San Lorenzo pasó otro examen de pretemporada y le ganó un duelo copero a Peñarol
San Lorenzo volvió a festejar en Uruguay, esta vez en el estadio Campeón del Siglo, donde se enfrentó a Peñarol, y completó así sus duelos ante los dos equipos más grandes de la tierra charr...
San Lorenzo volvió a festejar en Uruguay, esta vez en el estadio Campeón del Siglo, donde se enfrentó a Peñarol, y completó así sus duelos ante los dos equipos más grandes de la tierra charrúa. Cuando parecía que la jerarquía del rival podía propinarle el golpe, el equipo de Miguel Ángel Russo le hizo frente a un partido que tuvo carácter de Copa Libertadores y salió al segundo tiempo más despierto para atacar: golpeó rápido con la zurda de Matías Reali y se va de Montevideo con algo de tranquilidad por otro 1-0.
Por la fractura de cúbito que sufrió el arquero Facundo Altamirano en el primer tiempo del pasado partido, Russo sólo metió mano en el once inicial para reemplazarlo con Orlando Gill respecto de los que iniciaron ante el “Bolso”. En horas en las que Keylor Navas suena fuertemente para desembarcar, tras tantos rumores de guantes internacionales (el puesto por el que más insiste el entrenador), por ahora el plantel tiene al joven paraguayo como opción.
¿Cuál es la conclusión, entonces? El correcto rendimiento colectivo (y, en algunos casos, individual) en el triunfo por 1-0 no incitó a la exaltación, pero sí dejó mucho conformismo como para repetir diez nombres. ¿El mensaje? Si el Torneo Apertura comenzara hoy, es evidente, la visión del cuerpo técnico es que el equipo que jugó ante el Manya sería el indicado para debutar contra Talleres, en el Nuevo Gasómetro, el 25 de enero.
Dado este escenario, el de este jueves se trataba de un doble examen para Russo, de 68 años, y su equipo. Por un lado, la búsqueda pasaba porque sus ojos vieran otra vez mucho del estilo que se había destacado la primera noche: la presión alta de casi toda la formación y el cuidado a la hora de la tenencia. Por el otro, la motivación de tener enfrente a uno de los semifinalistas de la pasada Copa Libertadores: esta clase de rivales siempre colaboran de cara a las correcciones y profundizaciones de lo que haya salido correctamente.
Nacional también significaba un adversario de fuste. Sin embargo, Peñarol le subió la dificultad, como se esperaba. De haber jugado ante un conjunto sin demasiadas ideas, poco inquieto ante la adversidad y, en efecto, accesible de dominar pasó a uno más uruguayo; mucho más combativo, atento sin la pelota y más predispuesto a la circulación rápida. Peñarol le proporcionó al cotejo un ritmo muy diferente al de tres días atrás.
San Lorenzo, aunque Russo volvió a pedir transiciones lentas que le aseguraran la pelota y lo hiciera avanzar al arco local, debió acoplarse a un partido con más características de tres puntos que a uno que otorga los tiempos para fluir y crecer. Se pareció a un encuentro copero, de pierna fuerte y demás infracciones (especialmente del conjunto carbonero), en las que las chances de gol en el primer tiempo (una por lado) dependieron de tiros libres lejanos al arco, pero que terminaron siendo peligrosos. De hecho, lo más rescatable en la primera mitad fue Gill: sus salidas, para cortar pelotas al rastrón o aéreas, fueron seguras y repetitivas.
Pese a que repitió la constancia en la profundidad y no fluyó igual con el balón en los pies (Iker Muniain ya no jugó tan cómodo), puede verse el lado positivo: en un año en el que no competirá internacionalmente, el “Ciclón” estuvo metido en el contexto que le presentó un rival competitivo, que le subió la vara al amistoso al menos en la disputa. El progreso de un plantel sin refuerzos en el once inicial (Emanuel Cecchini, única incorporación, volvió a ingresar desde el banco) será lento, como se prevé.
Fue tan copero el carácter que tomó el partido por la Serie Río de la Plata que en cada jugada se respiró el ganar o ganar. Detrás de eso iba cada uno. O, como pasa en duelos cuando se juega por los puntos, no perder y evitar la mínima cortadura era igual de importante.
Además de las quejas por las patadas uruguayas (y alguna tarjeta amarilla que obvió el juez local), la explosión de Russo apareció cuando transcurrían los diez minutos del segundo tiempo y el línea levantó la bandera en una corrida en solitario de Matías Reali: unos dos metros lo habilitaban del distraído Olivera. “¡Es una vergüenza!”, reclamó el DT, con gestos fastidiosos. Sí, se jugaba con todo (Y más).
Su conjunto empezó a soltarse. A recordar y comprender por dónde pasan las intenciones del técnico. Quizás, esta vez, con la consecuencia de que el concepto de juntar pases debió hacerlo con una marcha más. Por eso, nuevamente se escuchó la locura de Russo, dos minutos después de la increíble posición adelantada cobrada: “¡Cambiá de lado! ¡Jugá para acá (marcando el sector izquierdo, donde estaba el banco)!”. ¿Por qué? San Lorenzo encontró un cuatro contra dos desde la derecha, hasta que le llegó al propio Reali, que tuvo su revancha: desde afuera del área, sacó un zurdazo potente que infló la parte baja de la red del costado derecho del arco de De Amores.
Festejo y cambios inmediatos: el equipo titular se rompía (afuera Malcom Braida, Jhohan Romaña y el autor del tanto), pero quedaba la satisfacción de volver a verlo vencedor. Mientras, Gill seguía volando para quedarse con la pelota. No porque lo exigieran con remates: Peñarol fue en algún momento un vendaval, pero de aproximaciones sin claridad. La seguridad para contener centros se ve clara en el oriundo de Paraguay, de 24 años. ¿Necesita a Navas? Habrá que ver en qué termina la historia (lo económico no es menor), aunque parece innegable que Gill está preparado y con ganas de ser el indiscutido.
San Lorenzo volvió a ser eficaz y sumó un éxito que, pese a ser un un amistoso (esta vez, mucho más duro), le va inflando la confianza. Le queda cruzarse el domingo con Independiente del Valle, otro del ámbito internacional. Aunque siempre a la espera de engrosar el plantel y no conformarse con estas alegrías, Russo y su acotado grupo va superando pruebas.