Sebastián Wainraich debutó con su show en eltrece, caminó sobre zonas conocidas y con un invitado “seguro”
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Debutó anoche Sebastián Wainraich al frente de La noche perfecta, un nuevo espacio de eltrece -con producción de Kuarzo- que se inscribe dentro del late night show, como suelen llamarse a los formatos de medianoche en la televisión internacional sostenido en algunos pilares básicos: un conductor -en general la mujer ha quedado relegada en este tipo de propuestas- que tenga la habilidad de monologar, invitados famosos, una dosis de humor para plantear algunas cuestiones de actualidad y una banda en vivo que ameniza musicalmente.
La flamante apuesta, que promedió ayer 4,8 puntos de rating, no escapa a ninguno de esos tópicos, con lo cual, de entrada, la sensación es la de estar asistiendo a la expectación de algo ya visto, sin demasiada novedad. Se trata de un modo de hacer televisión que se ha probado en varias oportunidades en las pantallas locales, pero con suerte diversa.
Esa carencia del descubrimiento suele acontecer cuando los esquemas son algo rígidos y se ciñen a una estructura matriz. En realidad, en el late night show la impronta no la otorga lo estructural de la dinámica, sino la personalidad de su showman anfitrión.
Acaso los ciclos de David Letterman, Jimmy Fallon y James Corden, por citar algunos ejemplos internacionales de notable trascendencia, no difieren demasiado entre sí; lo que se modifica es la personalidad de sus conductores y la forma de llevar adelante el derrotero que impone el género.
Sebastián Wainraich, ausente de la conducción televisiva desde el año 2011, cuando estuvo al frente de La biblia y el calefón, también por eltrece, reúne las características que reclama este tipo de programa. Simpatía, ironía en el prisma con el que observa la actualidad, una gran dosis de autorreferencialidad y dotes actorales para atravesar la tarea de la conducción y poder llevar adelante una entrevista. En radio, muchos de estos atributos los pone en juego con muy buen tono en su histórico programa vespertino Vuelta y media (Urbana Playa). Wainraich es un hombre eminentemente de radio antes que de televisión.
Además, en los últimos años se lo pudo ver al frente de Casi feliz, una estupenda serie que estrenó Netflix, donde, desde su rol de actor, pivoteó entre la ficción argumental y ciertos rasgos que lo anclan a ese personaje (¿real?) que se construyó y que desafía los límites del éxito para posicionarse como un antihéroe cercano, atiborrado de problemas, conflictos emocionales y una cotidianeidad marcada por todo aquello que puede sucederle a cualquier hijo de vecino. Este es uno de los cimientos que sabe manejar muy bien, lo hace también en Frágil, su unipersonal en teatro. “Soy uno de ustedes”, parece ocuparse en remarcar siempre.
Anoche, sin ir más lejos, su breve monólogo de apertura lo llevó a pensar en su cumpleaños número 50, en lo simbólico de la cifra y en compararse con algunas figuras de la más diversa índole, como el modelo Hernán Drago o el Dalai Lama. “Si la vida fuera un partido de fútbol, estoy en los diez minutos del segundo tiempo”, remarcó con gracia, luego de una deslucida apertura de la banda musical que interpretó un tema descolorido con aspiraciones humorísticas. “Así como lo ves, se hace análisis de sangre, se corta las uñas y es el anfitrión”, propuso le letra de la canción que no sonó bien.
La actriz Leticia Siciliani y el locutor Bebe Sanzo secundan a Wainraich, al igual que el actor Peto Menahem, un histórico al lado del conductor, quien juega a ser productor del ciclo y asesorar al anfitrión en sus necesidades artísticas. Los tres cumplieron acertadamente la misión encomendada. Desde ya, pueden crecer mucho más.
Una tribuna con público enmarca y le da cierta euforia al clima en el set, en donde el escritorio que se ubica el conductor ocupa el cetro. A un costado, el sillón para los invitados. Nada nuevo bajo el sol televisivo.
Habían transcurrido poco más de ocho minutos del comienzo cuando fue presentado Adrián Suar, la primera figura en acompañar la propuesta, una elección de rango estelar y sin riesgos. Suar ofició de “dueño de casa” por ser el mandamás de eltrece, se conoce muy bien con Wainraich y, sobre todo, se encuentra en una etapa de promoción de su obra teatral Felicidades, donde comparte el escenario con Menahem y con Griselda Siciliani, hermana de Leticia. Todo queda en familia.
No hay dudas que Suar es una estrella y que todo programa con invitados desea tenerlo en su living. Sin embargo, el actor y productor tiene una personalidad conservadora, se “cuida” en sus declaraciones y no suele generar -salvo algunas pocas excepciones- situaciones que impliquen un “rebote” mediático sostenido durante algunos días. Tampoco la idea del programa es la de generar este tipo de declaraciones, sino la de mostrar a la figura desde un lugar lúdico -cumpliendo con varios acertijos- que permiten descular algo de su personalidad. Está claro que la elección de Suar buscó la comodidad de Wainraich, pisar sobre seguro y en torno a un amigo de la casa.
Si alguien esperaba que el productor y actor se explayase sobre el romance entre Griselda Siciliani, su ex, y Luciano Castro, habrá quedado defraudado, aunque sí el conductor indagó sobre los tips de una noche perfecta -seguramente una pregunta “caballito de batalla” de cada emisión, y donde se hizo referencia a la posibilidad del sexo. Quedó cimentado así cuál será el tono del show. Para el gossip existen, quizás en demasía, otros espacios disponibles en la televisión.
Luego de ver una escena de ficción compartida hace años entre el conductor y el invitado, Wainraich no dudó en reclamarle: “No me llamaste más para actuar”. Fue una charla simpática que Suar “remó” con mucho oficio. En definitiva, también se trataba de un estreno de su propia factoría.
En la televisión argentina, Roberto Pettinato fue uno de los nombres precursores de este tipo de formatos de medianoche. Hace un par de años, Germán Paoloski hizo lo propio con No es tan tarde (América). Los mammones, con Jey Mammon, fue, posiblemente, el late night show con mayor masividad y repercusión, al punto tal que América, el canal que lo emitía, decidió sacarlo de los confines horarios y ubicarlo en el prime time. Hoy, Noche al Dente -con Fernando Dente a la cabeza y la misma producción de Jotax que el mencionado programa de Mammon- se ubica en la última parte del horario central nocturno de América y cumpliendo a rajatabla con lo que pide la ecuación.
Wainraich debe pelear con Gran hermano, su competidor directo en Telefe, y con un ciclo de similares características al suyo en América. A favor de Wainraich y Dente es que sus modos son diferentes, aunque, de ahora en más, se sacarán chispas para reservarse invitados.
Entre los juegos que propone Guido Kaczka en Los 8 escalones y las noticias de cierre de En síntesis, eltrece dejó de lado la ficción, una columna vertebral de sus noches durante décadas, para cotejar con el público un modo de cierre del día muy alejado de la abrumadora cotidianeidad que impone la realidad del país.
Está clara cuál es la impronta de Wainraich. En su debut, aunque sin sorpresas, no defraudó. Fue fiel a sí mismo y no se desmarcó de su propio ADN con cierto tono naif, pero será en los invitados de cada emisión y en la sagacidad de la producción periodística que permita su lucimiento, donde resida el mayor atractivo de la propuesta.