ 118.000; en su carrera, en total, sumaba US$ 338.337). El rival de la segunda etapa será este jueves el australiano Adam Walton (101°), que batió a Federico Coria por 6-3, 6-3 y 7-5.
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¿En qué lugar de la historia se encuentra este impacto mundial? Se trata del sexto triunfo argentino sobre un top ten en la Catedral. Las victorias argentinas en Wimbledon sobre top 10 fueron las de Guido Pella a Marin Cilic en 2018 y a Kevin Anderson en 2019, Guillermo Cañas a Yevgeny Kafelnikov en 2001, y Del Potro a David Ferrer en 2013 y a Stan Wawrinka en 2016. El magnetismo del triunfo es indudable. Cinco temporadas pasaron del último batacazo de un argentino: el bahiense Pella sobre el sudafricano Kevin Anderson (8° en aquel entonces) por 6-4, 6-3 y 7-6 (7-4).
La vida es un misterio. Un mes y medio atrás, en su cuenta de Instagram, publicó: “Las cosas pasan por algo y yo creo que nos dejan una enseñanza para hacernos más fuertes. Me toca bajarme de uno de los torneos más lindos por una lesión, pero seguiremos recuperando y trabajando para los próximos desafíos”. Comesaña venía de sufrir tres eliminaciones en primera ronda.
“Me llevo un recuerdo muy lindo peloteando en una cancha mágica. Nos volveremos a ver”, compartió el dolor: había tirado magia sobre el court Philippe Chatrier, la casa central de Roland Garros. Justo sufrió una lesión mientras participaba en el Challenger de Mauthausen, en Austria, hizo lo que pudo para llegar en óptimas condiciones. Pero...
Esta vez, la moneda cayó del lado de la luna. De la frustrante París a la mágica Londres en una jornada radiante. “Jugar saque y volea, ir a la red... ¿qué más puedo pedir?”, rubrica. El tenis romántico, el de toda la vida. El que Comesaña aprendió en un club de barrio de Mar del Plata.
Aquel pibe se convirtió en una portada mundial, raqueta en mano.