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Es ingeniero, tuvo que reinventarse y ahora les da trabajo a 46 migrantes: “Es muy lindo trabajar con personas de otras culturas”

Como muchos otros venezolanos, Néstor Briceño dejó su Maracaibo natal y llegó a Buenos Aires el 5 de febrero de 2016 para buscar una vida mejor junto a su esposa y su hijo pequeño. Pensó que ...

Como muchos otros venezolanos, Néstor Briceño dejó su Maracaibo natal y llegó a Buenos Aires el 5 de febrero de 2016 para buscar una vida mejor junto a su esposa y su hijo pequeño. Pensó que siempre trabajaría como ingeniero industrial, pero cuando las cosas no salieron como había soñado, empezó a cocinar tequeños en su casa para venderlos entre sus contactos. Hoy, su empresa, TequePops, emplea a unos 40 compatriotas, dos mujeres de Perú y Paraguay, y también a dos jóvenes argentinos.

“Si bien a los dos meses de haber llegado, ya me desempeñaba como jefe de fábrica en una empresa metalúrgica en Avellaneda, cuando al año me dejaron de pagar, me tuve que reinventar. Acá, como migrante estás solo y en ese tiempo tan difícil falleció mi mamá en Venezuela y no pude ir a despedirla porque no tenía dinero”, recuerda Néstor a sus 39 años.

El comienzo de un gran negocio

“Un día la metalúrgica, donde seguía trabajando, me pagó una parte de la deuda, que equivalía a unos 60 dólares. Con eso compré queso, harina y huevos para hacer tequeños. Se los vendí a mis amigos. Esa plata la volví a invertir y ahí empecé este negocio. Durante 9 o 10 horas trabajaba en la fábrica, y cuando llegaba freía los tequeños que había hecho la noche anterior y los vendía en cinco grupos de venezolanos de Facebook. También traté de venderlos en la calle, pero la policía me corría”, cuenta.

Como las recomendaciones de sus tequeños pasaron de boca en boca, en una semana duplicó sus clientes y en tres semanas su crecimiento fue exponencial. Tanto, que renunció en la fábrica donde no le pagaban hacía varios meses y se dedicó a cocinar y vender. Era agosto de 2017 y hasta entonces el sueldo de su esposa Nelyary, de 37 años, se usaba para el alquiler y los gastos indispensables de su hijo Maximiliano, hoy de 11 años.

El nombre PopsTeque, al que con el tiempo se sumó el té frío PopsTea, nació el 8 de octubre de ese año, cuando lo invitaron a una feria artesanal venezolana. “Me pareció chévere y, como le tenía que poner un nombre al emprendimiento –porque hasta entonces venía con mi propio nombre en Facebook–, elegí Pops, en recuerdo de mi apodo de chico, Popus”, refiere y muestra con cariño piadoso el primer logo que hizo a mano.

Desde un pequeño departamento hasta una gran planta de producción, Néstor construyó oportunidades para que #TequePops crezca al ritmo de sus sueños.

El sabor de 🇻🇪 es parte de las mesas 🇦🇷, enriqueciendo la gastronomía y dinamizando la economía.#CadaPaso es un nuevo comienzo. pic.twitter.com/anZgNESQNi

— OIM Argentina (@OIM_Argentina) December 23, 2024Solidaridad con sus compatriotas

Al tiempo empezaron a ayudarlo varios familiares y cómo él mismo cuenta, “la térmica saltaba todo el tiempo en el departamento”. Entonces alquiló un local en Once, donde en la planta baja producían tequeños y pastelitos zulianos para esa sucursal y una segunda que abrieron en Palermo. Ahora tiene allí su oficina y montó muy cerca la fábrica, donde trabajan 46 personas, a las que se sumarán ocho más cuando el mes próximo inaugure una tienda en Núñez. También elaboran mercadería para tiendas de terceros, cines y revendedores mayoristas

Néstor Briceño le ve el lado positivo a todo, incluso a que su antiguo empleador le haya pagado su deuda en cuotas demoradas y espaciadas. “No tenía colchón para buscar otro trabajo como ingeniero y como no tenía nada, me tuve que enfocar en mi propio proyecto. Cuando empecé a cobrar mis sueldos pendientes, ya estaba bien plantado y pude comprar máquinas para que el negocio creciera”, relata el fundador de TequePops, reconocido por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), una agencia de Naciones Unidas.

