No hay que escuchar el canto de las sirenas “proteccionistas”
Cuenta la leyenda que, con su canto, las sirenas embelesaban a los tripulantes de los barcos y los llevaban a sucumbir en un naufragio. Las medidas proteccionistas del gobierno de EE.UU. llevaron a...
Cuenta la leyenda que, con su canto, las sirenas embelesaban a los tripulantes de los barcos y los llevaban a sucumbir en un naufragio. Las medidas proteccionistas del gobierno de EE.UU. llevaron a algunos en la Argentina a argumentar que se debía responder manteniendo o incrementando el proteccionismo local. En esta columna demostraremos que no hay que escuchar esos “cantos de sirena”, que sólo harán naufragar nuestro bienestar para llenar los bolsillos de algunos privilegiados.
Para entenderlo, analicemos cómo afectará a los estadounidenses que se cierre su economía. Cuando se protege a algún/os sector/es, se encarece la importación de los bienes y servicios alcanzados por esa medida. De esta forma, los productores locales pueden vender a un mayor precio lo que producen, con un impacto negativo en el bienestar de aquellos que los pagarán caros y se les reducirá su posibilidad de elegir.
Por otro lado, al volver artificialmente más rentables esos sectores, cuando son relativamente ineficientes y por eso no podían competir con los importadores, se incentiva a que se dediquen recursos a producir allí. Además, se generan empleos a costa del nivel de vida del resto de la población. En cambio, si se los asignaba a los sectores más productivos, dichos empleos y recursos hubieran servido para mejorar el bienestar de la sociedad; ya que hubieran generado una mayor disponibilidad de bienes y servicios.
Por otro lado, si lo que se protegen son sectores que producen insumos para otras empresas más eficientes, eso les quitará competitividad; porque ya no podrán comprarlos más barato y mejor, eligiendo entre la oferta de todo el mundo. Por lo tanto, los bienes y servicios que producirán no tendrán al mejor precio y mayor calidad posible. En conclusión, se estará mejorando a un sector ineficiente, que no podía competir contra productos del exterior, a costa de uno verdaderamente productivo, que sí puede hacerlo.
Téngase en cuenta que el que importa un producto tiene que pagar todo el costo de traerlo desde otro país; mientras que el productor doméstico no tiene ese problema, o sea que ya cuenta con una protección natural por ser local. En tanto, el exportador es lo suficientemente eficiente como para asumir lo que sale poner ese producto en otro país e, igual, ganarle mercado a quienes lo elaboran allí. Así queda claro que estos últimos son más eficiente que los primeros.
Cuando un país normal se protege a parte de la economía, se desincentiva la importación; por lo que, en ese mercado, caerá la demanda de divisas extranjeras, haciendo que pierdan valor. Los que producen divisas extranjeras son los exportadores; por lo que se los desincentiva a fabricar y vender al mundo. En definitiva, se afecta negativamente a la parte de la economía que es eficiente, para beneficiar a otra parte que es relativamente ineficiente. Por lo tanto, la productividad de esa economía será menor, la disponibilidad de bienes y servicios también y el conjunto del país vivirá peor.
Además, suele pasar que los países que se vuelven proteccionistas generan reacciones de otras naciones que responden con medidas similares. Por lo tanto, los exportadores tienden a ver cada vez más difícil vender sus productos en el mundo; lo cual vuelve a golpear negativamente a los sectores más eficiente y, por ende, al bienestar presente y futuro de sus habitantes. Por lo tanto, queda claro que las posibilidades de crecimiento de una nación proteccionista son menores que lo que hubiera sido si fuera mantenido su apertura.
Por supuesto, en la Argentina no es raro que aparecieran quienes proponen responder con mayor proteccionismo o, por lo menos, frenar el proceso de apertura actual. Sin embargo, eso sólo beneficiará a los sectores que compiten con importaciones, permitiéndoles ganar más plata vendiendo localmente a mayores precios sus productos o servicios. Esto, a costa del bienestar de los restantes habitantes del país, como demostramos en los párrafos anteriores. Mientras tanto, se volverá menos eficientes a aquellos sectores más competitivos del país, desincentivando invertir allí, para producir más y generar empleo mejor remunerados, que además son útiles a la sociedad y no a costa de ella, como los creados con proteccionismo. Por ende, cerrar la economía sólo empeorará las cosas aún más para sus residentes. No hay que escuchar los cantos de sirena “proteccionistas” de los que sólo quieren ganar plata a costa del nivel de vida sus conciudadanos.
Economista y director de la Fundación Libertad y Progreso