Samantha Harvey sorprende al ganar el Premio Booker con una novela ambientada en el espacio
LONDRES.- El factor sorpresa dominó ayer la entrega del Booker, el premio literario más prestigioso para una novela escrita en inglés, en la que ha resultado vencedora la británica Samantha Har...
LONDRES.- El factor sorpresa dominó ayer la entrega del Booker, el premio literario más prestigioso para una novela escrita en inglés, en la que ha resultado vencedora la británica Samantha Harvey (Kent, 49 años) con Orbital, un original trabajo que sigue las peripecias durante 24 horas de seis astronautas enviados a la Estación Espacial Internacional y que plantea complejos debates sobre el sentido de la existencia humana. En una edición dominada por las mujeres, autoras de cinco de las seis obras finalistas, Harvey se impuso al que todas las quinielas daban como favorito, el estadounidense Percival Everett, quien se atreve, con James, a reescribir Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, desde la perspectiva del esclavo Jim.
La ceremonia tuvo lugar en el complejo del Old Billingsgate, en pleno corazón de la City de Londres, donde conocidas figuras de la cultura degustaron una cena de tres platos previa al anuncio de la ganadora, quien, tras lograr reponerse de la estupefacción del fallo del jurado, admitió que “no esperaba esto”. El galardón le llega en su estreno como finalista del Booker y con su quinta novela, que ella misma ha reconocido que casi no existe, puesto que llegó a abandonarla por “los miedos de invadir espacios ajenos y de la ilegitimidad”. “Quién iba a querer escuchar a una mujer hablando sobre el espacio desde su escritorio”, declaró tras conocer su victoria, en un breve discurso en el que confesó haber “pensado que no tenía autoridad para escribir este libro”.
El suyo es, no obstante, el que más ha vendido en el Reino Unido de las seis candidaturas a un premio que, según vencedores anteriores, tiene potencial de cambiar para siempre la carrera de un autor. Orbital es también el más breve, con 136 páginas, en un año que ha destacado, de hecho, por trabajos de extensión relativamente corta, y cuatro de ellos no llegan a las 300 páginas. El también una de las pocas novelas ambientadas en el espacio que han sido nominadas al Booker a lo largo de los años y la primera en lograrlo. Harvey describió su obra como “un ejercicio de reflexión” sobre nuestro planeta y quiso dedicar el premio “a todos los que hablan por y no en contra de la Tierra, a favor de la dignidad de la vida, a favor de los que hablan por la paz”.
La 55ª edición del Booker, dotado con una cuantía de 50.000 libras (unos 60.000 euros), partía con una expectación especial, no solo por el nivel de los trabajos seleccionados de un total de 156, sino por contener la mayor representación femenina desde su creación en 1969. Aunque el género no tiene nada que ver con la excelencia literaria, la organización era consciente de que la óptica también importa, y la habitual hegemonía masculina ha sido cuestionada incluso por miembros del jurado: la novelista Sara Collins había reivindicado que “era el momento de las Paulettes y de las de Paulinas”, en referencia a la lista del año pasado, en la que la mitad de los autores tenía como nombre de pila Paul (Paul Murray, Paul Harding y Paul Lynch), de los cuales Lynch fue el ganador por La canción del profeta, basada en una Irlanda imaginaria en la que se instaura la tiranía.
Desde la fundación del Booker hasta el año pasado, solo 18 mujeres se habían alzado con el premio, dos de ellas, dos veces: Hilary Mantel y Margaret Atwood, quien en 2019 lo ganó ex aequo con Bernadine Evaristo, última vez que el premio tuvo nombre femenino hasta anoche. Como en todos los galardones literarios, son todos los que están, pero no están todos los que son, y elegir al ganador ha vuelto a ser una tarea particularmente complicada.
Temas universales como el trauma, el duelo, la crisis existencial, la amenaza climática o el legado de las guerras figuran en el amplio catálogo de historias de las finalistas de esta 55 edición, para la que el favorito, desde el principio, parecía ser Everett, finalista ya en 2022 con Los árboles. Su vuelta de tuerca a la obra de Twain ha sido saludada por la crítica como como la mejor de sus 24 novelas, y supone una crítica mordaz al racismo contemporáneo, presentando a Jim como un hombre culto, secretamente instruido, que, como el resto de los protagonistas negros de la novela, cambia de registro hablado en presencia de los blancos, como método de supervivencia.
Otra que también había figurado anteriormente en la lista final de candidaturas al Booker era la estadounidense Rachel Kushner, quien concurría en esta ocasión por Creation Lake, el relato de un espía norteamericano que se infiltra en una comuna ecologista en Francia. La obra es capaz de combinar el género de espías con un tratado sobre la historia humana y ha sido celebrada por la crítica como la culminación de la trayectoria de Kushner, que incluye títulos que han recabado el elogio mayoritario, como Los lanzallamas o La habitación de Marte, precisamente la que la había catapultado como finalista del Booker en 2018.
Un aspecto particularmente destacado de esta edición ha sido también la diversidad nacional, con cinco países representados: Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá e, incluso, Holanda, una variedad favorecida por el cambio de reglas del premio en 2014, cuando se abrió a cualquier publicación en lengua inglesa, en lugar de limitarse a autores de la Commonwealth. La única autora que concurría con su debut en el mundo literario era la holandesa, nacida en Israel, Yael van der Wouden, también la más joven de todos los candidatos (37 años), quien en The Safekeep aborda el trato a los judíos en la Holanda de posguerra.
Otra finalista era la australiana Charlotte Wood, que entronca con la crisis climática en Stone Yard Devotional, al abordar la historia de una mujer que, pese a no tener particularmente instinto de fe, abandona Sydney para mudarse a una comunidad religiosa, dando paso a un estudio sobre el perdón y la amistad femenina; mientras la poetisa canadiense Anne Michaels presenta en Held, su tercera novela, un conmovedor ensayo lírico sobre el trauma y la memoria, ambientado en diferentes escenarios que van desde la Primera Guerra Mundial al rural remoto del norte de Inglaterra, en una saga que abarca cuatro generaciones.