Tras recibir un duro diagnóstico, su médico le hizo una pregunta clave: “¿Qué crees que podrías hacer vos mientras tanto?”
“El acto de pintar se trata de un corazón contándole a otro corazón dónde halló su salvación”, dijo alguna vez Francisco Goya, poniéndole palabras a tantas personas en este mundo que enc...
“El acto de pintar se trata de un corazón contándole a otro corazón dónde halló su salvación”, dijo alguna vez Francisco Goya, poniéndole palabras a tantas personas en este mundo que encontraron en un lienzo en blanco el inicio de un camino de sanación y un modo de extenderles a otros seres humanos una llave para explorar las propias emociones, tal como le sucedió a Alejandra Stier, una mujer que de niña se dejó conmover por las pinceladas de otros, para luego sumergirse en el universo de las artes plásticas para recrear su propia mirada del mundo.
Sin embargo, en su camino artístico, la expresión de Goya impactó de lleno en su vida en tiempos en los que ya se había convertido en madre y transitaba su primera juventud. Sucedió de manera inesperada cierto día en el que un diagnóstico cambió el rumbo de su vida: cáncer de mama, le dijeron, y desarmada, ante ella se abrió un abismo cargado de incertidumbres.
El amor al arte vs. la elección convenienteAlejandra creció en Palermo, en Capital Federal. De chica le atraía el arte gracias a sus profesores que recuerda con admiración y a las visitas a los museos incentivadas por sus padres. Pero por aquellos días de su infancia, sus sentidos se encendían en un pasatiempo tan sencillo como salir a jugar con sus amigos a la vereda, después del colegio.
Ya en su adolescencia se dejó llevar por su amor por los caballos, que canalizaba en jornadas de equitación los fines de semana. Los colores, mientras tanto, ingresaron de lleno en su vida a tal punto que absolutamente todo le parecía una superficie apta para plasmar las creaciones que salían de sus lápices y biromes escolares: “Empecé a pintar hasta los planos de geografía”, recuerda.
De pronto, el caudal de la creatividad parecía inagotable, Alejandra se dedicó entonces a acompañar sus trazos con otras actividades artísticas, como diseñar sus propias agendas diarias, colmadas de una identidad que se iba delineando a medida que los años transcurrían: “Finalmente, empecé a ir al taller de Kenneth Kempble”, agrega.
Para Alejandra, los días de secundario transcurrieron creativos, hasta la llegada de ese período crítico en la vida de muchos, donde la sociedad nos susurra de manera no siempre sutil que es tiempo de ponernos serios y elegir cómo ser productivo para el resto de nuestras existencias.
“Quería ser artista, pero como no se veía como una carrera que generara ingresos me recomendaron que estudie Diseño Gráfico”, revela Alejandra, quien tomó aquel camino, se recibió en la Universidad de Buenos Aires para luego obtener asimismo el título de Comunicadora Visual en la Universidad de Belgrano.
Fue así que, entre trabajos formales y la conformación de una familia propia, los lápices, pinceles y las paletas de colores quedaron un tanto olvidados.
El diagnóstico y una pregunta clave: ¿Qué crees que podrías hacer vos mientras tanto para acompañar el tratamiento?Cáncer de mama, escuchó Alejandra, las palabras llegaron impactantes, ¿cómo podía ser?, era una madre muy joven colmada de sueños. Pero entonces, tras el diagnóstico, arribó una pregunta inesperada que la trajo de nuevo al presente: ¿Qué crees que podrías hacer vos mientras tanto para acompañar el tratamiento?, le preguntó su médico.
Sin dudarlo, a la boca de la joven mujer llegó una sola palabra: pintar. Pintar era algo suyo, muy propio y que a lo largo de la vida la había acompañado para transformar sus emociones en cualquier presente, en cualquier escenario.
“Fue ahí donde volví a elegir el arte y nunca más lo dejé”, continúa Alejandra. “El arte fue un canal de sanación. Resultó un gran impacto darme cuenta de que a través de colores y formas me pude expresar y sanar. En el arte, cada pincelada o color nos comunican un viaje interior de cada uno. De ahí que juega un papel fundamental tanto para el artista como para el espectador”, reflexiona.
El arte, mucho más que un camino de sanaciónCon cada pincelada, Alejandra emprendió un camino introspectivo que se transformó en mucho más que un camino de sanación, se convirtió en un diálogo propio y con el espectador donde explora la complejidad y la dualidad de la experiencia humana.
De a poco, la pintura ocupó un rol central hasta adquirir un papel protagónico, y hoy, Alejandra expone sus creaciones con orgullo, entablando diálogos invisibles y multidimensionales, como en su última muestra “Explorando lo invisible”, donde se puede observar la presencia de colibríes en un halo de fascinación por la magia y que despiertan la imaginación y la curiosidad en una invitación a explorar las emociones más profundas.
“Los trazos audaces y expresivos de Alejandra nos conducen por los senderos de una existencia vibrante, donde la exploración de lo profundo y lo desconocido se convierte en un acto de valentía y descubrimiento. A través de su arte, nos invita a explorar nuestra propia fragilidad y fortaleza, a conectar con nuestro interior y a reflexionar sobre nuestra relación con el mundo que nos rodea. Sus obras nos sumergen en un diálogo silencioso y enigmático. A través de sus colores y formas, saca a la luz situaciones dolorosas y de amor, invitándonos a contemplar la belleza y la complejidad de la existencia humana”, dice su curadora, Florencia Gallo, sobre su obra que se puede visitar hasta el 1 de julio de 2024 en el Museo Sívori.
“Mi búsqueda a través del arte es develar un bienestar general. Además, descubrí que es un canal para mi expresión y poder compartirlo con los demás genera una red humana alegre, natural y saludable. Poder transmitirlo a los demás es parte de mi misión hoy”, concluye Alejandra.