Novak Djokovic, el escapista: cómo hizo el número 1 para evitar la derrota ante Francisco Cerúndolo
Las imágenes se repiten, la secuencia se ha hecho habitual. Novak Djokovic luce agotado, al borde del colapso, casi vencido... Y vale la pena remarcar el “casi” porque, minutos después, el n...
Las imágenes se repiten, la secuencia se ha hecho habitual. Novak Djokovic luce agotado, al borde del colapso, casi vencido... Y vale la pena remarcar el “casi” porque, minutos después, el número 1 del mundo parece resurgir, y llevarse por delante a su rival. Ese adversario que conoce de sobra al serbio, que sabe de su capacidad sobrenatural para recuperarse, y sin embargo, cae en la telaraña que Nole teje con una habilidad singular, hasta capturar a su presa. Lo hizo de nuevo Djokovic en Roland Garros. El escapista consiguió evitar una eliminación que parecía casi sellada, y derrotó a Francisco Cerúndolo, su víctima de este lunes, por 6-1, 5-7, 3-6, 7-5 y 6-3, en un terrible combate de 4h39m en el court Philippe Chatrier.
Cerúndolo pareció revivir la pesadilla que sufrió Lorenzo Musetti en la trasnoche histórica del sábado, ese match que se estiró hasta pasadas las 3 AM en París. El italiano estuvo dos sets a uno arriba sobre el serbio, muy cerca de un éxito consagratorio... pero Djokovic lo dio vuelta: 7-5, 6-7 (6-8), 2-6, 6-3 y 6-0. Este lunes, el número 1 del mundo repitió la receta. Estuvo más cerca Cerúndolo, sí. Dos sets a uno en la cuenta, y 4-2 y 30-15 en el cuarto parcial. Tan cerca y tan lejos... Lejos, en realidad, porque con Djokovic la meta siempre está más allá de lo que parece; cuando da la impresión de que uno llega, el escapista logra que el horizonte asome más lejano.
¿Cómo lo hace Djokovic? ¿Cuál es su receta? Por un lado, está su propia leyenda, la que él ha forjado, y que intimida a sus rivales. A los 37 años, el serbio puede no ser el mismo de otros tiempos, lo que no significa que sea un rival “ganable”. Quizás pueda tener una mala gira en torneos de otro rango, pero en los Grand Slams es donde asoma el “modo bestia”. El máximo ganador de torneos grandes (24), el único capaz de jugarle de igual a igual en intensidad a Rafael Nadal y de derrotar dos veces al zurdo manacorí en el polvo de ladrillo parisino. ¿Cómo no va a poder remontar un desarrollo adverso? En eso también se ha hecho especialista. Nole sabe manejar como nadie los tiempos de un partido: cuándo acelerar, cuándo enfriar, cuándo tirarle toda la presión al adversario, cómo saber llevar el peso de un partido crucial sobre la espalda sin encorvarse. En todo caso, Cerúndolo ha sido otra presa de Djokovic. Incluso Roger Federer -la final de Wimbledon 2019, cómo olvidarla- sucumbió a las remontadas del balcánico.
El serbio necesitó de todos los trucos de su galera para doblegar a Cerúndolo. Pidió asistencia médica por dolencias en la rodilla cuando peor la estaba pasando. Se quejó por el estado del piso del court central, acaso la cancha mejor cuidada del mundo. Pero, cuando promediaba el cuarto set y la derrota daba vueltas en la tarde parisina, apareció toda su elasticidad para llegar a un tiro cruzado del argentino que salvó con una volea desde el subsuelo, para pasarla apenas por la parte alta de la red, y celebrarlo con un “avioncito”. Activó el turbo cuando Cerúndolo sacó 5-6 en el cuarto set, y martilló hasta quebrar y llevar el partido a un quinto parcial, ya con el viento a favor. Nadie como Djokovic para “leer” un partido, para meterse en la cabeza del adversario, para generar dudas donde no las había. A eso le suma, además, su habilidad: mejorar la efectividad del saque en los momentos complejos, cambiar tácticas y desconcertar al adversario.
“Estuve quizás a tres o cuatro puntos de perder este partido. ¿Cómo hice para volver a ganar? No lo sé. La única explicación que tengo son ustedes”, dijo Djokovic, en referencia a los espectadores. Es cierto que el público francés aupó al número 1 en los momentos críticos, y le dio su apoyo en la arremetida. Pero, al mismo tiempo, forma parte del personaje que a veces toma el Joker serbio: si el público no está de su lado, se agarrará de los silbidos y abucheos. Todo le sirve como combustible para sus hazañas. Así, el artista del escapismo concretó otra levantada con suspenso. Posiblemente, esto tenga su costo: en dos partidos acumuló más 9 horas de esfuerzo, y más temprano o más tarde, esas batallas pesen frente a un adversario de mayor relieve.
Su próximo adversario será Casper Ruud, 7 del ranking y finalista aquí los últimos dos años. Nole encabeza 5-1 el frente a frente entre ambos, pero el noruego le ganó por primera vez hace unas semanas, en la semifinal de Montecarlo; antes, no le había podido arrebatar ni un set. Ruud tomó nota de todo, ya sabe todo lo que su próximo adversario es capaz de hacer: “No tengo nada que perder, voy a intentarlo y a disfrutar. Siempre es duro. No importa dónde juegues contra él, es uno de los partidos más difíciles de nuestro deporte. Iré por mi revancha, pero estoy seguro de que estará en forma y preparado para buscar el pase a semifinales”.
Cerúndolo se quedó con las ganas de emular a Juan Martín del Potro, el único argentino que logró ganarle a Djokovic (¡y cuatro veces!), la última de ellas en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. El récord del número 1 sobre rivales argentinos es de 49 triunfos y 4 derrotas. El porteño, que se enfrentaba por primera vez con Nole, se sumó a la lista de rivales frustrados. Estuvo muy cerca, sí. Acaso, con un poco más de experiencia en duelos de este calibre, lo hubiera llevado al líder del circuito más cerca de la cornisa. No alcanzó esta vez.
Con 24 títulos grandes en su colección, Djokovic puede seguir persiguiendo en el Abierto francés una marca legendaria en un torneo que conquistó en tres ocasiones: 2016, 2021 y 2023. “Lo siento por Francisco. Merecía ganar. Es un gran tipo, un gran jugador, y demostró gran carácter en la cancha. Estoy muy orgulloso de haber podido dar vuelta el partido”, expresó el serbio. También podría cantar los versos de “La cigarra” de María Elena Walsh: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, y sin embargo estoy aquí, resucitando”. Otro episodio de que nunca, jamás, hay que subestimar el corazón de un campeón.