La magia de los buenos recuerdos
NUEVA YORK.– Dos semanas atrás esta cronista viajó a la casa familiar en Bariloche con un grupo de amigas. Una de ella, célebre periodista cordobesa, aterrizó con un regalo que devendría fun...
NUEVA YORK.– Dos semanas atrás esta cronista viajó a la casa familiar en Bariloche con un grupo de amigas. Una de ella, célebre periodista cordobesa, aterrizó con un regalo que devendría fundamental para esas primeras noches en las que todas empezaban a conocerse (era una mezcla muy federal/cosmopolita en la que además estaban representadas Tucumán, San Martín de los Andes, Copenhague y, por supuesto, la Gran Manzana). Lo que trajo fueron vasos plásticos gigantes hechos cortando al medio botellas de gaseosas de dos litros, más una botella de Fernet. Aunque hubo que explicar bastante al contingente internacional sobre esta forma popular argentina de tomar el aperitivo con Coca Cola, el gesto rompió todo tipo de resquemor inicial o de barreras culturales, y el resultado fueron momentos entrañables.
Sin embargo, esos momentos no van a ser los que, en estos días, el grupo más vaya a recordar, simplemente porque ocurrieron al principio del viaje. Según lo ya publicado en este espacio, existe en la psicología el “efecto de proximidad”. Es un sesgo que surge de la incapacidad de nuestra memoria de corto plazo para retener más que una pequeña cantidad de información a la vez, y que ayuda a explicar nuestra tendencia a recordar la última parte de un evento o secuencia de eventos con mucha más claridad que el resto. Cuando volvemos de vacaciones, lo que más queda grabado es lo que pasó al final.
Lo que trajo fueron vasos plásticos gigantes hechos cortando al medio botellas de gaseosas de dos litros, más una botella de Fernet. Aunque hubo que explicar bastante al contingente internacional sobre esta forma popular argentina de tomar el aperitivo con Coca Cola, el gesto rompió todo tipo de resquemor inicial o de barreras culturales, y el resultado fueron momentos entrañables
Un intercambio con Stephanie Leal, directora del Laboratorio de la Neurociencia de la Memoria de la Universidad de California en Los Ángeles, agregó matices. Porque si bien reafirmó la importancia del efecto de proximidad en nuestros recuerdos de un viaje, subrayó que, más adelante en el tiempo, éste cede protagonismo frente al “efecto de primacía”.
“En contraste con el efecto de proximidad, el efecto de primacía (es decir, el recordar cosas que ocurrieron al comienzo de una experiencia), tiene su mayor impacto cuando se va más allá de los momentos inmediatamente posteriores”, explicó. Se cree que el efecto de primacía se produce porque nuestro cerebro asume que los primeros elementos siempre son importantes, los repetimos inconscientemente, y de esta manera se transfieren a la memoria de largo plazo.
Además del momento en que ocurren, hay otros factores a tomar en cuenta si queremos tener más recuerdos, o recuerdos más vívidos, de las vacaciones. Por ejemplo, las emociones. Tendemos a recordar las experiencias cargadas de sentimientos de manera fuerte, por lo que Leal recomienda agregar eventos significativos por la mitad de cada viaje, que es el momento que más fácilmente se borra. O bien, combinar el efecto de la emoción con los efectos de proximidad y primacía (estilo festejar un aniversario el primer o último día de un viaje), para generar eventos muy, muy, muy imborrables.
¿Y qué hay de las redes sociales, no es eso mucho más poderoso que cualquier trampita que le hagamos a nuestro cerebro para recordar? Sí, pero normalmente solo publicamos experiencias que nos dieron algún placer, por lo que ver esas imágenes y publicaciones puede sesgar nuestros recuerdos hacia lo positivo. “Esto debería ser bueno, aunque existe el peligro de que nos lleve a no aprender de los aspectos negativos del viaje, o de cualquier experiencia”, alertó Leal.
Pero, en última instancia, ¿vale la pena hacer tanto esfuerzo de manipular la cabeza por algo que ya pasó? Para Leal y su equipo no hay dudas. “El propósito de las vacaciones es alejarnos de nuestras vidas estresantes, y, en ese sentido, recordarlas puede ayudar a mantener nuestro cerebro sano por más tiempo –dijo–. Pero, por sobre todo, los recuerdos dan forma a cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo podemos planificar nuestro futuro; nos hacen quienes somos”.
Esta cronista, por lo pronto, se trajo los vasos de envase de gaseosa para el uso cotidiano en Nueva York. Con un poco de suerte, el recuerdo de ese estreno con amigas en la Patagonia ya se está grabando a fuego en la memoria del largo plazo.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/la-magia-de-los-buenos-recuerdos-nid29092024/