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José Antonio Chamot: “Me encanta dirigir, pero predicar me puede mucho más”

Jugó con Paolo Maldini, Paul Gascoigne, Pavel Nedved, Roberto Mancini, Andriy Schevchenko, Andrea Pirlo, Filippo Inzaghi, Clarence Seedorf, Rivaldo… Con Maradona y con Aimar. Lo dirigieron Arrig...

Jugó con Paolo Maldini, Paul Gascoigne, Pavel Nedved, Roberto Mancini, Andriy Schevchenko, Andrea Pirlo, Filippo Inzaghi, Clarence Seedorf, Rivaldo… Con Maradona y con Aimar. Lo dirigieron Arrigo Sacchi, Bilardo, Carlo Ancelotti, Bielsa, Radomir Antic, Basile, Sven Goran Erikkson, Zdeněk Zeman… Escucha la lista como desentendido de la dimensión. Solo sonríe. “Tendrías que ver una foto mía de pibe: negrito, flaquito, nadie daba dos pesos por el Lito, como me decían, que caminaba por las calles de tierra de Concepción del Uruguay con las zapatillas agujereadas… Ese es el pibe que todavía me conmueve a mí… Yo ni terminé la secundaria…”, reflexiona. José Antonio Chamot pasó en silencio entre tantas celebridades. Casi sin palabras, con aroma de tipo impermeable, curtido en la costumbre de mantener una relación prudente con los sentimientos. Mentira: desborda sensibilidad.

Solo hay que escucharlo. “Mirá, cuando recuerdo mis primeros partidos en la selección, los repechajes con Australia para ir al Mundial de los Estados Unidos ‘94, estaba paradito cantando el himno y si miraba a mi izquierda los veía a Maradona, Batistuta, Ruggeri, y si miraba para la derecha estaban Simeone, Caniggia… Y para adentro me decía: ‘Yo también tengo puesta la misma camiseta que ellos…’ Mi vida ha sido increíble. Estuve en muchos vestuarios, sí, con toda esa gente que nombraste y pasé momentos únicos, como cuando llegó Alessandro Nesta a Lazio… jajaja. Él era muy jovencito y le preguntaron por su ídolo, y cuando todos se imaginaron que diría Franco Baresi, por ejemplo, no, dijo Chamot y contó que en su cuarto tenía un poster mío… ¡Mío! Mirá los regalos que me ha hecho Dios…”

Por primera vez, Chamot menciona a Dios. Habrá otras. “Un día estaba en el Pisa y le dije a Dios: ‘Me gustaría llegar al Milan’ y diez años después estaba en el Milan, aunque no como yo esperaba porque ya tenía los tendones hechos pedazos. Yo quería conocer que tenía esa gente que salía campeón muy seguido, y lo descubrí. Me di cuenta qué tenía un Maldini, por ejemplo: son humildes, positivos, son los primeros en llegar y los últimos en irse, siempre están a disposición del otro, siempre piensan en construir y no en poner palos en las ruedas”. Le pone énfasis a la descripción para mostrarlos bien terrenales.

-Pero tuviste un problema con Shevchenko…

-Pero por culpa mía. Shevchenko era un señor, un verdadero señor… qué vergüenza. Ese día tuvimos una charla en el vestuario del Milan sobre qué nos estaba pasando. Pedí permiso para tomar la palabra y dije que necesitábamos más ayuda para recuperar la pelota cuando la perdíamos, por ejemplo de parte de ‘Sheva’ o de Rui Costa. Y a ‘Sheva’ no le gustó, vino y me dijo: ‘¿Por qué decís que yo no corro?’. Pero bien, fue recorrecto. Y a mí me traicionó el temperamento y le di una cachetada. Me arrepentí toda la toda, toda la vida, y desde entonces y hasta hoy, cada vez que lo veo le vuelvo a pedir disculpas. Siempre me reproché cómo llegué a hacer eso, y más con él, un señor, un excelente profesional, respetuoso. Bueno, fue una cagada que se mandó el ‘Flaco’ Chamot.

José ya no está tan ‘Flaco’ y anda por los 55 años. De hablar pausado, con cadencia de hombre del interior. Sencillo, franco. No le interesa impostar nada. Vive en Rosario, con Mariela, su compañera de siempre. Orgullo del crecimiento de sus hijos, algunos ya profesionales, como Jaime Lee, de 28, contadora, nacida en Roma. Como Kevin, de 24, y Jaison, 20, ambos madrileños. Y Jordan, de 16, el único argentino, que se debate entre el colegio, la música y las clases de tenis.

