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¿Para qué sirve la ciencia?

“César ganó el premio Nobel”, cuatro palabras extraordinarias que hace cuarenta años llegaban a oídos de la esposa de Milstein, Celia Prilleltensky, cuando recibió el famoso llamado de la ...

“César ganó el premio Nobel”, cuatro palabras extraordinarias que hace cuarenta años llegaban a oídos de la esposa de Milstein, Celia Prilleltensky, cuando recibió el famoso llamado de la Academia mientras trabajaba en el laboratorio del Instituto Brabaham de Cambridge.

Qué habrá pasado por la cabeza de un grande como César Milstein cuando se enteró de la noticia no lo sabemos, pero sí podemos hablar de su legado: Milstein decidió no patentar su descubrimiento. Su espíritu social priorizó el acceso equitativo a la salud considerando que, a partir de su hallazgo, un gran porcentaje de los tratamientos médicos se vincularían directamente con los anticuerpos monoclonales.

En nuestra historia reciente hay muchos debates que se están dando en términos macroeconómicos que requieren cordura, responsabilidad y ese espíritu social. La situación compleja que atravesamos como país deviene en un escaso margen de maniobra que debe equilibrarse con la necesidad de que las cuentas cierren.

Quienes generamos empleo o gestionamos desde pymes hasta grandes empresas, sabemos de primera mano lo que significa que las cuentas cierren. Pero también sabemos que esos números deben estar asociados a una visión, acompañar una planificación sobre lo que esperamos a futuro. En un país ese norte es el desarrollo, la prosperidad económica y social. En criollo: que la rueda se mueva, que haya más empleo, más inversión, que las personas puedan vivir dignamente. La educación, la ciencia y la tecnología son las bases de esa pirámide ascendente.

Nos debemos la responsabilidad de transitar la cornisa con cordura, donde la proyección a futuro se asiente sobre todo lo que sembramos en el pasado, que en términos de ciencia y tecnología no es poco. Argentina ha sido el origen de descubrimientos y avances científicos en diversas áreas, hoy la biotecnología nacional sigue revolucionando el campo de la salud en terapias innovadoras contra el cáncer, como Galtec, de la mano de Gabriel Rabinovich. Desde el fin del mundo también hemos hecho contribuciones al conocimiento global en otras áreas como la agroindustria, con el trigo resistente a la sequía.

La historia reciente tiene muchos casos de estos, como la vacuna argentina contra el Covid-19, Arvac Cecilia Grierson, un logro que fue producto del trabajo del sector privado, la universidad pública y el Conicet. Este ejemplo subraya la capacidad de la ciencia argentina para enfrentar desafíos a escala. Todavía me acuerdo cuando entre toda la comunidad científica difundimos las búsquedas de voluntarios para los ensayos.

Vale la pena revisar y cuidar el camino recorrido y la historia de Arvac es un testimonio de lo que se puede lograr en el ámbito de la salud uniendo esfuerzos. Habla también del prestigio de nuestra ciencia y la excelencia de nuestras universidades. Es una gran pena que esto se ponga en tela de juicio.

Hay que revisar y optimizar todo lo que pueda funcionar mejor, claro que sí. El camino se viene allanando: afortunadamente hay un consenso general sobre cuestiones que históricamente fueron piedras en el zapato como la necesidad de desarticular los focos de corrupción, las leyes obsoletas que dificultan la generación de empleo, los impuestos en cascada que atentan contra la inversión y la producción, y así podría seguir, pero es una lista que prácticamente ya todos conocemos de memoria.

Sería necio negar que este momento de la Argentina requiere esfuerzos, buscarle la vuelta para volvernos más eficientes. Pero tenemos que mirar con lupa las decisiones que se tomen en torno a la educación y la ciencia, porque comprometen el futuro del país.

Es difícil aportar lucidez en un magma tan complejo. Vivimos insertos en un mundo donde conviven más que nunca múltiples conversaciones y, muchas veces esas conversaciones lejos de incentivar el diálogo, son como islas donde cada uno escucha y retroalimenta su propio punto de vista. Peores que un algoritmo.

No es casual que el documental que habla de la vida de Milstein se llame “Un fueguito”. El título hace referencia al relato de Eduardo Galeano “Un mar de fueguitos” que, hacia el final, habla de algunos fuegos que “arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende”. La pregunta del título es ambiciosa: ¿para qué sirve la ciencia? La respuesta tiene matices pero estoy convencido de que no hay fuego que se pueda encender sin curiosidad, sin preguntas y sin hipótesis. La educación, la ciencia y la tecnología son chispas necesarias. Lo demás viene por cuenta propia.

Presidente de Laboratorios Richmond

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/para-que-sirve-la-ciencia-nid02112024/

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