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Más allá de El encargado: otros villanos de la televisión se ganaron el corazón del público

Hay quienes dicen que una historia es tan buena como su villano. Inescrupulosos, sin remordimientos y faltos de ética, hay personajes atravesados por la maldad que causan una gran fascinación. Po...

Hay quienes dicen que una historia es tan buena como su villano. Inescrupulosos, sin remordimientos y faltos de ética, hay personajes atravesados por la maldad que causan una gran fascinación. Por ese motivo es que muchos relatos, lejos de posicionarse desde la perspectiva de los héroes, prefieren hacer foco en quien tradicionalmente hubiera sido el antagonista. El Eliseo (Guillermo Francella) de El Encargado es un gran ejemplo de eso, aunque desde luego, no es el primero dentro de una extensa galería de villanos que también cautivaron a los espectadores.

El encanto de los invasores

En los dramas o en las series de aventura, un buen villano es clave. Durante los años setenta y ochenta, un momento en el que algunas series se animaban a complejizar las estructuras televisivas clásicas, la posibilidad de presentar un villano que el público amara odiar era un llamado al éxito. Y aunque el televidente siempre iba a empatizar con el héroe, sentir una atracción por su rival era un sentimiento que muchos disfrutaban a escondidas. En ese sentido, las perversiones de Alexis (Joan Collins) en Dinastía, eran fuente de placer. La malvada de la saga, que una y otra vez se enfrentaba a Blake Carrington (John Forsythe), era una de las figuras favoritas de la serie, y los televidentes disfrutaban especialmente esos legendarios enfrentamientos a puño limpio (o a tiradas de pelo, mejor dicho) entre ella y Krystle (Linda Evans). Alexis fue una villana que generó tanta atracción entre los televidentes que, más de una vez, muchos quisieron verla ganar.

En la serie de los ochenta, había mucho villano invitado. En División Miami o en Brigada A, el grupo central debía luchar contra rivales distintos todas las semanas. Pero es indudable que a lo largo de esa década, hubo un grupo de enemigos que se consolidó como un símbolo en sí mismo. Un ejército invasor que reclutó fans delante y detrás de la pantalla, a fuerza de un discurso vil que escondía sus verdaderas intenciones: las de doblegar a la humanidad. Y todo eso quedó a la luz cuando uno de esos villanos se comió una rata. Ellos eran los lagartos de V: invasión extraterrestre. Esta raza de alienígenas llevó a los villanos televisivos a un nuevo nivel y los convirtió en seres que despertaban una fascinación inexplicable. Invocar el nombre de V no es tanto pensar en Donovan (Marc Singer), sino más bien en Diana (Jane Badler), y ese es el ejemplo más acabado sobre la popularidad que estos enemigos ganaron durante esos años.

Villanos adorables, repulsivos y hasta ridículos

Durante buena parte de los noventa, los villanos todavía no tenían serie propia, pero sí comenzaban a ganar una fuerza superior en muchos relatos. Quizá no aparecían demasiado, quizá eran algo caricaturescos o hasta se pasaban al bando de los héroes. Había enemigos de toda clase, y ser el malo de una historia era un canto de sirena para muchos intérpretes.

Durante esa décadas hubo villanos de todos los tipos y colores. Bob (Frank Silva) en Twin Peaks tenía muy poco tiempo en pantalla, pero su siniestra presencia alcanzaba para contaminar el clima de toda la historia; el nazi de la sopa trabajó en apenas dos capítulos en Seinfeld, pero su sadismo dejó una huella imborrable, e incluso Rita Repulsa (Machiko Soga) en los Power Rangers era una malvada que generaba interés a partir de ese toque absurdo que lindaba con el kitsch.

Hubo otro villano que si bien nació de una fórmula muy trillada, pronto adquirió una multiplicidad de capas que lo llevaron a ser de las figuras más carismática de la pantalla chica. En Buffy la cazavampiros, Spike (James Masters) era un temido vampiro que peleaba una y otra vez contra la heroína del título. Con un look inspirado en Billy Idol, esta era una feroz criatura adicta a la buena vida y a la sangre de los inocentes que se cruzaban en su camino. Spike y Buffy (Sarah Michelle Gellar) chocaron fuerzas innumerables veces, hasta que se besaron y dieron comienzo a un vínculo terriblemente tóxico. Spike era el tipo rudo que provocaba una atracción inmediata, y ese personaje creció gracias al interés sostenido que mostraba el fandom de Buffy. Y es indudable que si esta serie se produjera hoy, Spike tendría su propio spin off.