Preguntarle en qué puesto jugaba a alguien que estuvo 14 temporadas en Europa y participó de tres Copas del Mundo (1994-1998-2002) supondría una irrespetuosidad. Pero encierra un elogio a cuenta de su versatilidad defensiva. Vaya un dato: hizo buena parte de su carrera por la banda izquierda… y Chamot es derecho. “Llegue a las inferiores de Central como número 5, porque ese fue mi puesto original en Gimnasia y Esgrima, en Concepción del Uruguay. En Central me empezaron a poner en cualquier lugar: donde había un hueco, me metían. Hasta que decidieron ficharme de 3, de lateral izquierdo. Dos años de inferiores y debuté en Primera de 3, pero don Ángel Zof me empezó a poner de 5, de 8 y hasta en un partido contra Vélez, que jugaba el Cholo , les ganamos 3 a 2 con gol mío, de cabeza, y esa tarde jugué de 10. Don Ángel me paseó por todos lados. Era polifuncional, digamos, pero porque me interesaba ser útil al técnico y al proyecto. Mis virtudes eran atléticas, mi fuerza física. Era un corredor nato. Y a Europa llegué de 3, pero jugué de central, izquierdo o derecho, de lateral por las dos bandas… Si me preguntás mi posición favorita, te digo de 3. En la selección me hubiese gustado jugar siempre de lateral izquierdo… al ser derecho me metía hacia adentro y sorprendía entrando en diagonal en lugar de ir para afuera. Así llega un gol de mi gran amigo Bati contra Grecia, en el debut del Mundial ‘94″, recuerda. ¿Batistuta? “Cada vez que voy a Reconquista me como unos asados bárbaros”, bromea. Y solo se ríe de ‘Flaco’, su histórico apodo…

-A través de los mundiales uniste generaciones: jugaste con Maradona, Ruggeri y Goyco, y con Aimar, Samuel, Sorin, Gallardo…

-Y cuando tenía 20 años me convocó Bilardo; de repente me encontré en el vestuario de los campeones del mundo. Fue increíble… Bilardo me decía: “Chamot, tenés que hablar, tenés que hablar…” Y yo por dentro pensaba: hace apenas unos años estaba en la calle festejando el título de ellos en México y ahora Bilardo me pide que hable estando todos esos monstruos… Participé de una gira en el 89 y solo fui al banco. Después me convocó Basile para el repechaje contra Australia y ahí sí debuté. ¡Y como lateral derecho! Quién hubiese dicho que llegaría hasta el Mundial 2002… Me tocó vivir la vieja escuela y la nueva escuela, el fútbol sin camaritas y con camaritas… Y cuando digo la vieja escuela me refiero a una época más permisiva, y la nueva escuela fue con la entrada de la tecnología, donde ya te vigilaban mucho más y podías pagar algunos excesos. Nunca me expulsaron por una patada, pero sí tuve algunas rojas por discutir con los árbitros. Y entre esos dos estilos de juego, hubo que cambiar el chip. Antes existían roces, con pelota y sin pelota, y nadie decía nada. “Sigaaaaa…', escuchabas. Pero después, con la camarita, hubo que aprender a quitar la pelota sin foul. Estuve con Ruggeri, con Maradona, con Redondo mi compañero de cuarto en el Mundial 94, y luego con Almeyda, el Piojo , Ortega… fueron tres mundiales rodeado de nombres increíbles. Creo que nos quedamos cortos las tres veces, no pudimos nunca llegar tan lejos como se presumía por las expectativas.

-Fuiste titular contra Rumania en 1994, frente a Holanda en 1998 y con Suecia en 2002. ¿Cuál eliminación dolió más?

-Duelen todos, fue parecido. Tal vez, tal vez… lamenté mucho el partido del ‘94 por la falta del Diego, nos quitaron un valor determinante para nuestro equipo. Pero también Holanda y Suecia… dolieron, viste, teníamos el equipo como para seguir, pero bueno, son cosas que suceden… Ahora que soy técnico lo digo siempre: tenés que trabajar los 95 minutos para ganar el partido, no podés distraerte ni un segundo. Te distraés y te volvés, como decía Bilardo. Tenés que estar atento a todo: si se cae tu compañero y no te lo esperabas está mal, tenías que saber que se podía caer tu compañero. La atención y la concentración, en la elite, valen mucho.

