¿Puede una novela triste y desolada ser al mismo tiempo divertida y llevar deliberadamente a la risa? En el centro de Pequeñas desgracias sin importancia, de la canadiense Miriam Toews (Steinbach, 1964), están las hermanas Von Riesen: Elfrieda y Yolandi. Es una relación tensa y difícil, en la que la que parece tenerlo todo sufre sin pausa y la que vive en segundo plano se las ingenia para seguir adelante con relativo optimismo. Yolandi –la voz cantante como narradora– tiene una carrera sin éxito como escritora de novelas populares, hijos adolescentes y un divorcio en proceso. Elfrieda, en cambio, es una concertista de piano prestigiosa, felizmente casada, pero depresiva crónica: solo tiene ganas de morir. Cuando fracasa en un segundo intento de suicidio, Elfrieda le pide a su hermana que la acompañe a una clínica de eutanasia en Suiza. A partir de ahí, Yolandi –a pesar de esa enemistad íntima que fermenta desde la infancia– se pone como meta salvar a la hermana.

¿De dónde proviene ese dolor mortal, que solo se manifiesta en una de ellas? No tiene explicación, pero quizá pueda deducirse que cuando los sumandos de una vida están errados desde un comienzo no se los puede reordenar así como así. Las dos hermanas provienen de una familia de la comunidad menonita y tienen una historia de desarraigo y tragedia: el padre se mató en las vías de un tren. En esa comunidad, los pianos estaban prohibidos. La liberación de Elfrieda lleva también una carga de culpa soterrada. El milagro de Pequeñas desgracias... es su tono, ese humor irresistible que hace de un argumento como este una comedia impensada.

Pequeñas desgracias sin importancia

Por Miriam Toews

Sexto Piso. Trad.: J. Osuna Aguilar

304 páginas, $ 34.200