Tiene 15 años, vive en un conventillo y como no tiene computadora ni celular, hace malabares para hacer la tarea: “Mi sueño es tener una PC”
“Mi sueño es tener una computadora”, dice Ludmila Galeano, que cumplió 15 años y a pesar de no tener un equipo en su casa aprendió a programar, a usar una impresora 3D y hasta a configurar ...
“Mi sueño es tener una computadora”, dice Ludmila Galeano, que cumplió 15 años y a pesar de no tener un equipo en su casa aprendió a programar, a usar una impresora 3D y hasta a configurar robots. En su imaginación, se ve tecleando hasta tarde y en su casa, un espacio con baño y cocina que su familia alquila en un conventillo de La Boca.
Todos los días, Ludmila sale de la escuela técnica a la que va, pasa rápido por su casa, come algo, y se apura para caminar las tres cuadras que la separan del lugar en el que usó una computadora por primera vez en su vida. Son 300 metros que recorre convencida de que la acercan a su meta: “Quiero ser una profesional de la informática”.
El lugar en el que Ludmila pasa todas sus tardes es el Punto Digital de la fundación CasaSan, un espacio ubicado en La Boca que está equipado con 50 computadoras. Cada semana, se acercan a usarlas entre 200 y 300 chicos que, como ella, no tienen una PC en su casa.
En el caso de Ludmila tampoco tiene celular ni buena conexión a internet. “Es difícil hacer las cosas del colegio”, dice la adolescente, que cursa el segundo año en una escuela pública del barrio.
Dos o tres veces por semana, Ludmila usa alguna de las computadoras para hacer tareas de la escuela. “A veces te piden hacer presentaciones PowerPoints o llevar el celular para usar Google Classroom, pero yo no puedo”, cuenta. No es la única: en su clase son poco más de 20 alumnos y a 7 les pasa lo mismo que a ella. “En primer año me reprobaron porque no podía acceder al Classroom”, se acuerda.
No tener una computadora en su casa es una de las 12 barreras que hacen que los adolescentes que viven en hogares pobres tengan muchas menos probabilidades de terminar el secundario que quienes crecen sin carencias, según una investigación publicada por LA NACION en base a datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA. De hecho, entre los adolescentes de 12 a 17 años que viven en contextos de pobreza, la falta de acceso a una computadora es el obstáculo más común para egresar: 8 de cada 10 chicos de este universo no cuenta con una en su hogar.
Además, no tener computadora es la tercera desventaja que más impacta en la probabilidad de tener déficit educativo. “En el contexto de la pandemia se hizo evidente que era una barrera muy difícil de poder sortear en términos de poder conectarse con el mundo educativo. Hoy, las clases asincrónicas o tareas online siguen siendo una práctica habitual. Muchos de estos chicos que viven en condiciones de pobreza logran hacerlas con un celular, aunque también es un recurso escaso porque en muchas casas tienen 1 o 2 para toda la familia y no siempre tienen datos para poder conectarse”, explica Ianina Tuñón, investigadora de la UCA.
Para Tuñón, existe una diferencia muy significativa entre manejar un teléfono y una PC: “Muchos de los chicos de sectores populares que terminaron el secundario y entran a la universidad, hacen los trabajos prácticos con celulares y cuando se enfrentan a una computadora, encuentran limitaciones. Si bien la universidad logra sortearlas con asignaturas transversales como la enseñanza de computación, sin dudas una práctica que deberían los chicos adquirir más tempranamente en la escuela secundaria. Es una forma de alfabetización que se exige en cualquier trabajo”.
Inclusión digitalLudmila participaba de otros espacios de CasaSan, una ONG que busca potenciar el crecimiento y desarrollo de niños, adolescentes y adultos mayores de bajos recursos socioeconómicos. Sin embargo, recién a los 11 años empezó a ir al Punto Digital. “Me entusiasmó la idea de usar una computadora y empecé a venir todos los días. Nunca había tenido ni usado una, y si no fuera por este lugar, probablemente no sabría cómo usar una. Me acuerdo que cuando empecé, los chicos y los profes me enseñaron todo de cero”, cuenta.