-¿Cómo era tenerlo a Maradona cerca?

-Me decía Flaquito… Yo llamaba a mi casa y les contaba: ‘El Diego me dice Flaquito’. Hasta iba a su habitación, fijate su dimensión que me permitía hasta a mí entrar en su habitación… Nos reíamos… nunca nos marcaba la diferencia que había entre todos y él. Al contrario, él me hacía sentir a mí el Diego Armando porque me decía que yo era un fenómeno… ‘Bien Flaquito, buena, vamos, estuviste bárbaro...’, me decía. Y yo sabía bien mis limitaciones, pero él te hacía brillar. Estar al lado del Diego fue un privilegio; donde llegaba el Diego, la gente se enloquecía. Nunca me voy a olvidar de ese abrazo tras su gol con Grecia, su último gol en los mundiales. Estoy tan agradecido con Dios por haberme regalado esos momentos al lado de un fenómeno como el Diego.

-Mencionamos a Sacchi, Ancelotti, Bilardo, Bielsa… ¿Quiénes te marcaron en tu construcción como director técnico?

-Marcelo Bielsa te preguntaba: ‘¿Usted lo siente bien, siente eso que le estoy pidiendo que haga?’ Y si uno le decía que no, te respondía: ‘Bueno, entonces hágalo como lo siente usted’. A mí siempre me gustó la forma en la que me hizo jugar Arrigo Sacchi en Atlético de Madrid, pero también el checo Zeman en Foggia y en Lazio. Pero también me encantaron los modos de Ancelotti, su forma de hablar, de llegarte, alguien muy humano. Y vos vas sacado cosas de todos, pero tenés que analizar muy bien al jugador que vas a dirigir para entender si lo que a vos te gusta o a vos te servió, lo podés aplicar en él. Porque si lo de Ancelotti o lo de Basile me hacía bien a mí, no significa que le va a hacer bien a un dirigido mío. Yo cada aprendizaje lo paso por mis sentimientos y por mi corazón, para a esa idea hacerla mía con mi estilo. Yo nunca quise ser el clon de nadie, yo quiero ser Chamot. Yo, el tipo de perfil bajo, que habla como habla, que trabaja callado la boca, que es el primero en poner la cara… Nunca me voy a despegar de todo eso porque ese soy yo. Siempre fui introvertido, y en el ambiente del fútbol, tal vez, vende mucho más lo otro que lo que yo tengo. No ser extrovertido me hace pagar un precio en este ambiente.

-¿Por eso no dirigís desde diciembre de 2019, cuando te marchaste de Libertad de Paraguay…?

-He hablado con dirigentes que me han dicho… ‘Chamot, es que tenés poca experiencia…’ Me sonrío… ‘Mirá que yo estoy en un vestuario de fútbol desde los 4/5 años’, les digo. Yo para dirigir un equipo, primero dirijo mi casa, con cuatro hijos a los que educo comunicándome distinto con cada uno. Yo en Central traté con el pibito de 5/6 años y con el profesional de Primera. La experiencia de Libertad me sirvió mucho, fuimos de menos a más, ganamos la Copa de Paraguay… Tengo muchas ganas de trabajar y en la época del Covid hubo un par de oportunidades que no elegí porque no quise alejarme de mi casa porque están los padres grandes, los suegros grandes… y creo que se fue enfriando un poco todo lo que hicimos en Libertad. Y entrar en la Argentina se me ha hecho muy difícil. Siempre he llegado a sentarme en la mesa de diálogo, pero hay algo que no atravieso. No sé qué puede ser… Tal vez no convenzo, quizás no gusta mi perfil, no encajo… Pero muy pocos saben quién es o cómo es Chamot para adentro. Cómo pienso, cuáles son mis ideas, qué determinación tengo para transmitir una idea… A mí siempre me van a encontrar entusiasmado y a la expectativa.

-En Paraguay dijeron que habías tenido un ACV…

-Dijeron eso, sí… No, fue un virus, combinado con un pico de estrés…, así me lo explicaron. ¿Estrés? Entonces habré estado estresado toda mi vida, porque yo no sentía nada, pero hasta se me había torcido un poco la boca. Pero fue más prevención que otra cosa… Enseguida unos periodistas largaron que había sufrido un ACV. Fue duro, después me pidieron disculpas, pero mientras se confirmaba que no había sido nada, mi familia la pasó muy mal.

