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Los guerreros: descontrol en el set, un estreno controversial y el presidente estadounidense que se convirtió en el fan menos esperado

El de Walter Hill era un nombre que rápidamente se perfilaba a tener una firma propia en el Hollywood de los setenta. Con un puñado de películas y guiones en su haber, Hill era un realizador de ...

El de Walter Hill era un nombre que rápidamente se perfilaba a tener una firma propia en el Hollywood de los setenta. Con un puñado de películas y guiones en su haber, Hill era un realizador de la vieja escuela que sabía imprimir su estilo en cada uno de sus proyectos, fueran por encargo o por interés personal. Sin dudas, la suya era una de las voces más genuinas de esa nueva generación de directores que venían a cambiar la industria, y su capacidad para retratar cierto nervio urbano le permitía conectar con una nueva generación de cinéfilos. Así nació Los guerreros, un proyecto que se convirtió en una de sus películas más importantes y le pudo un broche de oro para una década de inigualable explosión creativa en la industria del cine.

Los Warriors salen a jugar

En uno de sus habituales recorridos en búsqueda de nuevas ideas, el productor Lawrence Gordon encontró un ejemplar muy deteriorado en una librería de la novela The Warriors, una pieza escrita por Sol Yurick en 1965, en la que una pandilla oriunda de Coney Island debía enfrentarse a otras bandas rivales a lo largo de distintas zonas de los Estados Unidos. La novela de Yurick -que se basaba en Anábasis, un relato sobre un grupo de guerreros griegos, que quedaban atrapados en territorio persa- no había sido un best seller, pero Gordon sospechó que ahí tenía un potencial relato de acción para la pantalla grande. Por ese motivo, el productor compró los derechos y convocó a Walter Hill para que dirigiera el proyecto. Claro que, inicialmente, Hill no se mostró muy optimista al respecto.

El realizador tenía muy en claro qué tipo de película quería hacer, pero sentía que la violencia que pedía esa adaptación, no iba a recibir luz verde por parte de ningún estudio. De ese modo, productor y director descartaron ese film y se abocaron a un western titulado Last Gun. Sin embargo, y aunque pensaban que “una de vaqueros” iba a ser de interés para los inversionistas de Hollywood, nadie quiso apostar ni un centavo por ese proyecto

Sin nada que perder, en una reunión con los grandes nombres de Paramount, Hill y Gordon se llevaron una grata sorpresa cuando supieron que esa productora estaba en búsqueda de películas protagonizadas por jóvenes. La dupla desempolvó entonces la novela The Warriors, que fue recibida con entusiasmo. “Nos aprobaron todo muy rápido”, aseguró Hill en una nota, y detalló: “Le prometimos a Paramount que íbamos a hacer el largometraje con poca plata, y así lo hicimos. En cuestión de semanas tuvimos todo resuelto. Creo que nos aprobaron la idea en mayo de 1978, y estrenamos en febrero de 1979. Fue un proceso muy acelerado”. ¿El remate del asunto? Al día de hoy, Last Gun todavía no se filmó.

En convivencia con las pandillas

La intención de Sol Yurick, el autor del libro original, era devolverle a las pandillas una imagen violenta que, según él, habían perdido luego del estreno de Amor sin barreras. Siguiendo esa misma línea, Hill comprendía que su visión debía transpirar rudeza. “Desde el minuto uno, yo sabía que si quería respetar la mirada de la novela, solo iba a tener sentido que la banda estuviera integrada por negros e hispanos. Pero al estudio no le entusiasmaba esa idea. Solo después me di cuenta que ellos me orientaron hacia una estética más de historieta, porque solo de esa manera podía sentir que mi mirada tenía razón de ser”. Dicho y hecho, porque más allá de la violencia que atraviesa a la trama, el ingenio de Hill estuvo más en construir ese clima de insoportable tensión, que en exacerbarse con la representación desmedida de las brutales peleas. Desde luego que las luchas ocupan un rol central, pero la estética del film y el elaborado estilo de las pandillas, le dieron a la pieza un look muy ligado al cómic, que a primera vista resulta engañosamente menos áspero.

A pesar de no permitirle hacer de un grupo de afroamericanos sus protagonistas, y de rechazar que la historia comenzara con la leyenda “en un futuro cercano” (porque para los ejecutivos eso sonaba “muy a La guerra de las galaxias”), lo cierto es que Hill tuvo la posibilidad de hacer la película que quiso, aunque desde luego hubo ideas que no pudo concretar (como un prólogo locutado por Orson Welles, o contar con Tony Danza como su antihéroe central). Pero lo cierto es que para Walter Hill, el dolor de cabeza estuvo principalmente ligado al folclore de las pandillas, aunque no las de ficción, sino a las que comenzaron a asediar durante el rodaje.

