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Se enamoraron, adoptaron mellizos y emocionan con sus mensajes en las redes: “Estamos orgullosos de nuestra familia”

Ser y dejar ser es un mantra para una maternidad responsable y muy deseada. Sus chicos se entremezclan sin preguntarse ni ser preguntados sobre sus pasados ni sus capacidades. Florencia Grillo (35)...

Ser y dejar ser es un mantra para una maternidad responsable y muy deseada. Sus chicos se entremezclan sin preguntarse ni ser preguntados sobre sus pasados ni sus capacidades. Florencia Grillo (35) y Carolina Cortalezzi (45) son las creadoras de la cuenta @diversatumente y ahí cuentan el día a día de su familia de seis integrantes y visibilizan temas de adopción, discapacidad y diversidad.

En su casa, en Ingeniero Maschwitz, partido de Escobar, un niño neurotípico juega y ama a sus hermanos con parálisis cerebral. Se relacionan entre pares, todos –madres e hijos- con orgullo de pertenencia al clan numeroso. “El que no sale en la foto no es de la familia”, bromea Carolina y los seis se abrazan y posan apretados: Florencia y Carolina, y sus hijos, nombrados en orden de llegada. Olivia, “la Pocha”, de 13 años; Silvestre, “Silver”, de 10; Francesco, “el Franchu”, de 4; y Esperanza, “la Pepita”, también de 4. Ellas, las mamis, se dan un pico.

Luchar y gozar

Flor y Caro son consideradas modelo en materia de reivindicación de derechos a través de juicios que tuvieron resultados favorables y que les garantizaron que, a excepción de la silla de senderismo de Olivia, alias “la Pocha”, todo lo demás haya sido cubierto por la prepaga: desde la computadora que Oli maneja con los ojos (similar a la que usa Esteban Bullrich), el head-pot (que ayuda a Oli a mantener la cabeza en equilibrio sobre los hombros) y la silla postural, hasta la silla motor que Olivia maneja gracias a sensores en el apoyacabeza.

Diversatumente

Los Cortalezzi-Grillo conviven en una armonía hiperorganizada que solo se explica, dice Florencia, “gracias a que hay dos mamás trabajando full time”. Durante el reportaje, vivaces y contentos, los chicos disfrutan en el patio de juegos, donde la propuesta es sentirse y ser parte de una familia armónica. Nos sacamos las zapatillas para no contaminar el espacio de juego de los nenes; nos sentamos en el piso y somos parte –se percibe- del calor y el cuidado materno-filial.

Enamorándose

“La Pocha es la nave, es la que guía a este barco. Es la que nos enamoró, la responsable, la Cupido entre nosotras dos”, dice una de las madres, Carolina. Florencia, siempre sonriente, admite que “nunca había querido ser mamá. No me gustaban los bebés. Había alzado solamente a mi prima cuando nació. Aprendí todo con Oli (su primogénita)”.

Tras nacer, Olivia tuvo un paro cardiorrespiratorio y permaneció internada un mes en un sanatorio porteño. Ahí, Florencia siente que fue destratada: “Era la mami pendeja que no entiende nada. No tenía con qué compararlo”. Pero el encuentro con la bebé le produjo un amor a primera vista. “Lo único que quería era salir de ahí y que Olivia saliera a conocer el mundo”.

Al día siguiente de tenerla en casa, la llevó a Plaza Francia a sentir el verde pasto, el verde árbol. Su diagnóstico de “parálisis cerebral” no le impediría razonar, amar, disfrutar en la naturaleza, manifestar una inagotable curiosidad y una extrema sensibilidad: la parálisis cerebral es una discapacidad motora que no afecta la función cognitiva.

