US Open: Bryson DeChambeau tuvo más temple que Rory McIlroy y emuló a su ídolo Payne Stewart
El alarido, cuando la pelota cayó adentro del hoyo, resonó en toda la cancha de Pinehurst Nº2. Un desahogo que responde a muchos años de cambios y, sobre todo, producto de un infartante desenla...
El alarido, cuando la pelota cayó adentro del hoyo, resonó en toda la cancha de Pinehurst Nº2. Un desahogo que responde a muchos años de cambios y, sobre todo, producto de un infartante desenlace. Bryson DeChambeu evidenció tener más temple que Rory McIlroy para quedarse con el 124º US Open. “¡Esto es para vos, Payne!”, gritó a las cámaras señalando un pin en la parte posterior de su gorra con la silueta de Payne Stewart, el ídolo de su infancia, que ganó el último de sus tres majors hace 25 años en esta misma cancha, cuatro meses antes de fallecer en un trágico accidente aéreo.
En los inicios de su carrera, Bryson utilizaba una boina en homenaje a Stewart, uno de los jugadores más populares de la historia, reconocido por la excentricidad de su vestimenta tanto como por el magnetismo que generaba en los espectadores. DeChambeau también es un jugador carismático, aunque las adhesiones están divididas entre seguidores y detractores. Un jugador singular que, como su ídolo, no se ata a ninguna regla en un deporte tan afín a las tradiciones y está constantemente buscando innovar para mejorar su juego.
“Mi padre falleció hace un par de años, desafortunadamente; esto es para él”, dijo en una efusiva ceremonia de premiación entrevistado por el periodista de NBC Mike Tirico. “También se lo dedico a Payne Stewart, que es la razón por la que jugué mucho tiempo con una boina. No puedo agradecer lo suficiente por el apoyo a toda la gente, son los mejores fans del mundo”, agregó.
El estruendoso festejo tras la emocionante definición tuvo su contracara en la actuación de Rory McIlroy, que una vez más vio cómo el quinto major se le escurría de las manos. Nunca estuvo tan cerca de romper esa sequía en torneos grandes que ya superó los 10 años. Quienes argumenten que él perdió el certamen tendrán buenas razones para sostenerlo. El norirlandés venía jugando de manera brillante hasta el hoyo 15 y llegó a sacar dos de ventaja en un momento. Sin embargo, la mano le tembló en el cierre. Hizo tres bogeys en los últimos cuatro hoyos, incluidos dos putts errados muy sencillos para él, de alrededor de un metro, de esos que son automáticos para jugadores de su categoría, y entregó la corona.
Quienes se opongan y afirmen que Bryson DeChambeau lo ganó por derecho propio también tendrán argumentos válidos. En los momentos cruciales también fue víctima del nerviosismo, pero demostró tener más agallas y determinación para quedarse con su segundo US Open. Esto se materializó en el último hoyo: después de tirar el golpe de salida a cualquier parte, de un segundo tiro que sólo alcanzó para dejar la pelota en el bunker a la entrada del green, obligado a hacer approach y putt para ganar y con el riesgo incluso de entregar la corona, ejecutó una genial sacada que voló 55 yardas hasta aterrizar a un metro de la bandera. El tiro del campeonato. Desde esa distancia, él no falló.
DeChambeau había empezado el día con tres golpes de ventaja sobre McIlroy y le bastó una tarjeta de 71 golpes para imponerse por uno, con un total de 274 golpes (-6). Conquistó así el segundo major de su carrera, cuatro años después de haber ganado el mismo certamen en 2020, en medio de la pandemia, sin público, en el campo de Winged Foot.
Muchas cosas pasaron desde entonces. Bryson abandonó su dieta elevada en carbohidratos que lo llevaron a pesar 108 kilos casi enteramente de masa muscular, en procura de lograr mayor potencia con el drive. Aunque recuperó su fisonomía y cedió algo de poder, no dejó de ser el pegador más largo (y osado) desde el tee. Otro cambio tan resonante como polémico fue su mudanza al LIV Golf, la liga de capitales árabes que dividió al mundo del golf. En Carolina del Norte se transformó en el segundo jugador de ese circuito en ganar un major, luego del éxito de Brooks Koepka en el PGA Championship del año pasado.
Su singularidad no se agota allí. DeChambeau juega con todos los hierros del mismo largo (la extensión del hierro 7). Para este certamen, agregó una novedad más: las caras de los hierros, que se imprimen con una impresora 3D, tienen una leve curvatura que le da un efecto lateral a la pelota (una especie de comba) que le permite volar más lejos. A la hora de elegir con qué palo pegar, con su caddie Gregory Bodine suelen calcular no sólo factores comunes como la velocidad del viento sino también otros muy particulares como la densidad del aire.
El grito de “¡U-S-A, U-S-A!” cayó de las tribunas cuando acertó el último putt, a metros de donde se ubica la estatua de bronce que homenajea a Payne Stewart e imita su icónico festejo de 1999, cuando venció por uno a Phil Mickelson y por dos a Tiger Woods y Vijay Singh.
El desaforado festejo de Bryson contrastó con la desoladora imagen de McIlroy en el clubhouse mientras firmaba su tarjeta y observaba la definición por televisión. Después de conquistar en Valhalla el PGA Championship de 2014, nunca volvió a ganar un major. Tres veces había quedado segundo y otras cinco en el top 5. Ninguna tan devastadora como ésta. Comenzó tres golpes atrás en el penúltimo grupo, junto con Patrick Cantlay (fue tercero con -4), hasta que una seguidilla de cuatro birdies en cinco hoyos (del 9 al 13) lo dejaron en la cima por dos. Bryson recuperó uno de inmediato con un birdie en el corto par 4 del 13.
El febril desenlace mantuvo en vilo a los espectadores, que se dividían entre la idolatría por el norirlandés y el apoyo a su compatriota. Entre la dificultad de los últimos hoyos de la tremenda cancha nº2 de Pinehurst y los nervios de los jugadores (incluido Cantlay,que nunca se pudo prender) configurar un final para el infarto. DeChambeau jugó al filo, aun a riesgo de perderlo todo, pero tuvo su premio. Falló dos buenos putts por milímetros en el 16 y el 17 y contó con la ayuda de Rory, que increíblemente erró dos putts de un metro en dos de los últimos tres hoyos para ceder el liderato.
En el último hoyo, necesitado de hacer par para ganar, DeChambeau también lució nervioso. Tiró la salida muy a la derecha y la pelota le quedó detrás de una raíz, con unas ramas que incomodan su postura. Desde allí sólo pudo llegar al búnker que protegía al green, dejándose un tiro muy difícil para hacer approach y putt y evitar el desempate, o aun perderlo todo. Fue por todo y lo consiguió.
“Fue el mejor golpe de mi carrera”, aceptó en la ceremonia de premiación. “Pegué, cerré los ojos y esperé que quedara cerca. Sabía lo que tenía que hacer y salió exactamente como lo había pensado. El golpe más importante de toda mi vida. Todavía no lo puedo creer”, admitió.
Bryson DeChambeau ya no juega con la boina al estilo de su ídolo Payne Stewart. No hay mejor homenaje que ganar en Pinehurst Nº2.