Un Louvre en crisis y envejecido se prepara para su modernización
PARÍS.- Los lugares que hablan del pasado son escenarios perfectos para un líder político con ambiciones de posteridad. Y en el caso de Emmanuel Macron, el museo del Louvre se ha convertido en u...
PARÍS.- Los lugares que hablan del pasado son escenarios perfectos para un líder político con ambiciones de posteridad. Y en el caso de Emmanuel Macron, el museo del Louvre se ha convertido en un clásico. Después de su primera elección en 2017, el presidente de la República pronunció su discurso de victoria frente al museo. Este verano, en plena crisis política, el jardín de las Tullerías alrededor del antiguo palacio fue un espacio clave para los Juegos Olímpicos, que le permitieron coger algo de oxígeno tras la fallida disolución de la Asamblea. Hoy, Macron se presentará de nuevo en el museo más visitado del mundo, antigua residencia de reyes y quintaesencia de la grandeur francesa, para anunciar un plan especial de modernización que ponga fin a una crisis abierta la semana pasada de un modo algo artificial.
La directora del Louvre, Laurence des Cars, la primera mujer en gobernar esta institución en 230 años, envió una explosiva carta a la ministra de Cultura, Rachida Dati. En el documento, que teóricamente era privado y confidencial, hablaba de un panorama de extrema decadencia: goteras, mala conservación de las obras de arte, deterioro de un edificio “vetusto” y, sobre todo, una experiencia insatisfactoria para los visitantes.
La nota tardó pocas horas en aparecer publicada en el periódico Le Parisien. Pero todavía más rápido llegó la reacción de Macron, que acudió al rescate anunciando su visita de este martes, en la que establecerá las líneas para la modernización del museo. Una secuencia con un irresistible aroma a explosión controlada, pero que permitirá a Macron regresar al escenario de los grandes anuncios y afrontar unos 26 largos meses de mandato con algo más de resuello.
La última gran reforma del Louvre se produjo a mediados de los años 80, cuando François Mitterrand ocupaba el Palacio de Elíseo. Entonces, entre otras cosas, se encargó a Ieoh Ming Pei, uno de los arquitectos más prolíficos y venerados del mundo, el diseño y construcción de la gran pirámide de cristal y hierro que serviría para acoger a los visitantes de forma más ordenada. Terminaba entonces el caos. Pero comenzaba la gran era del turismo de masas. Y ni siquiera esa reforma mantiene hoy ya los estándares medioambientales y de confort, explican fuentes del Elíseo. De hecho, la construcción se convierte en verano en una especie de horno donde se cuecen a fuego lento los visitantes que hacen cola pacientemente.
“La pirámide debía permitir al Louvre recibir a 4 millones de visitantes anualmente. Hoy tenemos más del doble (8,7 millones en 2024) y un año antes de la crisis sanitaria, el museo superó los 10 millones. Las condiciones de visita se han degradado, hay muchas colas. Además, el espacio bajo la pirámide se construyó cuando las normas medioambientales no eran las mismas que hoy en términos de ventilación y confort de la gente que trabaja y visita el museo”, apuntan las fuentes citadas.
El Louvre, construido en París a finales del siglo XII, fue durante siglos la residencia oficial de los reyes de Francia, hasta que Luis XIV, harto de las multitudes rebeldes en París, lo abandonó por Versalles. Hoy esas hordas enfervorecidas han cambiado de aspecto y motivaciones y se colocan a diario alrededor de la pirámide de cristal del patio central con palos selfies. Luego acuden en masa a la sala de los Estados, donde se encuentra la Gioconda. El lunes, pasadas las diez de la mañana, la obra maestra de Leonardo da Vinci soportaba ya las fotografías y el aliento de centenares de turistas que ignoraban a su espalda la descomunal obra de Veronés Las bodas de Caná. “El museo nos interesa, claro. Pero la cola la hemos hecho para ver a la Mona Lisa”, señala Juan Melero, alicantino que pasea con su esposa.
Los lunes son un día más tranquilo para adentrarse en las galerías del museo. Las obras pueden visitarse con relativa calma y no se aprecian —o al menos el reportero— grandes signos de deterioro, más allá de algunas reformas en marcha a la entrada del ala Denon. Pero la procesión suele ir por dentro, y “una visita al museo”, escribió la propia directora, se ha convertido en “una prueba física”, con obras de arte difíciles de encontrar debido a una señalización inadecuada, falta de espacio para que los visitantes descansen y escasas instalaciones de comida y sanitarias. Des Cars, que fue nombrada en 2021, ha impuesto un límite de 30.000 visitantes por día para evitar el hacinamiento. Pero no es suficiente y se espera que el jefe del Estado anuncie también nuevas medidas para controlar los flujos de visitantes, como ya tienen otras pinacotecas en el mundo.
Macron, desposeído de prácticamente todas las áreas de gobierno, muy tocado por las últimas crisis políticas y teóricamente ajeno a las cuestiones culturales, da la impresión de buscar en el Louvre una puesta en escena que permita revivir otro de esos momentos de grandeza como los que proporcionaron los Juegos Olímpicos y la reconstrucción de Notre Dame. La presencia del jefe del Estado, que según el Elíseo lleva meses visitando el museo regularmente para interesarse por su estado, es una garantía de que el proyecto contará con una gran financiación.
La carta de Des Cars no menciona el financiamiento, pero el canal de noticias de televisión francés BFM desveló que el desembolso de la renovación podría alcanzar los 500 millones de euros, lo que supondría un enorme desafío para el Gobierno de François Bayrou, que atraviesa una durísima negociación con los partidos políticos para poder aprobar el Presupuesto de 2025 en el parlamento (su predecesor, Michel Barnier, cayó en diciembre al no alcanzar un acuerdo).
El jefe del Estado deberá anunciar también si las obras obligarán al museo a cerrar temporalmente, lo que supondría un grave problema para los intereses turísticos de la ciudad. Su otro gran museo, el Centro Pompidou, se encuentra en una situación parecida y deberá cerrar sus puertas para realizar unas obras el próximo verano y durarán hasta principios de 2030. El proyecto estaba previsto inicialmente para que comenzase en 2023, pero se pospuso con el fin de mantenerlo abierto para los Juegos Olímpicos de 2024