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Peronismo y catolicismo, una relación compleja

Investigar los vínculos históricos y sociológicos entre política, sociedad, Estado y religiones es importante para comprender la modernidad en América Latina. La Argentina no es una excepción...

Investigar los vínculos históricos y sociológicos entre política, sociedad, Estado y religiones es importante para comprender la modernidad en América Latina. La Argentina no es una excepción. Se trata de relaciones de largo plazo, y tanto de afinidades como de enfrentamientos.

Para esto es importante comprender que el catolicismo es un mundo integrado por instituciones, movimientos, culturas e imaginarios en continuo movimiento. Forma personas para la acción y la reflexión, para estar presente en el espacio público, para penetrar el Estado y la sociedad a fin de llevar su concepción católica de la enseñanza, la justicia y la espiritualidad social. No es un catolicismo para pocos y elegidos, sino para mayorías. Trabajadores, humildes y pobres son los y las privilegiadas en su accionar.

La formación social y espiritual es central en ese tipo de mundo católico. De allí surgirán “militantes católicos” que ingresarán al mundo de lo social, de la política partidaria y la actividad estatal.

La década del 30 es un momento de ofensiva de ese mundo católico en su entramado con la vida social de espacios populares urbanos y barriales, en su proceso de argentinización, nacionalización y catolización. La presencia en escuelas, en el Estado, las Fuerzas Armadas, los sindicatos, las sociedades de fomento será su objetivo principal para construir un “nosotros”.

El constitucionalismo social de fuerte influencia católica en la Constitución de 1949 entrelaza y disloca esos mundos. Se peroniza el mundo católico y se catoliciza el mundo peronista

Hay afinidades entre ese catolicismo y el naciente movimiento justicialista luego del triunfo electoral de Perón en 1946. No solo hay militantes que son, al mismo tiempo, católicos y peronistas. Además, hay una confluencia de imaginarios sociales entre el peronismo, que se afirma humanista y cristiano, y la enseñanza social católica: la lucha contra el mundo liberal y el mundo comunista, el enfrentar tanto al individualismo como al colectivismo, proponer la tercera posición, el bien común, la comunidad organizada, la concepción de propiedad social contraria a la propiedad privada y colectivista. Los mundos peronistas provienen centralmente de culturas sindicales anarquistas, socialistas y católicas, como de funcionarios formados en Ateneos y círculos católicos. El constitucionalismo social de fuerte influencia católica en la Constitución de 1949 entrelaza y disloca esos mundos. Se peroniza el mundo católico y se catoliciza el mundo peronista. Se sacraliza lo político y se politiza lo sacral. La cultura del trabajo los unifica y alimenta. El Jesús obrero y la Patria Justicialista interpela a ambos mundos .

Otros mundos católicos de acción y presencia en el espacio público se oponen a esos vínculos populares y estatales con el peronismo y se entrelazan con grupos sociales burgueses del agro y la ciudad, y con partidos políticos, como la Unión Democrática, opuestos a al peronismo y al catolicismo social.

La institución jerárquica católica se inquieta y sospecha de la “fidelidad” de religiosas, sacerdotes y militantes católicos insertos en el peronismo que cuestionan su autoridad. Al mismo tiempo, acompañan a los católicos politizados en la oposición y relacionados con grupos de las FFAA, que inundan de panfletos antiperonistas los templos en 1954 y 1955 . La matanza de más de 300 personas y miles de heridos en la cercanía de la Plaza de Mayo por aviones navales pintados con la insignia “Cristo Vence”, y la posterior quema de varios templos en la ciudad de Buenos Aires y otras ciudades argentinas conmociona al país. Perón es excomulgado de la institución católica y el golpe de 1955 es apoyado por la jerarquía católica local como por el Vaticano . Esa experiencia traumática quedará en la memoria de los actores católicos, en unos para defender a los trabajadores peronistas, en otros para demonizar a Perón y a su movimiento.

El Concilio Vaticano II en 1966, la Asamblea de obispos latinoamericanos en Medellín en 1968 y el documento de los obispos y expertos argentinos en San Miguel en 1969 reclaman la necesidad de un catolicismo inserto en los mundos populares. La opción por los pobres y por el pueblo. Nace en 1968 en la Argentina el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Para “encarnarse” –palabra clave– en barrios populares, en sindicatos, en villas, en colegios y universidades, en movimientos rurales y desde allí “anunciar la llegada del reino de Dios”. Lo integran casi 600 sacerdotes –sobre un total de 5500– junto a comunidades movilizadas en todo el país con religiosas, catequistas, promotores, pastorales, comunicadores y militancia social y religiosa.

En el avión que trae a Perón a la Argentina en 1973 –rehabilitado como católico por Roma– son invitados sacerdotes del MSTM (designan al padre Carlos Mugica como su representante). Ya en Buenos Aires, un gran grupo de esos sacerdotes se reúne con Perón para reflexionar sobre los nuevos desafíos de la relación entre catolicismos y peronismos en la década del 70.

La memoria de las complicidades de la institución católica con las últimas dictaduras cívico, militar y religiosa –y en especial la de 1976-1983, con su plan de violación de los derechos humanos y de asesinato de cientos de militantes católicos– sigue siendo un tema no asumido en su totalidad. Hay allí una gran deuda pendiente.

Hoy se viven nuevas experiencias de un mundo católico ya no más hegemónico. A la significativa presencia del mundo evangélico se le suma un número cada vez mayor de personas sin identificación religiosa o que rearman sus creencias por su propia cuenta.

Los sacerdotes de la Pastoral Villera, como los llamados sacerdotes en la Opción por los Pobres, son continuadores de las experiencia del MSTM en sus afinidades con movimientos sociales vinculados a lo popular y con lo peronista.

Las celebraciones por los 50 años del asesinato del Padre Mugica, como las cientos de misas contra el hambre en todo el país, muestran también una larga continuidad de profecías y martirios de ese mundo católico como así también de denuncias contra el liberalismo del mercado desregulado que produce mayores desigualdades con “ricos cada vez mas ricos a costa de pobres cada vez mas pobres”.

El actual Papa argentino ha retomado esa presencia publica católica global desde un “humanismo radical” donde proclama “que toda persona, todo varón, toda mujer es hija e hijo de Dios”, y por ende, sagrado. El Papa sigue predicando un catolicismo social histórico donde “nadie se salva solo”. Repite además que la propiedad “es un bien social” y que “toda persona tiene derechos” como un legado de la justicia social. La gran mayoría del obispado católico argentino lo acompaña en esta prédica.

Hace un siglo, hace 50 años y hoy, la presencia del antiliberalismo católico se mantiene vigente. Al mismo tiempo sigue presente un nacionalismo católico de reminiscencias militares y meritocráticas, junto con otros movimientos vinculados a un liberalismo católico internacionalizado que nutre a derechas radicales globales.

Doctor en sociología; autor de El mito de la Argentina Laica. Catolicismo, política y Estado (Capital Intelectual, 2016) entre otros libros

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/peronismo-y-catolicismo-una-relacion-compleja-nid20072024/

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