Carolina (45, nacida en Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires) conoció a Florencia (35, Puerto Santa Cruz) cuando ella ya había tenido a Olivia y a Silvestre. En aquel momento, Silvestre tenía tres meses; Olivia, tres años; y Carolina empezó a trabajar en casa de Flor en el rol de la acompañante de Olivia: para eso había estudiado psicopedagogía y compartían con Florencia un espacio, el curso de Terapia Hortícola, pero no se habían cruzado en las aulas o pasillos. Cuando Florencia se mudó a vivir a El Calafate, Carolina la acompañó para hacer el traspaso con el nuevo equipo terapéutico, y pronto se volvería a Buenos Aires.

No habían interactuado nunca antes en términos románticos. Florencia estaba todavía en relación con el papá de Silvestre; Carolina estaba empezando a salir con una chica. Enterada del affaire, Florencia le reveló a Carolina: “Yo también estuve con chicas y cuando era una nena jugaba a que se besaban las Barbies”. Si bien a Carolina, Florencia le parecía “hermosa y recopada” desde el primer día, decidió partir a Buenos Aires y, el último día en Santa Cruz, se dieron el primer beso. “Me parecés hermosa pero en ésta no tengo nada que ver. Yo me voy a un retiro al campo”, le dijo antes de tomar un avión.

Florencia se le apareció en Buenos Aires poco después: “Yo solamente quiero estar con vos”. “En ese momento nos enroscamos y empezamos a estar juntas: fue un ir y venir, hasta que Flor decidió que se volvía con los chicos, y alquilaron una casa en Olivos”, recuerda Carolina. Un año después, estaban conviviendo, con Olivia y Silvestre, y eran una familia.

Última chance

En el 2018 se casaron; en 2022, decidieron agrandar la familia adoptando chicos grandes. “No tenía sentido ponerse a inventar un ser humano habiendo tantos que no tienen familias. Y ese día dijimos: bueno, estamos para niños más grandes y grupos de hermanos. En la Argentina, uno puede hacer el camino del papelerío, inscribirse en el Registro Único de Aspirantes a Guardas con Fines Adoptivos o entrar a la página oficial Buscamos Familia y se va a encontrar con un montón de niños en convocatoria pública, que no tienen postulantes a adoptarlos, por su edad o por que tienen alguna discapacidad”. Entonces, Florencia le dijo a Carolina: “Ya parí dos y no me interesa seguir por ahí. No sé si vos..”

Hoy están cumpliendo una década juntas y crían, además de a Olivia y a Silvestre, al Franchu –en quien el daño cerebral es más pequeño que en Oli- y a su hermana melliza, la Pepita. “Ya conocíamos la parálisis cerebral y al lado de la de Oli, la de Fran le permite la independencia. Ahora anda en su silla auto propulsión. Se puede mover solo”, se ilumina una de las mamás.

Para los mellizos, las chicas fueron algo así como su última chance de tener una familia. “La convocatoria pública oficial era un desastre –dice Flor, interesada en que se mejoren los mensajes-. Que a Franchu le gustaba ver dibujitos (y nunca los había visto). Que le gustaba escuchar música (y era completamente sordo). Ahora, después de la cirugía, tiene los implantes, y está empezando a escuchar”.

Las convocatorias públicas surgieron como el último recurso para darle respuesta a las infancias y adolescencias que desde hace más tiempo esperan una familia. Cuando las juezas y los jueces agotan todas las instancias de búsqueda dentro de la red de registros de postulantes a guarda adoptiva, se recurre a estos llamados a toda la comunidad.

“Llenamos la solicitud y la mandamos –explica Carolina-. Nos estábamos por ir de viaje a la Costa, armando los bolsos y metiéndolos arriba del auto, y nos suena el teléfono. Nos querían contar que Franchu tiene una hermana melliza. Ahí, en ese momento, nos miramos y dijimos: ‘Nosotras los podemos adoptar a los dos. O sea, los hermanos no se separan. Ellos perdieron todo y lo único que tienen es al otro. Así nos enteramos de que íbamos a tener mellizos. Los conocimos un 28 de diciembre y el 8 de enero ya estaban viviendo en casa”.

