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Independiente vs. Argentinos, un empate sin juego, sin goles y sin fútbol: otra vez el Rojo se ganó los silbidos de su gente

De empate en empate, recibiendo pocos goles pero también sin hallar los caminos para sacudir las redes rivales, Independiente se ganó una vez más los silbidos de su gente tras un paupérrimo 0 a...

De empate en empate, recibiendo pocos goles pero también sin hallar los caminos para sacudir las redes rivales, Independiente se ganó una vez más los silbidos de su gente tras un paupérrimo 0 a 0 ante un Argentinos Juniors que fue más pulcro en el dominio, pero igual de incapaz a la hora de producir jugadas con aroma de gol.

El equipo que quiere fabricar Julio Vaccari ha tenido hasta ahora un problema de base: la pelota. Desde ya, no es exclusivo de su equipo sino generalizado en nuestro fútbol, inclusive en clubes con mucho mayor potencial económico del que exhibe el Rojo en estos tiempos. No se trata sólo del manejo individual de la principal herramienta del juego -cualquier futbolista de Primera División “sabe” con el balón- sino del colectivo, de las premisas básicas que indican hacerlo circular entre hombres de la misma camiseta y de tocar y moverse para buscar un espacio libre para volver a recibir. Eso que hoy se conoce como funcionamiento ofensivo.

El técnico santafesino intentó esta vez superar el déficit sumando volantes con supuesto buen pie: Iván Marcone para el primer toque, con Lucas González y Felipe Loyola a sus costados. No fue la solución esperada, un poco porque a los 10 minutos, y como tantas otras veces en el torneo, debió modificar la idea original por la lesión de Federico Vera; y otro poco, porque Argentinos Juniors sorprendió de arranque con un ímpetu y una ambición que le dio frutos -tres llegadas interesantes, aunque con remates defectuosos-, pero le duró un suspiro.

Aun así, Vaccari insistió en su idea, eligiendo a Jhonny Quiñónez por encima del siempre cumplidor David Tata Martínez para sustituir a Vera (lo que desplazó a Loyola al lateral derecho). La técnica pulida es, en teoría, la mejor virtud del ecuatoriano, casi inédito desde que comenzó la Liga Profesional, a quien la gente recibió con un apoyo impensado cuando pisó la cancha. Después, sus errores en los pases y su lentitud de movimientos cansó muy pronto a los hinchas, que un cuarto de hora más tarde ya le dedicaban los silbidos que lo acompañan desde su aterrizaje de la mano de Carlos Tevez. Y un rato más tarde al técnico, lo que lo retiró a los 13 de la segunda parte. Quiñónez se fue llorando.

Nada le funcionaría al entrenador local. Ni antes ni después de ese cambio ni de los que se sucedieron hasta el final. Continuó el Rojo sin tener juego colectivo, sin nadie que aportase una pizca de inventiva para alterar los nervios del adversario, sin provocar una sola ocasión para ilusionar a su gente, que demoró 85 minutos para empezar a demostrar su disconformidad con lo que veía. Basta decir que el primer y único “¡Uh!” ocurrió en tiempo de descuento: Marcone sacó un centro largo desde la derecha, Santiago Hidalgo la devolvió al medio ante la mirada complaciente del Ruso Rodríguez y el cabezazo de Federico Mancuello se estrelló en el travesaño.

El Bicho tiene menos problemas en la relación con la pelota. Son muchos los que cumplen con la tradición del club y con el principio de dársela al compañero. Alan Lescano, Kevin Oroz, Alan Rodríguez, el lateral Román Vega, los delanteros José Herrera y Gastón Verón ponen la pelota contra el piso, se buscan y se encuentran con facilidad, y logran progresar en el campo con cierto criterio. Su déficit aparece en el cuarto final de la cancha, ahí donde se definen los partidos, ya sea por no tener justeza en el último pase o en el remate.

Lo más destacado y el gol errado por Mancuello

En el inicio de la segunda mitad, Argentinos repitió la secuencia del comienzo. A los 4, Verón giró en la puerta del área, soltó el derechazo y Rodrigo Rey se estiró por primera, y también única, vez en la tarde para desviar al córner; a los 6, Alan Rodríguez descubrió un hueco por el medio, le dio de sobrepique y el disparo rozó el travesaño. Pero nuevamente le faltó convicción e insistencia (no convirtió ni un gol como visitante desde que empezó el campeonato) y permitió que el local se afirmara en la seguridad de Kevin Lomónaco e Iván Marcone y la sabiduría del chileno Loyola por derecha para emparejar la balanza y pasar más sofocones.

El partido, por supuesto, fue una invitación a la siesta dominguera. Sobre todo cuando a partir de los 40 del primer tiempo, la tormenta que se preanunciaba hizo su aparición con un viento que enfrió el ambiente todavía más de lo que de por sí deparaba el espectáculo.

Independiente dejó pasar una nueva ocasión de sumar puntos para alcanzar el objetivo de meterse en la Copa Sudamericana 2025, y la palidez de su imagen no invita al optimismo pensando en el desafío por Copa Argentina ante Vélez, el equipo del momento. Argentinos no supo cómo traducir su pulcritud en eficacia. La tarde se fue de largo con frío, con viento, sin goles, sin aplausos, sin una gota ni de lluvia ni de fútbol.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/independiente-vs-argentinos-un-empate-sin-juego-sin-goles-y-sin-futbol-otra-vez-se-gano-los-silbidos-nid22092024/

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