Reseña: Un puñado de flechas, de María Gainza
Quizás haya que leer Un puñado de flechas, último libro de María Gainza (Buenos Aires, 1975), a partir del final. Ese “A modo de epílogo: mi zona”, en el que la autora hace un recuento de ...
Quizás haya que leer Un puñado de flechas, último libro de María Gainza (Buenos Aires, 1975), a partir del final. Ese “A modo de epílogo: mi zona”, en el que la autora hace un recuento de su carrera, el éxito inesperado de El nervio óptico (la primera edición de Mansalva es de 2014) –”siglos atrás”, dice, “cuando el mundo me parecía un lugar excitante, escribí un libro sobre museos”–, su reticencia a aceptar compromisos editoriales e invitaciones a festivales; tics de alguien que, con honestidad, solo pide una cosa: estar en “estado de escritura”.
El libro está compuesto por relatos y ensayos en los que recorre la obra de artistas: el fotógrafo Alberto Goldenstein, Guillermo Kuitca, Juan Tessi, el director de cine Francis Ford Coppola, varios escritores. Sabe hacerlo. El nervio óptico tenía una estructura similar: la experiencia contemplativa de un Couvert, de un Rothko estaba cruzada por la vida de la narradora/ autora. Aquí los nombres parecen una excusa para decir otra cosa. Sí: está la anécdota para curiosos del arte, pero sobre todo hay una pregunta: ¿se puede contar la propia vida?, ¿qué de esa vida se filtra en la escritura?
Hay dos textos que ocupan el centro: el que le dedica a Bodhi Wind, artista que pintó tres piletas de natación para un film de Robert Altman, y el que se detiene en la escultora argentina María Simón.
En el primero la autora encuentra en la web un artículo escrito con su mismo estilo –”con esa artillería de símiles minando el texto”, dice– firmado por otra María Gainza. Más tarde le hacen llegar los cuadernos que esta tal Gainza escribió durante una internación psiquiátrica. Si una escribe desde la plena racionalidad, la otra lo hace en medio de la somnolencia o en pleno viaje astral (un médico le facilita una suerte de talismán para hacerlo). La firma, en definitiva, nos dice la autora es pura ficción; lo mismo, el estilo. El capítulo dedicado a María Simón es una reflexión sobre la autobiografía: en la vejez la escultora dictó sus memorias. En ellas siguió construyendo el gran personaje de sí misma que había creado en vida. Gainza se detiene en las esculturas más características de Simón: esas cajas de cartón que fundía en metal. “Soy una caja cerrada”, decía la escultora y: “si pudiera elegir una vida, ¿cuál elegiría?”
¿Cuántas veces se escribe, se pinta, se filma algo que valga la pena? Gainza sabe que son muy pocas y lo dice en este libro plagado de reflexiones. El resto del tiempo se trata de una simple conversación en el interior de la caja de María Simón. O en el mejor de los casos, quizá se encuentre una interlocutora tan atenta como la paloma que, para poner cada cosa en su lugar, en una escena memorable le dice: “Pinturas como puertas. Nada de espacios ni tiempos paralelos o pases mágicos, con las cosas de este mundo ya tenemos suficiente”.
Un puñado de flechas
Por María Gainza
Anagrama
244 páginas, $ 21.500
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/resena-un-punado-de-flechas-de-maria-gainza-nid27072024/