Desarrollado en 1988 por el doctor mexicano Isaac Goiz, el biomagnetismo desembarcó en Argentina en 2002, cuando su fundador fue invitado a realizar una conferencia sobre el descubrimiento: una terapia medicinal que, por medio de la aplicación de imanes de mediana intensidad en puntos específicos del cuerpo, puede eliminar virus, bacterias, hongos y parásitos causantes de distintas enfermedades, en poco tiempo. Los especialistas aseguran que no tiene efectos colaterales y es compatible con cualquier tratamiento sin contraindicaciones.

“El cuerpo contiene magnetita, un mineral que se cristaliza en forma de tetraedro, polariza su estado al oxidarse o reducirse, y genera diferencias de potencial que producen un campo magnético por donde fluye la corriente eléctrica. Sin embargo, cuando hay una enfermedad, la red magnética de energía se rompe y se produce una descompensación. En otras palabras: la enfermedad aparece cuando estas magnetitas se desorientan y, aplicando imanes en el organismo, se restablece el orden magnético”, explica Juan Jose Gatto, terapista certificado por el Centro de Biomagnetismo Medicinal de Quito, Ecuador, con el aval de la Escuela de Biomagnetismo del Dr. Isaac Goiz, en México.

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“Las enfermedades son producto de alteraciones producidas en el PH del organismo”, dice Gatto, que conoció a Goiz en 2006 y comenzó a estudiar con él. “Estas alteraciones permiten que se instalen en el cuerpo los patógenos que generan disfunciones. Al nivelar la acidosis o la alcalinidad de estos puntos específicos, se consigue erradicar a los patógenos que generan las disfunciones, se restablece el equilibrio del cuerpo y se recupera la salud”, aclara.

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Marcela Gatti conoció la terapia en 2011 y, a la luz de los resultados positivos obtenidos luego de varias sesiones, profundizó en su estudio y aplicación.

Dado que lo que hace es regular el PH de la sangre, el biomagnetismo puede aplicarse como complemento en cualquier tratamiento médico, ya sea antes, durante o después de este. También se lo recomienda preventivamente, para mantener un buen estado de salud, antes de que se manifiesten síntomas de alguna patología.

Entre los beneficios de la terapia, los expertos aseguran que mejora la circulación sanguínea y la oxigenación de los tejidos, reduce inflamaciones y fortalece el sistema inmune. “La sesión dura entre 55 y 70 minutos y comienza con la revisión de más de 500 puntos del cuerpo y la respuesta kinesiológica al colocar los imanes. Poco a poco, los puntos en donde se registran alteraciones del PH se neutralizan y luego se retiran los imanes, para que el especialista de una devolución que ayude al paciente en su proceso”, explica Gatto, miembro de la International Association of Biomagnetism and Bioenergetic (IABB), entidad que agrupa a profesionales del campo en el mundo. Durante el tratamiento el paciente tiende a relajarse. Puede sentir un poco de frío o un leve cansancio. Todo esto es normal. A medida que la sangre recupera su PH neutro (7,35) se activa un proceso interno de desintoxicación conocido como “crisis curativa”, mediante el cual el cuerpo elimina residuos y toxinas del sistema circulatorio. Para mejores resultados, se recomienda tomar varias sesiones para acompañar la evolución de la patología.

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Cuenta Gatto que, en algún momento de los años 90, un paciente radicado en México pidió una sesión a distancia para su hermano que, en ese entonces residía en Italia. Goiz asumió el desafío y le solicitó recostarse para colocar los imanes, confiando en que los efectos del tratamiento se verían reflejados en su hermano radicado en Italia. A pesar de encontrarse a miles de kilómetros de distancia, el doctor realizó esa sesión y logró la mejoría del paciente. Si bien, recién en 2023 pudo probarse la relación energética entre dos partículas a pesar de la distancia, este fenómeno cuántico viene acompañando a la humanidad desde siempre. En este caso, la persona tratada físicamente cumple el rol de antena o intermediario.

“Por esto se entrena, también, en el área de la bioenergética, que permite realizar una sintonización vibracional y frecuencial con cualquier ser vivo, sin importar la distancia que haya de por medio. En estos casos, la persona funciona como una antena, o intermediario, para poder tener una referencia física de donde colocar los imanes”, explica Gatto. “Los terapistas entrenados en este campo pueden realizar sesiones donde sea. Solo es necesario tener los datos completos y fecha de nacimiento del paciente a tratar. Es una habilidad innata que tienen todas las personas, solo hay que desarrollarla con tiempo y práctica”, agrega. Se suele recurrir a este tipo de biomagnetismo para tratar pacientes que no pueden trasladarse o en casos graves como, por ejemplo, aislamientos o terapia intensiva.