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El renovado arte de habilitar lecturas

Había una vez una mujer que estaba por cumplir 60 y quería incluir algo especial en su festejo: alguien que hiciera algún tipo de animación, ¿quizás un mago? La inquietud llegó a oídos de u...

Había una vez una mujer que estaba por cumplir 60 y quería incluir algo especial en su festejo: alguien que hiciera algún tipo de animación, ¿quizás un mago? La inquietud llegó a oídos de unas amigas, Ana López y Mariel Lo Re, que le ofrecieron organizar una actividad donde la magia haría lo suyo, pero que de ningún modo implicaría algo parecido a un mago. “Vamos a hacer una animación con libros”, le dijeron. La cumpleañera –no se sabe si con reticencias o no– decidió confiar en ellas y aceptar la propuesta.

El día del festejo, Ana y Mariel llegaron con una caja de dimensiones considerables, envuelta en un moño naranja. La colocaron en el centro de una mesa, invitaron a los asistentes a sentarse alrededor y con delicadeza –habían preparado a conciencia toda la mise-en-scène– procedieron a leer un texto breve que reivindicaba el placer de la lectura. Luego, fueron sacando el contenido de la caja: libros. Volúmenes que venían con las marcas del uso, la lectura, el disfrute. Libros de sus propias bibliotecas, títulos que ellas habían leído y amado, y que ahora ponían a disposición de los que estaban allí, para que los ojearan y curiosearan a gusto. Ana y Mariel le dieron a cada uno de los presentes un lápiz y una hoja donde venía impresa la lista de los libros distribuidos sobre la mesa. Y prosiguieron con la “función”: comenzaron a leer, una por vez, fragmentos de algunos de esos libros, y a comentarlos como quien se los comenta a un amigo.

Uno de los mejores piropos que recibieron fue el de una señora que les agradeció la generosidad

La intervención fue un éxito pese –o tal vez por eso mismo– a que iba a contramano de casi todo lo esperable: libros en medio de una fiesta; objetos leíbles, palpables, manipulables y ajenos a la volatilidad digital; cero academicismo, ninguna invitación a algo así como “charlemos de esto”, “cuéntenos ustedes qué piensan de tal o cual autor”. Si a alguien se le dio la palabra en ese encuentro, fue a los escritores que, a través de las voces de las organizadoras, desplegaron su trama de palabras y hechizo durante una hora y media. Todo un dato: en ese lapso, nadie sintió necesidad de revisar el celular. Otro dato: en un tiempo de redes sociales y exposición continua de dimes y diretes, el simple hecho de permanecer callados, escuchar, tomar algún apunte o leer en silencio alguna contratapa, más que como restricción fue vivido como un alivio. Un descanso.

La gente se dejaba mecer por la música de los textos, anotaba en la hoja que les habían dado impresiones, reflexiones o simples marcas sobre los títulos que les gustaría leer o hacer leer a otros. La cumpleañera estaba feliz. Y a las organizadoras les pareció que la experiencia bien podría repetirse.

Así nació un proyecto de esos que por suerte abundan y brindan la cuota de oxígeno que todos andamos necesitando. En este caso, se llama “Un rato con libros”, y sus creadoras lo vienen llevando adelante desde 2023 en librerías de Pilar y Acassuso como El Enebro, La Pieza o El vergel (aunque, luego de aquella primera presentación, también las llamaron para ser el “regalo sorpresa” en algún que otro cumpleaños).

Grandes lectoras –Ana calcula que, por año, llega a leer unos 60 o 70 títulos–, consideran que con su proyecto se convirtieron en “habilitadoras” de lecturas. Uno de los mejores piropos que recibieron fue el de una señora que les agradeció la generosidad. El otro, el de una chica de 20 años –la audiencia de sus encuentros suele ser de más edad– que les dijo: “Me hicieron entrar en un loop”. Y hubo una participante que, lista en mano, fue a consultar a la librería Notanpuan y recibió un admirado “¿De dónde sacaste eso?” por parte del librero.

Este año, piensan cruzar la General Paz y hacer una presentación en Naesqui, en Villa Ortúzar. Hay que ver cómo se les ilumina la mirada cuando hablan de los libros y la intimidad que suponen. La misma que los haikus de Chiyo con los que suelen cerrar sus encuentros: “Si a verlo vienes/el bosque siempre alberga/calor de bosque”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-renovado-arte-de-habilitar-lecturas-nid28012025/

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