Marta Sánchez: está por cumplir 58 y practica una terapia que la prepara “para la vejez”
Hay entrevistas que se tuercen nada más empezar, no se sabe muy bien por qué y que no acaban de enderezarse del todo, dure lo que dure encendida la grabadora, pese al empeño de ambas partes por ...
Hay entrevistas que se tuercen nada más empezar, no se sabe muy bien por qué y que no acaban de enderezarse del todo, dure lo que dure encendida la grabadora, pese al empeño de ambas partes por conseguirlo. Esta es una de ellas. La cita con Marta Sánchez es a las seis de la tarde, en un exclusivo restaurante madrileño de moda participado por su pareja, el empresario canario Federico León, “Fede” para ella y sus amigos, que recibe y charla simpatiquísimo con la periodista hasta que llega la entrevistada. Sánchez saluda correcta, pero con aire frío, quién sabe si por timidez o reserva, y se ofrece al trámite sin más ceremonia. Ya a solas, instaladas frente a frente en la mejor mesa del local, se impone romper el hielo. El éxito del intento es relativo.
–Sospecho que no le entusiasman las entrevistas, ¿qué son para usted, después de casi 40 años de carrera?
–Pienso que las entrevistas son una especie de recordatorio a la gente de que estás ahí. Una ventana importante para los artistas. Necesito de mi público, que da sentido a mi carrera. Hay que regar la planta para que siga sana y creciendo, seguir dándole cuerda a la maquinaria. Pero, sí, a veces en las entrevistas se demandan una serie de curiosidades del entrevistador, datos personales, que no son tan necesarios.
–¿De qué le gustaría hablar en esta?
–Estaría muy bien hablar del trabajo de uno. Explicar en qué estás, qué presentas, qué quieres que la gente sepa profesionalmente de ti, o de aspectos de la vida, de todo un poco. Menos de política, porque de política no se puede hablar en este país.
–¿Por qué?
–Porque no se respeta tu opinión.
–¿No se ha sentido respetada con algo que haya dicho?
–No. Pero no me saques ese titular, por favor te lo pido. Es como el fútbol, si eres del Atleti, los del Real Madrid se enfadan, y si eres del Real Madrid, se enfadan los del Atleti.
–¿Cree que eso influye a la hora de que la gente vaya o no a sus conciertos?
–No. A mis conciertos se va a verme cantar y a disfrutar de mi música. Pero, volviendo a lo de las entrevistas, si me la vas a liar con ese titular me haces polvo, y no me ayudas, porque la gente se toma los titulares muy a pecho. Lo puedes poner en el texto, pero no titulando.
–¿Tanto le afectan las críticas?
–Hay un dicho que dice que el periódico de hoy envuelve el pescado de mañana. Entonces, siempre pienso un poco en eso. Todo pasa. Todo pasará. Pero, en el momento, sí que me provocan molestia.
–Fui a verla cuando cantaba con Olé Olé, con 20 años, y se comía el escenario. ¿Cómo ve hoy a aquella Marta?
–Esa Marta tenía clarísimo desde los cinco años que quería cantar, porque era la profesión de mi padre, y lo que me hacía feliz. A los 20 años sabía que quería ser especial. Yo. Única. Y, sí, puedo presumir de no haber copiado a nadie. Mi padre, que era cantante de ópera, decía: “Hazlo lo mejor que puedas y, sobre todo, nunca copies a nadie”. Influencias sí he tenido. Es ley de vida. Nos alimentamos y retroalimentamos de lo que hemos oído. La Jurado, Ana Belén o Luz Casal son artistas que admiro mucho y que me han inspirado.
–Y al revés, ¿se ha sentido imitada?
–No lo sé. Igual, después de tantos años de música, a lo mejor he dejado alguna huella en mis colegas en mi forma de ejecutar y de interpretar un estilo; pero no te voy a decir un nombre concreto.
–¿Cree haber alcanzado su plenitud profesional?
–Llevo 40 años casi cantando y creo que domino mi instrumento, he aprendido muchísimo de él y lo he hecho mi aliado. Hay algo que juega en mi contra y es el tiempo. Las cuerdas vocales envejecen, como el cuerpo, y se pierden en agudos. Tengo que recolocar mi voz. Igual ahora no estoy en plenitud de números 1 en las radios, pero sí en serenidad, objetividad y selección. Ahora es cuando más controlo mi carrera.
–¿Se sigue emocionando con sus canciones?
–Con algunas, claro. Y cada vez más, porque, cuando estás con el meollo, de promoción, en plena vorágine, es un poco el día a día. Pero cuando pasan los años y las vuelves a escuchar, dices: qué bonito canté esto, qué interpretación más lúcida y con más gusto.
–¿Se canta mejor cuando se es feliz o cuando se sufre?
