Es soldado ucraniano, comenzó a cocinar como escape mental de la guerra y se transformó en influencer
En medio de las ruinas del este de Ucrania, cerca de las trincheras, Ruslan se concentra para no llorar mientras corta cebollas con su largo cuchillo de combate.Además de soldado, Ruslan Mo...
En medio de las ruinas del este de Ucrania, cerca de las trincheras, Ruslan se concentra para no llorar mientras corta cebollas con su largo cuchillo de combate.
Además de soldado, Ruslan Mokritski es un cocinero “influencer”, que desde el frente comparte sus recetas a los más de 131.000 seguidores de su cuenta de TikTok y unos 43.000 en Instagram.
Con un largo bigote que resalta su amplia sonrisa, este hombre de 32 años da indicaciones a su compañero de armas, convertido en cámara por un día. “Encuadra más abajo con tu teléfono”, le dice, didáctico. “Haz un primer plano de mis dedos ahí”, continúa. En la pantalla, sus manos con cicatrices de estallidos de obuses manejan con destreza las cebollas.
La descripción en su perfil de TikTok resume su vida: “Un cocinero en el infierno de la guerra”.
Ruslan Mokritski es cocinero, influencer y soldado ucranianoEl día de su encuentro con la AFP, Ruslan revisita un clásico de la cocina italiana: pasta all’arrabiata. La noche antes estaba pilotando drones en el “infierno de Toretsk”, en la región ucraniana de Donetsk, donde las fuerzas rusas intentan abrirse paso desde hace meses.
Una vía de escapeEn el frente desde el inicio de la guerra en febrero de 2022, Ruslan necesitaba una vía de escape. “Después de las misiones, digamos que había muchas imágenes horribles y angustiantes”, explica. “Necesitaba recuperarme mentalmente”.
Para intentar olvidar el horror se sumergió en el cine, la música, la lectura, los paseos... Pero nada le sirvió. “Llegué a un punto en que me dije que estaría bien grabarme mientras hago papas fritas, por ejemplo”, cuenta.
Con tres millones de visualizaciones, el éxito de sus videos superó sus expectativas. Entonces, implicó a sus compañeros de batallón, que llamaron a sus esposas para conseguir más recetas. “Todo el mundo disfrutaba”, afirma. “No soy solo yo el que se reconstruye mentalmente, también todo el mundo alrededor”, continúa.
Estas sesiones ofrecen “una o dos horas” de liviandad, una sensación poco abundante en el frente oriental de Ucrania.
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Su camarada Iván, de 25 años, se entrega al trabajo de camarógrafo y se deleita con este momento de respiro. “Cuando filmo a Ruslan, ya no pienso en la guerra”, dice. Además, le permite disfrutar de “una buena comida”, agrega jovial.
En la página de TikTok del “influencer”, las cruentas imágenes de la guerra se alternan con las recetas cocinadas para los miembros de su comunidad.
Además de los beneficios psicológicos, “vitales” para Ruslan, el espacio sirve para tender lazos con los civiles de la zona. Con humor, el robusto cocinero aprovecha para sus recetas los productos hallados en las ciudades devastadas que recorre, como un casquillo de una bala de calibre 12,7 que usa como pimentero.
Guerra de propagandaLa popularidad virtual se traslada a la vida real. “Una compañía de bebidas energéticas me contactó” para que sea su embajador, revela. “Me enviaron paquetes de bebidas para la unidad y me ayudaron cuando resulté herido en combate”, dice enseñando las cicatrices de sus manos.
Después de dos años y medio de guerra, las abundantes donaciones del inicio de la invasión empiezan a disminuir y la notoriedad de “influencers” como Ruslan reaviva el fervor de la población.
Pero “los rusos también miran mis videos”, afirma sonriente. “Ven que somos gente ordinaria que defiende su país, no fascistas o qué sé yo”, dice en referencia a la narrativa de Moscú conforme la invasión buscaba “desnazificar” Ucrania.
Para él, la propaganda se ha convertido en “una guerra a tiempo completo”. Por ello, pese a sus apremiantes obligaciones como soldado, Ruslan dedica tiempo casi cada día a sus videos.
“Cuando uno de mis amigos ha muerto, me han hecho falta cuatro días para recuperar el ánimo”, reconoce.
En la escena final de su video, con el humo del parmesano caliente elevándose entre las ruinas, Ruslan sirve la pasta en los platos de plástico de sus compañeros. En su rostro, bajo su característico bigote, se dibuja una sonrisa.
Con información de AFP