El lugar es parte de una red federal de espacios donde funcionan Puntos Digitales. En esos lugares abiertos al público y gratuitos, brindan conectividad, capacitaciones, talleres y actividades culturales para personas de todas las edades con el objetivo de promover la inclusión digital y capacitación tecnológica. En Casasan, además de computadoras, hay apoyo escolar y talleres de robótica, programación y otras habilidades digitales, además de cursos de inserción laboral para adultos.
Hasta hace un par de meses, usaba la computadora para jugar o hacer trabajos de la escuela, pero “se enganchó” con los profesores y con los talleres y aprendió a formatear las computadoras, a armarlas y desarmarlas, a programar y a manipular robots. Ahora, hasta ayuda a los profesores con el mantenimiento de los equipos. Pero su actividad favorita es la impresión 3D: le encanta imprimir “merchandising” de su banda favorita, BTS. Y su próximo proyecto es imprimir un juego de mesa.
Otras barrerasLudmila vive con dos hermanos y sus papás en un conventillo en La Boca. “Mi casita es más o menos la mitad de esto”, dice refiriéndose al aula en la que guardan la impresora 3D y que tiene dos mesas largas en las que entran unas 10 computadoras. Tampoco tiene un escritorio en donde sentarse a hacer la tarea, así que prefiere ir a CasaSan porque “es más tranquilo”.
Según el informe de la UCA, la calidad de la vivienda también es otro factor que influye en poder (o no) sostener los estudios secundarios. “Un niño que no tiene su propio colchón y cama para dormir o que no tiene privacidad para hacer las tareas, no tiene un descanso adecuado ni un lugar para estudiar; el que no tiene acceso al agua potable o a condiciones de protección del frío se enferma más y tienen que faltar; y el que vive en un lugar que se inunda no puede ir cuando llueve. Todos estos múltiples aspectos van produciendo siempre un mayor alejamiento de los espacios educativos”, aclara Tuñón.
Ni la mamá de Ludmila, que es ama de casa, ni su papá, que es albañil pero también trabajó de cartonero, fueron al secundario. Ambos se quedaron en la escuela primaria. Según el estudio de la UCA, un clima educativo bajo en el hogar es la barrera que más repercute en la posibilidad de que un chico de 12 a 17 años pueda terminar la secundaria.
“La educación que alcanzan tus padres es un determinante muy importante porque todos los procesos de alfabetización de los niños arrancan muy tempranamente. Que un niño esté expuesto desde pequeño a un vocabulario rico, a elementos como libros o computadoras o a prácticas culturales próximas a la educación, como la lectura, es muy importante para que llegue a una situación de mayor equidad a la escuela”, señala Tuñón.
A Ludmila, es su mamá quien la motiva a seguir aprendiendo un poco más todos los días y la incentivó a sumarse a los talleres de CasaSan: “Quiere que termine el secundario y que estudie una carrera. Me dice que no tengo que ser como ella o como mi papá, que no terminaron, que tengo que salir adelante y tener un título”. Y aunque su mamá prefiere que estudie Abogacía, Ludmila está cada vez más convencida de que quiere ser “una profesional de las computadoras” y trabajar arreglando máquinas.
“Me encanta aprender cosas nuevas que no sabía y después poder enseñarles a mi hermanita de seis años y a mis primos”, cuenta Ludmila. Con sus profesores tiene una relación de “confianza mutua”, y está muy agradecida con la libertad que le dan para probar cosas nuevas y aprender. No descarta dedicarse a la enseñanza en un futuro: “Me entusiasma mucho poder enseñarles a los demás cosas que aprendí. Veo como los profes nos ayudan a nosotros y quiero seguir esa dinámica”.
Más informaciónSi querés colaborar con la Fundación CasaSan o ayudar a Ludmila, podés hacer donaciones al siguiente alias: Casa.san.815 o comunicarte por WhatsApp al 1155616772.Podés acercarte al Punto Digital de Fundación CasaSan (Almirante Brown 1351, CABA) de lunes a viernes entre las 15 y las 19 horas.