Ola de calor: qué son los refugios climáticos y dónde están en la ciudad
El gobierno de la ciudad habilitó 64 refugios climáticos para que los vecinos puedan protegerse de las altas temperaturas y de ...
El gobierno de la ciudad habilitó 64 refugios climáticos para que los vecinos puedan protegerse de las altas temperaturas y de las olas de calor en un lugar “confortable y fresco”.
En concreto, se tratan de espacios cerrados como escuelas, bibliotecas, museos, centros comunitarios o comerciales y espacios abiertos que cuenten con sombra o infraestructuras urbanas verdes, como parques o plazas.
Según comunicó la Ciudad, hay 64 refugios, al menos uno en cada una de las 15 comunas y todos son de acceso gratuito. “El objetivo principal de los refugios climáticos es proteger a las personas y otras especies frente a condiciones climáticas extremas, como olas de calor”, explicó Mónica García Fernández, directora del estudio arquitectónico Cómo crear historias, centrado en incorporar la naturaleza al entorno construido a través de Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN).
“Los refugios climáticos son espacios abiertos al público, confortables y frescos, en los que los vecinos pueden ingresar para descansar unos minutos y luego continuar con sus actividades. Son importantes porque se espera que las olas de calor sean cada vez más frecuentes, intensas y duraderas debido al cambio climático”, explicaron fuentes de la Subsecretaría de Ambiente porteña a LA NACIÓN.
Para la elección de los espacios, la Ciudad tuvo en cuenta que sean frescos, ya sea porque cuentan con temperaturas menores por tener un espacio verde o porque tienen ventilación o aire acondicionado y porque tienen un espacio confortable para que los vecinos puedan permanecer un momento.
Tras una recorrida de LA NACIÓN por algunos de estos refugios climáticos, se destaca que estos funcionan en su horario habitual. Además, en algunos de ellos, como el Museo de Arte Español Enrique Larreta (Juramento 2291), no había ningún distintivo que indique que se trate de un refugio de la red. De hecho, sus empleados desconocían que figuraban en la web del gobierno de la ciudad como refugio climático.
“Para que un espacio interior sea considerado un refugio climático, debe ser capaz de ofrecer confort térmico, incluso durante condiciones climáticas extremas, manteniendo una temperatura máxima de 26°C o 27°C en verano”, explicó García Fernández.
Según la arquitecta, que tutoriza el curso “Diseña una red de refugios climáticos y renaturaliza la ciudad”, el acceso al espacio debe ser sin coste, lo que resulta “esencial” para incluir a las personas más vulnerables. Además, debe contar con disponibilidad de agua potable “sin restricciones”. También es fundamental que sean accesibles para personas de todas las edades y condiciones, lo que implica contar con accesos adaptados, en un horario amplio y señalización clara.
La experta también destacó como factor clave la sostenibilidad: “Estos espacios deberían emplear materiales de bajo impacto ambiental y sistemas eficientes en cuanto a consumo y gestión de recursos”.
En otros casos, como el de la Biblioteca L. Lugones (La Pampa 2215), hay un cartel pequeño, de unos cincuenta centímetros de alto, que indica que se trata de un refugio climático. Silvia, una de las empleadas que prefirió no dar su apellido, consideró que forman parte de la red porque están en una ubicación estratégica, pero no notó que entrase más gente. Además, recibieron un curso sobre cómo asistir a las personas. Todas las bibliotecas de la ciudad forman parte de la red.
Según informaron desde la Subsecretaría de Ambiente, el verano pasado se realizó una capacitación para todos los espacios que se adhirieron a la red, enfocada en el personal, “sobre el cambio climático y la importancia de la red de refugios climáticos como medida de adaptación en la ciudad” y, cuando se suma un nuevo refugio, su personal recibe esta formación.
En otros casos figuran estaciones saludables, que son espacios donde se imparten clases al aire libre de distintos tipos de ejercicios. Se trata de sitios pequeños con aire acondicionado. Tras visitar la estación de Rubén Darío (Avda. del Libertador y Dr. Luis Agote), no se ve ninguna señal ni distintivo que indique que se trata de un refugio. Según las trabajadoras, “es un lugar de paso para que la gente tome aire”. En su interior hay dos mesas para las trabajadoras, con sus respectivas sillas, y otras dos para el resto. Además, las empleadas aseguraron no haber recibido ningún tipo de formación este año, pero que más adelante les darán “una bajada de línea”.
“Un espacio al aire libre debe proporcionar sombra mediante árboles de hoja caduca, estructuras ligeras o cubiertas vegetales que bloqueen la radiación solar, faciliten la ventilación natural y genere brisa, para ayudar a refrescar el ambiente a través de la evaporación del agua”, dijo García Fernández.
Además, añadió que la vegetación es esencial, “especialmente si incluye plantas nativas y biodiversas que enfrían el entorno, generan un microclima agradable, crean hábitats para la fauna local y contribuyen a la evaporación del agua para refrescar el aire”.
Desde la Ciudad aclararon que los refugios “no son centros de atención de salud, por lo tanto, no cuentan con atención médica. Si una persona se siente mal debe contactarse con el 107 para solicitar que lo atiendan”.
La red de refugios comenzó el verano pasado, siendo el Jardín Botánico Carlos Thays (Avenida Santa Fe 3951) el primero. Al inicio la Ciudad contaba con 43 espacios, pero este verano se sumaron 21 nuevos refugios.
Para consular sobre los refugios climáticos que hay en la ciudad hacer clic aquí.