A Tony, que le debemos tanto

Se dijo mil veces, así que ahora se dirá una más: la llegada de Tony Soprano (James Gandolfini) cambió para siempre las reglas de la televisión. Por primera vez una serie a gran escala ponía en el centro de la acción a quien históricamente hubiera sido el villano. La ficción creada por David Chase sometía al espectador al ejercicio de empatizar con el mafioso, el asesino y el extorsionador, pero también con el hombre de familia que, torturado por su línea de trabajo, se encerraba en sus ataques de pánico como único refugio en el que salvaguardar la poca ética que quedaba en su humanidad.

El éxito de Los Soprano empujó a otros guionistas a explorar propuestas similares y hacer de personajes de muy dudosa moralidad, los ejes del relato. De esa forma, Dexter (Michael C. Hall) o Walter White (Bryan Cranston) se erigieron como los herederos más directos de esa tradición. Figuras centrales en propuestas muy distintas (y en dos ficciones de muy variada calidad), ese asesino en serie y el capo de la metanfetamina, se asentaron como villanos protagonistas capaces de enamorar a la audiencia. Aquella ley no escrita sobre los héroes como únicos timones posibles para una serie era evidente que a finales de la primera década de este siglo ya había desaparecido.

Los nuevos antihéroes

Tony Soprano permitió no solo que los villanos fueran protagonistas, sino también y, de forma indirecta, habilitó a que una nueva generación de héroes pudiera tensar considerablemente los límites de lo permitido. Aníbal Smith (George Peppard) jamás hubiera torturado a un enemigo, McGyver (Richard Dean Anderson) nunca podría haber golpeado a un rival hasta matarlo, como del mismo modo Michael Knight (David Hasselhoff) jamás de los jamases hubiera utilizado su auto fantástico para atropellar a un rival. Pero en 24, Jack Bauer (Kiefer Sutherland) hizo todo eso y mucho, muchísimo más. Lejos de los héroes impolutos, de conductas intachables y morales superiores, los 2000 le abrieron la puerta a los justicieros que ponían el objetivo por sobre los medios. En ese sentido, Jack Bauer se consolidaba como el héroe ideal para los convulsos tiempos posteriores al 11 de septiembre.

En la misma línea, muchos directores trabajaron en los grises que se acumulaban en las grietas de los héroes del relato. Vic Mackey (Michael Chiklis) en The Shield o McNulty (Dominic West) en The Wire, eran policías dispuestos a romper cualquier estructura legal con el fin de cumplir con sus objetivos. Para esos agentes, los códigos eran endebles y las reglas opcionales.

Jack (Matthew Fox) de Lost, quien progresivamente se revelaba mucho más pragmático de lo esperado, o Rick (Andrew Lincoln) de The Walking Dead, que con el fin de defender a los suyos era capaz de decapitar tanto a zombies como a humanos, son otros dos ejemplos de la clase de héroe que encantaba a los televidentes de la década pasada. Ambos eran los buenos (al menos desde la perspectiva del relato) y los dos tuvieron rivales como Ben Linus o Negan, quienes en esencia eran ideológicamente muy afines a las presuntos héroes de la historia.

Abrazar al villano

Un largo recorrido acostumbró a al público a sentirse plenos en el ejercicio de reflejarse en el interior de protagonistas amorales. Don Draper (Jon Hamm) era un manual de autodestrucción envuelto en un carisma envidiable; el doctor House (Hugh Laurie) era un misántropo que odiaría a cualquier de los televidentes que lo aplaudían desde su sillón y Jax Teller (Charlie Hunnam) un motoquero shakesperiano de una violencia desmedida. Todos esos personajes conducían relatos muy distintos, pero a todos los emparentaba el que los espectadores celebraran incondicionalmente todas sus victorias. Por ese motivo es que contra todo pronóstico (y sin brújula moral de ningún tipo) hay quienes toman partido por villanos absolutos como es el caso de Homelander (Antony Starr) en The Boys.

Y en este caos de héroes sin ética y villanos empáticos, Eliseo al final resulta ser dueño de cierta nobleza. Porque Guillermo Francella es uno de los pocos actores de la televisión mundial capaz de escupir verdades amargas que los espectadores tragan como caramelos. “Ustedes oúpense de mirar, que de vivir, me encargo yo” le dice Eliseo a su público, rompiendo la cuarta pared y demostrando que a alguien como él es imposible de rotular. Y sin más remedio que dejarnos arrastrar por ese encanto aplicado a la maldad, El encargado nos lleva a disfrutar cada uno de esos maquiavélicos planes. Porque a fin de cuentas es más divertido encontrarse en el villano.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/series-de-tv/mas-alla-de-el-encargado-que-otros-villanos-de-la-television-se-ganaron-el-corazon-del-publico-nid25072024/

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