-¿Sufrías ser discutido, sufrías las críticas en tus días de jugador?

-Hubo un par de cosas que se dijeron de mí, en especial aquel episodio del Mundial ‘98 en el que se dijo que yo había amenazado de muerte a un periodista… y no pasó así, entendieron mal. Yo, sí, a un periodista le dije “vos no podés estar acá”, y un guardia lo empujó y lo tiró para abajo del escenario desde el que habíamos decidido que todo el plantel junto hablara con la prensa. Y empezaron a gritar que yo lo había amenazado de muerte… y jamás se me cruzó eso por la cabeza. Ojo que yo tenía mis locuras, el temperamento de la vieja escuela, pero solo era así adentro de la cancha. Afuera siempre fui una persona muy correcta, y tampoco fui deshonesto en el juego. Siempre fui honesto al límite del reglamento, como debe ser: un jugador determinado que quiere ganar. Yo no salía a la cancha para ver qué pasaba, no, yo salía para ganar. Y como técnico soy igual: yo trabajo para ganar. Y en las buenas tampoco, nunca, me colgué de los aplausos de la gente. Siempre me esforcé. Entrenaba en el club doble turno, y cuando llegaba a mi casa me entrenaba de nuevo, porque eso fue lo que me dio de comer toda la vida. Y lo hice en Central, en Foggia y en el Milan también.

-Pocos recuerdan que integrabas en cuerpo técnico de Almeyda durante la temporada de River en el Nacional B.

-Fue un desafío muy grande, muy grande… Para Matías y para los jugadores que venían de una situación muy difícil, que había que revertir. Y gracias a Dios, se logró el ascenso.

-Hablás y frecuentemente aparece Dios…

-Siempre fui un niño temeroso de Dios. En Concepción del Uruguay volvía de los entrenamientos y en el camino a casa había una iglesia, entonces entraba, me sentaba en el último asiento y hablaba con Dios. Sentía ese deseo: me sentaba en el último asiento, en el silencio de la iglesia vacía, y yo tenía mis charlas con Dios. Mas grandecito, antes de que nos mudáramos de Concepción a San Lorenzo, en Santa Fe, un día estaba muy angustiado porque nos íbamos, salí al patio y le dije a Dios: ‘Yo voy a hablar todas las noches con vos’. Y me tomé ese compromiso con Dios.

-¿Y fue así, para siempre?

-Pasaron más cosas… Una noche mi hermano Daniel, el mayor, me regaló el Nuevo Testamento, chiquito, de bolsillo. “Tomá, llévalo para todos lados porque vos vas a andar por todo el mundo”, me dijo. Y yo no era nadie, recién estaba en las inferiores de Central. Y empecé a leerlo, a leer la palabra de Dios. Y ya en Europa, en mi sexto año en Europa, estando en Lazio, tenía todo, jugaba en la selección, con la vida económica resuelta y mi mujer estaba esperando a nuestra primera hija. Pero yo estaba angustiado. Y un día después de un mal entrenamiento, en la concentración encontré un canal cristiano en la TV. Y escuché que Jesús no era una religión, sino una relación día a día. Y ahí empecé a entender que había algo más allá que lo que yo creía. Dios me enseñó a poner la fe en el lugar correcto: Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida. Y Dios no se trata de ser católico, evangelista o protestante, sino de un Dios vivo, real. Mucha gente no se entera de todas estas cosas porque no busca, y los años pasan, y yo simplemente lo que hice fue buscar a Dios. Un Dios vivo y poderoso, que mandó a su hijo y murió en la cruz por cada una de las personas.

-¿Qué espacio ocupa en tu día a día?

-Me levanto con Dios y me acuesto con la presencia de Dios. Leo la Biblia, pongo las cosas en las manos de Dios y predico la gracia de Dios. Y después, formo a mis hijos en la gracia de Dios. La palabra de Dios dice que los tiempos son muy difíciles, y que hay que estar atentos porque te pueden arrebatar la vida. Dios te avisa que en cualquier momento podés partir. Él dice ‘cuando viene la noche ya no podés trabajar’, por eso la decisión de caminar con Dios es para tomarla en vida. Cuando lees el evangelio, y lo hacés carne, es inevitable cambiar. Porque el Espíritu Santo te cambia.

