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Superhéroes y supervillanos

En una conversada mesa del bar Sócrates, en la esquina de Puan y Pedro Goyena, alguien declaró con sorna que el mayor logro de Hegel fue haber engendrado el absoluto encono de Kierkegaard y de Sc...

En una conversada mesa del bar Sócrates, en la esquina de Puan y Pedro Goyena, alguien declaró con sorna que el mayor logro de Hegel fue haber engendrado el absoluto encono de Kierkegaard y de Schopenhauer. Otro participante replicó, con idéntica sorna pero no injustamente, que una declaración así honraba a Hegel, porque esa negación perfecta constituye la base de su filosofía: sólo a partir de la unión de dos opuestos absolutos podemos discernir lo tercero que encarna esa unión y avanzar en la comprensión del mundo.

La idea de que un hombre y su enemigo acérrimo dibujan el mismo contorno fue reiterada en varias ocasiones. La ensayó con felicidad Joseph Conrad en Los duelistas, que Ridley Scott llevó dignamente al cine. La perfeccionó Borges en el maravilloso cuento Los teólogos, donde Juan de Panonia y Aureliano de Aquilea se recelan y se enfrentan a lo largo de toda la vida. (Aureliano logra que Juan sea condenado a la hoguera por hereje, pero más tarde, cuando Aureliano muere y llega al cielo, comprende lo terrible de su destino: ante Dios, él y Juan de Panonia forman una única persona indivisa.)

Los superhéroes y los supervillanos obedecen a la misma conformación. No hay uno sin el otro. No hay un Batman sin un Guasón, un Acertijo o un Pingüino. No hay un Superman sin un Lex Luthor, un Darzeid o un Zod. No hay un Hombre Araña sin un Duende Verde o un Octopus. El superhéroe no viene al mundo para combatir delincuentes normales. Para eso está el estado con su policía y con su ley. El superhéroe viene para combatir a alguien de su talla, a alguien que excede las fuerzas humanas del estado. ¿Qué separa al superhéroe del supervillano? La moral, desde luego. El superhéroe aparace siempre como la representación del bien y el supervillano, del mal. La eterna lucha.

No es ninguna novedad que la realidad quiera imitar a la ficción. Lo novedoso, quizá, es que en un país casi caído del mapa como la Argentina un candidato decida hacer campaña con modales de comic norteamericano y resulte elegido presidente. Milei se presentó a sí mismo como el superhéroe que iba a vencer a la maldita casta de políticos que viene oprimiendo al pueblo argentino hace décadas. Fue más que astuto en delinear a su enemigo; fue casi genial.

Milei hizo algo más que inaugurar una nueva grieta. Con su pase mágico se puso a sí mismo, solitario, de un lado de la grieta, y del otro lado aglutinó a individuos variopintos, en su mayoría grises o herrumbrados de tiempo y de fracasos, y los transformó en una malvada hidra de mil cabezas. Antes, un político insignificante como Nicolás Massot podía reclamar alguna relevancia por oponerse a una política vistosa como Cristina Kirchner. Ahora son dos caras de un mismo cuerpo: la Casta, el archienemigo de Milei.

Las elecciones de 2023 fueron un terremoto demasiado poderoso para la política argentina. Lo peor es que sus réplicas persisten y es difícil o imposible adivinar sus consecuencias. Por el momento, para la mayoría de la sociedad, Milei sigue siendo el superhéroe y la casta, el supervillano. Pero esto podría cambiar en poco tiempo. Así lo sugirió, con sagacidad, un perseverante miembro de la casta, Leonardo Santoro.

El diputado de Unión por la Patria, Leandro Santoro, comparó a Milei con el Guasón. Según Santoro, Milei, como el Guasón, sería un hombre quebrado por un trauma, resentido, con problemas emocionales, que empieza a tener respuestas violentas. Estas respuestas logran eco en la sociedad, que sigue al nuevo líder de manera anárquica y que, en vez de constituir un pueblo, constituye una multitud individualista y agresiva que reacciona destruyendo lo que existe.

Lo que Santoro no vio, o no quiso ver, es que casi todos los rasgos del Guasón se corresponden con rasgos de Batman. También Batman es un hombre quebrado por un trauma, resentido, con problemas emocionales, que empieza a tener respuestas violentas que logran eco en la sociedad. Como buenos enemigos acérrimos, Batman y el Guasón se dibujan por el contorno.

En el caso de Batman, el trauma fue infligido por una representación del mal: los ladrones que asesinaron a sus padres. En el caso del Guasón, por una representación del bien: el establishment, el sistema que lo marginó. Acá surge una clave. Ni la moral de Batman ni la del Guasón están basadas en el discernimiento. Ambos personajes están determinados psicológicamente por un trauma de origen. Lo único que los diferencia es el signo moral de ese trauma. Esa diferencia, por cierto, es radical. Son signos absolutamente opuestos. Por eso Batman y el Guasón luchan entre sí. Por eso son tan diferentes entre sí. Por eso son tan semejantes entre sí. Por eso, vistos a cierta distancia, son el mismo.

Por el momento, mal que le pese a Santoro, Milei es Batman y la múltiple casta es un conjunto extravagante que podría incluir al Guasón, al Acertijo, al Pingüino –cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia– y, acaso, a Gatúbela. Pero ¿qué pasaría si la profecía de Santoro se cumpliera y la sociedad transformara al Milei Batman en un Milei Guasón?

La respuesta, nos dicen los analistas políticos, vendrá de la economía. Si la situación económica mejora, probablemente Milei siga siendo un superhéroe y la casta, un supervillano. Si la situación no mejora o empeora, en cambio, la respuesta es más compleja y más penosa. Supongamos que el derrumbe de la economía convierta a Milei en un supervillano… ¿Acaso la casta se convertirá en un superhéroe? Es harto improbable: a nadie le gustaría un superhéroe de mil cabezas y mil caras. ¿Qué pasará entonces? Siempre hay algo de adictivo en los superhéroes. ¿Podrá la sociedad recuperarse de la adicción y resignarse a vivir gobernada por individuos módicamente grisáceos que conversan sus acuerdos en voz baja en los pasillos del Congreso? ¿O, como sucede muchas veces, buscará la sociedad un producto más potente y aún más adictivo que el actual?

Por desgracia, sólo lo sabremos cuando ya hayan pasado las cosas. O dicho con palabras del propio Hegel: el búho de Minerva levanta su vuelo en el ocaso.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/superheroes-y-supervillanos-nid27052024/

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