El punto que el Estado debería revisar es el texto de las convocatorias públicas: “En general, dice: ‘Niño de tres años. Se busca una familia para que lo lleve a las terapias por el padecimiento que lo aqueja’. ¡Vos estás buscando un remise! Una familia no es un remise. Yo llevo a mi hijo, pero no soy un remise. A él no lo aqueja nada”, coinciden las mamás.

Sin excusas

Desde que Olivia tuvo tres meses, su mamá la acostumbró a irse de vacaciones, subirse a caballos, andar en kayak, y hoy practica un deporte adaptado como Bochas y hasta cuenta con una reposera especial que permite a sus mamis meterla en el kayak. Una mamá rema, y Olivia queda sola sostenida en la proa de la pequeña nave, en su reposera. Florencia y Carolina no la privan de vivir: “Una Navidad me fui sola con Oli y su asistente a un parque nacional. Ella tiene silla de senderismo, con rueda y manubrio, y eso permite llevarla a cualquier lado”, dice Carolina.

La mitad es amor y la mitad es batalla: por ejemplo, para conseguir cobertura de asistentes por 24 horas. “Discapacidad es igual a batalla –asume Florencia-. Las personas que pueden acceder a lo que la ley dice tienen prepaga y abogados. Todo se consiguió con amparos y, en cada juicio, se pidieron muchas cosas. Hay tres juicios -solo por Olivia- contra una prepaga mayoritaria en el país, por los que se consiguieron equipamientos, cuidados domiciliarios –que se pretendía pagar como si fuese una empleada doméstica-. En poco tiempo salió la medida cautelar y nos lo cubrieron hasta que terminó el juicio. Algunos duraron de 6 a 8 años, pero los amparos rigieron desde el comienzo”.

Hoy, con la Pepi, están en vías de diagnóstico, pero ya se le ha detectado un trastorno de lenguaje y de conducta por lo que cuenta con un certificado de discapacidad. El día que la conocieron, Flor les dijo a las chicas del juzgado: “¿Chicas, qué onda la atención de Pepi?” Le argumentaron que era por la situación estresante, pero Florencia tenía años de experiencia en discapacidad y veía que en Pepi “todo era un desborde; no había un segundo en que pudiera conectarse con algo”. Carolina dice que “cuando le pedimos que resuelva algo concreto, nos damos cuenta de los desafíos que tiene. Hoy va al cole con acompañante”.

Después de 14 años de estar día y noche en contacto profundo con el tema, Florencia expone una conclusión desgarradora: “La realidad es que a nadie le interesa que ‘el discapacitado’ aprenda y que sirva para algo. Mientras esté ahí y sonría queda bien decir: ‘Somos una escuela inclusiva’. Se arma un circo del ‘como si…’, pero no se labura realmente para que los chicos estén bien. Al Franchu lo cambiamos hace un tiempo a una escuela especial y ahora está aprendiendo”. Pero del otro lado está lo bueno, en el plano afectivo: La Pepi y el Franchu, nunca un llanto, ni una angustia, desde el primer día.

“Esto era lo que habían estado esperando toda la vida: volver a estar juntos. Se hicieron un colchón emocional y nunca lloraron”, dice Carolina. Y agrega: “Una familia es eso: es dar todas las oportunidades; cuidar. No existen las excusas. Cuando tenemos ganas de hacer algo, como subir a la montaña o salir con los chicos, en vez de pensar en lo que no se puede, la discapacidad nos permitió saber que si no es por acá es por este otro lado. Aprendimos que siempre hay una forma, aunque quizás no sea la convencional”.

Más informaciónLa adopción es una institución que nació para garantizar el derecho fundamental de todas las niñas, niños y adolescentes a vivir en una familia. Aquí podes encontrar algunas preguntas frecuentes. Además, en la web del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y datos sobre charlas informativas mensuales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/se-enamoraron-adoptaron-mellizos-y-emocionan-con-sus-mensajes-en-las-redes-estamos-orgullosos-de-nid28082024/

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