La relación del equipo de filmación con las pandillas fue muy conflictiva. Teniendo en cuenta que la totalidad el rodaje se llevó a cabo en Nueva York, un epicentro de barras durante esa época, la convivencia entre los pandilleros de ficción con los de la realidad fue inevitable. Los Homicides, el grupo originario de Coney Island, no permitió que los Warriors llevaran sus colores, y por esa razón es que los productores y asistentes debían procurar que ningún actor se alejara del rodaje vistiendo los colores Warriors, porque eso podía ser disparador de pelea. Por otra parte, era común que pandilleros intimidaran o golpearan a cualquier miembro de la filmación, y aunque Paramount puso seguridad extra en cada una de las calles en las que se llevaba a cabo la filmación, las amenazas no cesaban. Por ese motivo, Hill recurrió al viejo lema que reza “si no puedes con ellos, úneteles”.

Para la escena inicial, esa en la que se reúnen decenas de pandillas, Hill convocó no solo a centenas de extras, sino que también llamó a pandilleros genuinos. De ese modo, la imponente apertura del film reúne a más de mil personas, entre actores pagos y matones que verdaderamente se dedicaban a eso. Para el resto del rodaje, Hill le pagó a los miembros del grupo Los Mongrels quinientos dólares por día, para que fueran los “patovicas” personales de todo el equipo. De esa forma, la película pudo seguir adelante sin mayores conflictos.

Un éxito de culto

El 9 de febrero de 1979, Los guerreros llegó a las salas de los Estados Unidos. El afiche promocional era impactante, y mostraba al multitudinario grupo de pandillas que poblaban la trama con el equipo protagonista en el centro de la imagen. Sin lugar a dudas, el mundo visual de Hill y los coloridos uniformes de las bandas, eran un canto de sirena para los jóvenes que se arremolinaban alrededor de cada cine que proyectaba el film. Pero en varios sectores, el largometraje fue muy mal recibido. En el afiche original figuraba la frase: “Estos son los ejércitos de la noche, que superan a los policías a razón de cinco a uno. Ellos podrían dirigir Nueva York”. Frente a ese concepto, distintas voces vinculadas a la política buscaron cancelar el estreno de Los guerreros, algo que afortunadamente no sucedió (tiempo después, la ironía fue que Ronald Reagan llegó a confesar que eran fan de la película, al punto de llamar al actor Micahel Beck para felicitarlo por su protagónico).

El variopinto grupo de pandillas aún hoy ejerce una influencia notable en ámbitos vinculados a la música, el cine y las historietas. Hill creó un universo visual fascinante, con los icónicos Baseball Furies (parcialmente basados en Kiss), los Boppers, los Gramercy o las Lizzies. Entre las muchas bandas que Hill no pudo incluir por cuestiones presupuestarias, figuraba una llamada los Dingos, integrada por homosexuales; varias veces el director se arrepintió de esta decisión y aseguró que desperdició la oportunidad de hacer una representación sin estereotipos y de un modo “adelantado a su tiempo”.

Aunque Los guerreros comenzó con unos números de taquilla muy prometedores, pocos días después la venta de entradas se desplomó. Según aseguró el propio Hill, muchas bandas rivales se cruzaban en las proyecciones de la película, y eso derivaba en fuertes peleas dentro de las salas. Eso se tradujo en dos cosas: por un lado, que el público no quisiera ir a verla por miedo a lo que pudiera suceder entre esos grupos, y por el otro, que debido a eso muchos dueños de cines no quisieran proyectarla. Sin embargo, con el tiempo el largometraje recaudó más de veinte millones de dólares, una cifra que superaba por mucho la inversión de siete millones.

Con el paso de los años, Los guerreros se consolidó como un título imprescindible, una obra maestra de esas que golpean a Hollywood y un éxito que incluso llegó a dar pie a un género en sí mismo (con ejemplo claros como la enorme Class 1984 o The Bronx Warriors). A 45 años de su estreno, el legado “Warrior” persiste en el imaginario de la cinefilia, haciendo que esta pieza sea una trinchera inmejorable y que los ejércitos de la noche resulten cada vez más necesarios en una actualidad de lo más salvaje.

Los guerreros está disponible en Pluto TV.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/cine/los-guerreros-descontrol-en-el-set-un-estreno-controversial-y-el-presidente-estadounidense-que-se-nid14052024/

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