La parte principal de la fábrica es tan blanca y pulcra que la llaman “el quirófano”. Allí, Néstor emplea a 42 venezolanos, dos jóvenes argentinos y dos mujeres de Perú y Paraguay. “Los primeros trabajadores fueron familiares y luego amigos que iban llegando desde mi país. Lo importante es que somos una gran familia”, dice.

Una de las operarias en la línea de producción es Jadeth Escalona, de 25 años, que vino hace 7 años desde Caracas con la familia de su marido Miguel Durán y acá dio a luz a su hija Khloe, de 5 años. Vive con ellos en una casita de Lanús. “Entré en TequePops el 2 de febrero de 2022 y me enseñaron a hacer los tequeños, porque cada quien tiene su manera. Aprendí mucho y un año después me convertí en entrenadora de los operarios”, explica después de demostrar por qué es la más veloz en la mesa de producción.

“Con el tiempo me convertí en la más rápida haciendo tequeños, porque si te piden 12 o 15 bandejas para las 14 y yo las completo antes de las 12, por la tarde puedo hacer horas extra. La verdad es muy lindo trabajar con migrantes y argentinos, porque aman aprender y hacer los tequeños. El ambiente es muy bueno, nos llevamos muy bien e intercambiamos las cosas más lindas de nuestras culturas”, afirma.

“Usaron una receta mía”

Araceli Benegas nació en Itauguá, Paraguay, hace 31 años, y es otro ejemplo de cómo se puede prosperar gracias al trabajo y el esfuerzo. “Vine a los 8 años con mi hermana Estefanía a la casa de mi abuela en Martín Coronado, en el Gran Buenos Aires, porque mis padres emigraron a Nueva York, Estados Unidos. Fue bastante duro dejar el pueblito donde podíamos visitar solas a tíos, primos y amigos. Acá empezamos el colegio y, como hablábamos mitad guaraní y mitad español, se burlaban de nosotras. Fue difícil adaptarnos, pero a los 2 años ya teníamos amigos. Y cuando mis padres nos mandaron a buscar, preferimos quedarnos acá”, cuenta.

“Entré en TequePops en 2021 para hacer mantenimiento y limpieza, de 7 a 15, pero a las 10 terminaba mis tareas y colaboraba en la mesa de producción, donde fui aprendiendo el trabajo. Al tiempo ayudaba a la jefa a preparar los rellenos de los pastelitos zulianos, parecidos a las empanadas, y cuando ella se fue, le enseñé todo a su reemplazante. Al año de haber empezado mi trabajo, me nombraron jefa de cocina y empecé a colaborar para crear nuevos productos. El año pasado salió el pastelito de pollo, una receta mía en base a la de Maracaibo, con la guía y aprobación de Néstor Briceño”, relata con orgullo.

“Es muy lindo trabajar con otros inmigrantes porque nos llevamos muy bien y aprendemos su cultura, repetimos sus modismos al hablar y preparamos su comida tan sabrosa –dice Araceli-. A veces me pregunto por qué nunca se me ocurrió desayunar una arepa con carne o pollo mechado, que es más saludable y nutritiva que las facturas. Lo cierto es que ahora me siento más venezolana que paraguaya porque no sé hacer sopa paraguaya ni chipa, pero soy experta en tequeños y pastelitos”.

Más informaciónSi querés conocer más historias sobre migrantes que crearon oportunidades en la Argentina, podés entrar al canal de YouTube de la Organización Internacional para Migrantes (OIM) y ver las historias destacadas.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/es-ingeniero-tuvo-que-reinventarse-y-ahora-les-da-trabajo-a-46-migrantes-es-muy-lindo-trabajar-con-nid15012025/

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