-Viviste 15 años en Europa. ¿Qué te pasa al ver tantas carencias y demandas no satisfechas acá?

-Tantas necesidades que hoy se ven, también, son porque uno pone la fe en las cosas materiales o en las personas, y no pone la fe en un Dios vivo, que es el que bendice. Donde hay penurias es por la falta de Dios, tanto en los que nos gobiernan, que no ponen en primer lugar a Dios, como en las casas particulares donde no está Dios reinando en los corazones. Por eso la pobreza viene de adentro para afuera, y lo digo por experiencia. Cuando en primer lugar en tu vida no está Dios, entonces las prioridades están mal trazadas. Ahí está esa frase que dice: ‘Es tan pobre que solamente tiene dinero’, ¿viste? Porque esa persona no sabe disfrutar nada. Pablo, en un momento dice: ‘Yo sé vivir, teniendo poco como en la abundancia. Todo lo pongo en Cristo que me fortalece’. Buscá primero al reino de Dios y su justicia, que todas las demás cosas vienen por añadidura. Pero en este mundo ponemos demasiado énfasis en las cosas, en lugar de buscar que Dios te proteja, te guarde y te bendiga.

-¿Vas a iglesia o es un tema más íntimo?

-El templo de Dios es el corazón del hombre, pero tampoco tengamos la mala costumbre de no congregarnos con los hermanos. Es con ellos cuando alabás a Dios, cuando leés la biblia, es cuando Dios se manifiesta. Y ahí sana y libera. Yo tengo una inquietud muy grande por predicar el evangelio, esto me llena el corazón. En estos últimos tiempos siento esta necesidad de rendirme a Dios para poder hablar de él. Yo realmente quiero poder pasar algún día por los vestuarios de los clubes y poder hablar de la gracia de Dios. Bajo ninguna denominación, no me interesa la denominación, sino que tengan a Dios en el corazón. Eso sería lo ideal para mí. Y a veces, pienso, que tal vez tampoco encajo mucho en el ambiente del fútbol por estas cosas… Me parece. A mí me apasiona mucho el fútbol, me encanta dirigir, pero predicar me puede mucho más. Poder ser instrumento de la mano de Dios. ¿Por qué? Porque es necesario, los tiempos son difíciles y hay que predicar en tiempo y fuera de tiempo. Y los tiempos se van a tornar cada vez más difíciles en torno a la palabra de Dios, porque, ya lo dice la biblia: la fe de mucha gente se va a enfriar.

-¿Te imaginás predicando, en público?

-Cuando doy charlas de deporte, al final, siempre hablo un ratito de la gracia de Dios. Por invitación de un pastor, a finales de mes estaré dando una charla en Bahía Blanca. Estoy interesado en pasar por todo el país para llegar a los chicos, a las familias y llegar a los vestuarios de los jugadores; después, la elección es de cada uno. Nadie te obliga a nada. Dios invita, el nunca obliga a nadie. A mi Dios me invitó y yo le abrí mi corazón. Yo ya he definido algo para mi vida.

-¿Creés que las nuevas generaciones se acercan a la iglesia? ¿Son receptivas a la palabra de Dios?

-Insisto, la palabra de Dios dice que se enfriará mucho la fe y el amor de las personas. Por eso habla de una puerta estrecha que lleva a la salvación y otra amplia y espaciosa que lleva a la perdición. Que muchos la eligen. El proverbio dice ‘instruye al niño desde muy pequeño, para que cuando fuere viejo no se aparte de la verdad’. Hoy el enemigo, el mismo diablo, intenta distanciar a la gente de la gracia de Dios, quiere romper la obra de Dios. La lucha no es contra carne y sangre, no es contra las personas, sino en un campo espiritual, Dios se levanta para pelear por las almas. Es algo muy grande, es Dios quién convence del pecado, él hace milagros, él transforma los corazones. Él es que manda la palabra y no vuelve vacía. Dios nos quiere salvar todos los días, pero no todos le dicen sí a Dios. A mí lo que más me llena es estar tomado de la mano de Dios.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/jose-antonio-chamot-me-encanta-dirigir-pero-predicar-me-puede-mucho-mas-nid27052024/

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