Con los ojos enrojecidos y los dientes apretados frente al televisor, el hincha de Independiente recibió con cierta satisfacción e incluso alivio el 0 a 0 en el clásico. El muy elevado número de circunstancias –las que desde unos años lo ponen en desventaja económica y de poderío de plantel frente a su rival de barrio, y las que se fueron dando en el partido desde el minuto 7 hasta el final– le otorgan al empate la sensación de punto ganado. Mejor aún, de que el perdedor de dos puntos fue Racing, el vecino de la vereda de enfrente, algo que en temporadas de escasez cotiza doble.

Después de varias décadas de dominio casi absoluto del duelo de Avellaneda, al simpatizante del Rojo no le resulta fácil acomodarse al nuevo paisaje, pero poco a poco lo va consiguiendo a fuerza de golpes y fue, justamente, un golpe lo que empezó a derribar cualquier planteo que hubiera imaginado Julio Vaccari cuando la pelota apenas había rodado siete minutos.

En ese instante, Facundo Mura llegó hasta el fondo por la derecha y pinchó el centro buscando a Maravilla Martínez. Kevin Lomónaco e Iván Marcone fueron con premura al corte y se cabecearon entre sí. Lograron continuar en la cancha hasta el cierre de la primera mitad (los dos fueron sustituidos en el descanso porque presentaban síntomas de mareos), pero desde ese mismo momento la idea de juego del técnico santafesino comenzó a ser papel mojado. Y se empaparía del todo cuando, a los 29 minutos, Damián Pérez vio la tarjeta roja por cortar de raíz una escapada de Baltasar Rodríguez rumbo al gol.

“Fue un partido muy atípico, muy difícil de analizar, con muchas situaciones que variaron el andar del juego y del planteo. Realmente se nos modificó todo”, confesó el entrenador en conferencia de prensa, corroborando lo que se había observado desde afuera. Si de entrada la intención era adelantar la defensa y que David Martínez tapara a Santiago Sosa para evitar que fuera el lanzador de los delanteros locales, el encontronazo entre Lomónaco y Marcone no sólo dejó aturdidos a los protagonistas del choque sino a todo el equipo, y desfiguró lo previsto.

El Tata Martínez debió retrasarse para colaborar con un Marcone “perdido” en la marca y extrañamente torpe con la pelota, destapando a un Sosa que acabó siendo el mejor de la Academia. A su vez, Lomónaco estuvo lejos de ser el zaguero rápido y expeditivo de encuentros anteriores. La mitad de la cancha quedó así en manos del local y dar más de tres pases seguidos se convirtió en una quimera para el Rojo.

El cuarto director técnico que tomó las riendas de Independiente en los últimos dos años mencionó el “andar” en la charla pospartido, y la realidad es que va haciendo camino mientras anda. El club logró sumarle cinco jugadores en el mercado de pases, todos ellos con más virtudes defensivas que atacantes, y Vaccari decidió entonces fortificarse de atrás hacia adelante. Apela a la garra, a la personalidad y al espíritu de lucha antes que a la ductilidad y el talento de otras épocas, simplemente porque estos brillan por su ausencia. Sus dirigidos le responden, y los resultados le van dando aire para respirar hasta que soplen vientos más favorables.

“Hicimos un esfuerzo gigante para cerrarnos bien y aunque veníamos con otra idea, conseguimos rescatar un punto frente con todo un estadio en contra”, analizó el chileno Felipe Loyola, que junto a Rodrigo Rey y Joaquín Laso capitanearon la resistencia a partir de no perder el orden.

Con el empate en el Cilindro, el arquero sumó su cuarto partido sin recibir goles, dos de ellos (San Lorenzo y Racing) jugados en inferioridad numérica durante más de una hora. “No nos sentimos cómodos jugando a la contra, pero mantener el orden atrás era la forma de evitar que nos creen ocasiones y la única de crear alguna en ataque”, señaló Rey. “Lo que han hecho los jugadores a la hora de correr y neutralizar al rival con uno y al final con dos hombres menos es muy valorable. También que hayan sabido adaptarse a los cambios de situación que se fueron provocando”, dijo Vaccari.

El Rojo sigue en deuda con la elaboración de fútbol. En toda tarde, sólo un zurdazo cruzado de Diego Tarzia en el segundo tiempo tras una muy buena combinación previa de Sporle y Loyola le llevó un toque de inquietud a Gabriel Arias, y por demás, costaría mucho trabajo enumerar jugadas con un mínimo de criterio ofensivo. Pero esta vez, el contexto general y las circunstancias puntuales pasaron la cuestión a un segundo plano.

En el arranque de una semana muy caliente (el Rojo enfrenta el miércoles a Godoy Cruz, por la Copa Argentina, y el domingo a River), Independiente le puso el pecho a las dificultades, le fastidió una alegría que presumía a su vecino de barrio y le generó una mueca de moderada satisfacción a su gente. No está mal para un partido que se torció siete minutos después de empezar.