–No hay que mezclar. Yo he sentido un dolor insoportable trabajando por cuestiones personales, de rupturas o de pérdidas, o de decepciones; la emoción te saca todo a flor de piel. Pero también cuenta mucho tu educación, y mis padres me enseñaron que hay que contenerse. Mi padre cantó una ópera el día que murió mi abuelo.
–¿Es muy exigente con usted misma?
- Sí, soy muy exigente conmigo misma, pero también muy disfrutona. Soy muy Tauro, muy pasional, visceral, pero también muy terrenal, muy hogareña, muy de lo mío, y defiendo lo que considero que tengo que defender con uñas y dientes.
–¿Qué la saca de sus casillas?
–Sobre todo, la mala educación, la mediocridad. También la falsedad, la no empatía, la gente sucia.
–¿Desaseada?
–Sí, sucia. En costumbres, en el orden, en el aseo, todo.
–¿Se considera conservadora?
–En muchas cuestiones, sí, en otras soy muy moderna, pero, sí, tiendo a ser más conservadora. Hay cosas que no me gustan estética o moralmente, o de costumbres. Pero, vamos, que soy respetuosa con que el prójimo haga lo que quiera en su vida.
–¿Religiosa?
–Sí, a mi manera. Tuve una época, cuando murió mi hermana que me sentí cabreada con Dios y con el mundo, pero he vuelto. Tengo mis ideales, mis valores y mis creencias.
–Su canción “Soy yo” es un prodigio de autoafirmación. ¿La escribió por una ruptura?
–Esa canción la escribí en mi cocina y me salió del alma. Fue tras una ruptura, pero no era yo la abandonada. Había dejado a una pareja y, sí, es un “I Will Survive” español. Pero, vamos, he escrito canciones muy buenas en todos mis momentos anímicos.
–¿Qué siente al escuchar ese himno?
–Cuando escucho mis letras, y han sido éxitos, creo que, de alguna manera, no se me valora como compositora lo que se debería. Quizá, sobre todo, porque no llevo una guitarra colgada, que es la imagen con que se asocia a las cantautoras en este país.
–Su imagen ha sido también su seña de identidad y 40 años dan para mucho.
–Todas tenemos un pasado. A veces me horrorizo de algunos looks que llevaba, pero también creo que he sabido rectificar a tiempo y corregirme. Ahora ya no me la juego tanto porque, con el tiempo, las facciones de la cara no lo permiten. Con la edad hay que tener más comedimiento.
–Me encanta que se autorreivindique como autora. No es frecuente en nuestra generación.
–Bueno, mujeres que valen mucho ha habido siempre. Es verdad que la diferencia de derechos y de posición y de oportunidades ha dejado mucho dolor. Desde Cleopatra, Marie Curie, Marilyn Monroe, la Thatcher, Juana de Arco. Siempre ha habido mujeres poderosas. Lo que pasa es que hay que seguir luchando, pero yo creo que se nos ha dado muchísimo sitio a lo largo de esta lucha.
–¿Ha sentido machismo en su gremio?
–En el sentido de que los puestos de mando, la mayoría eran hombres, pero también es verdad que soy la niña mimada del pop español.
–Le dijo a su amiga Vicky Martín Berrocal en su podcast que no deja que la menopausia entre en usted. ¿Tiene síndrome de Peter Pan?
–A ver cómo te lo explico...
–Inténtelo: yo también soy menopaúsica...
–Me parece una hipocresía alabar la menopausia como algo bello o una etapa maravillosa. A ti te puede parecer que es una etapa estupenda, pero yo creo que el 99,9 por ciento de las mujeres no les parece eso. No tengo problemas en cumplir años. El 8 de mayo cumplo 58 y pienso celebrarlo por todo lo alto, y cada vez más.
–¿Le da miedo la vejez?
–Me daría miedo una vejez sin llevarme bien conmigo misma. Miedo a la soledad mal llevada. El peligro de acabar sola es muy probable. Que mi pareja no esté porque me deje, o le deje, o fallezca antes que yo. De mayor me gustaría llevarme muy bien conmigo misma, con la naturaleza, apreciar cada minuto de mi vida. Y me estoy preparando para eso.
–¿Cómo?
–Hago terapia y mi terapeuta me recomienda practicar dos cosas muy importantes: la aceptación y el mandar a la mierda al inconsciente, a tu Pepe Grillo malo. Lo estoy logrando después de mucha terapia.
–¿Se puede enamorar una a cualquier edad?
–Claro, hasta los 89 años. Es más, creo que a estas edades nuestras, los 50 y los 60, tenemos un momento de apertura al amor incluso más inteligentemente, a sabiendas de lo que quieres y lo que no quieres. Estás preparado para recibir, a lo mejor, el amor más grande de tu vida.
–¿Es consciente de su imagen de diva estirada ahí afuera?
–Sí, y no lo entiendo, porque soy todo lo contrario.
–Igual es porque no se muestra como es en las entrevistas.
–Es que creo que no hace falta saberlo todo de un artista, ni de nadie. Yo admiro muchísimo a Meryl Streep y no sé nada de ella.