Los mitos sobre José de Zer que derriba El hombre que amaba los platos voladores, el nuevo furor de Netflix
Tras el estreno de ...
Tras el estreno de El hombre que amaba los platos voladores en Netflix, la película interpretada por Leonardo Sbaraglia sobre José de Zer, el cronista estrella de la década de los 80 volvió a estar en boca de todos. Realidad y ficción chocan en esta producción de Diego Lerman, con la que el director derriba ciertos mitos y se desliza la pregunta de si realmente lo que se vio en la pantalla chica existió, si solo fue una puesta en escena o mera imaginación de quien, con mucho entusiasmo, relataba sus notas en Nuevediario (el noticiero que se emitía por Canal 9).
Aunque José Bernardo Kerzer -su verdadero nombre- comenzó su profesión informando sobre el mundo del espectáculo, en un momento le llegó la propuesta que lo catapultó a la fama: acercar al público lo que ocurría en la Estancia Jesuítica La Candelaria, ubicada en Córdoba, donde una serie de eventos extraños tenían en vilo a los habitantes del lugar.
Antes de trasladarse hacia el destino, un episodio confuso por el que terminó internado le trajo el recuerdo de la vez que vio un halo de luz en el cielo, durante la guerra de los Seis Días en el Medio Oriente, cuando se perdió en el desierto del Sinaí. Sin embargo, como en aquel entonces no tenía agua ni comida, es probable que todo haya sido producto de su imaginación.
Ante varias situaciones que preocuparon a su familia, su exmujer y su hija lo llevan a un médico psiquiatra, quien le recetó una medicación bajo el diagnóstico de “estrés y trabajo bajo presión”; sin embargo, este se negó a tomarla y las arrojó por el inodoro. ¿Problemas de salud mental? Ese es el interrogante que abrió la producción sobre la vida del hombre que falleció a los 56 años debido a un cáncer de esófago y que puso en duda su propia creencia sobre la vida más allá del planeta Tierra.
Ahí se dio el primer quiebre. A de Zer le dijeron que el propósito era llamar la atención del turismo, ya que la estancia se encontraba en plena área serrana, 230 kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba. Él acató las normas e intentó demostrar que el agujero negro enorme que se encontraba sobre parte de la superficie del campo era el rastro que dejó un OVNI (Objeto volador no identificado). A continuación, la cinta muestra un panorama dudoso: al cronista se lo puede ver convencido de que eso era cierto, pero también intenta poner de su parte para que todo aquello sea un verdadero show televisivo, que terminó rindiendo 50 puntos de rating.
También apareció un niño que dijo haber visto un hecho extraño y confesó que aquella energía le dejó el pelo blanco, como si fuera un anciano. Pero cuando el pequeño se mostró dispuesto a contar lo que le había pasado, se sentó sobre un banco, miró hacia la cámara y un líquido blanco le cayó sobre su mejilla. Ahí, se puede ver cómo el periodista le dio varias recomendaciones para que su relato sea creíble. Ninguno de los dos dijo que era mentira; sin embargo, la secuencia le dio el beneficio de la duda al espectador.
Entre algunas grabaciones fallidas, José convenció a los habitantes del lugar para que colaboren. Así es que por insistencia logró obtener un helicóptero para que junto a su camarógrafo, “El Chango” (interpretado por Sergio Prina), pudieran llevarse las imágenes desde un mejor ángulo. Una vez en el aire, el cronista vio un destello que se movía sobre el cielo, de lado a lado, por lo que le pidió al piloto que vaya a buscarlo, pero todo terminó en un aterrizaje de emergencia.
Perseverante, él siguió con su búsqueda. Se metió dentro de una cueva y fue por más. Allí quedó atascado por el derrumbe de una de las estructuras de aquella vivienda bajo tierra. No obstante, se prendió un cigarrillo, miró el techo y vio dibujos sobre las paredes. Se emocionó, tal vez porque ahí estaba la señal, la que tanto anhelaba encontrar, aquella respuesta del más allá y por la que al ser rescatado, tras escuchar a su hija decirle “papá, te creo”, les dijo que se iba con ellos.