El Rey apeló primero a la persuasión, pero no logró que su hermano Andrés (64) abandonara voluntariamente Royal Lodge, una propiedad de la Corona en la que vive junto a su ex mujer, Sarah Ferguson, más los corgis que pertenecieron a la reina Isabel II. El príncipe y duque de York se niega a renunciar al lujo y las comodidades de la enorme casona blanca ubicada a menos de cinco kilómetros del castillo de Windsor y hace un año rechaza las otras dos opciones que Carlos III le ofrece: Frogmore Cottage –una encantadora casa donde vivieron el príncipe Harry y Meghan Markle antes de mudarse a California–, y un departamento del complejo del Palacio de Kensington, que demandan menores gastos que Royal Lodge.

Según contó al diario The Times una fuente de Buckingham, el Rey le dio un ultimátum a su hermano, cansado de hacerse cargo del costo de esa inmensa construcción del siglo XVIII que tiene treinta habitaciones y capilla privada y, ante la falta de respuestas, acaba de tomar una decisión drástica: despidió a los diez custodios privados que velaban por la seguridad del duque.

UN PRÍNCIPE EN APRIETOS

Andrés se ampara en un contrato que firmó en 2003 para ocupar esa propiedad por 75 años, sin embargo, no tiene fondos para mantener la casa en buenas condiciones ni para pagar al personal. Desde que estalló el caso Epstein por abuso de menores que lo involucra, el tercero de los cuatro hijos de la reina Isabel II perdió sus privilegios reales y dejó de recibir dinero público. Sólo cuenta con una asignación del ducado de Lancaster por menos de 300 mil euros anuales. Algunas versiones aseguran que, una vez que Carlos consiga desalojar a Andrés, Royal Lodge se convertirá en la residencia de su hijo William, heredero del trono, junto a la princesa Kate y sus hijos George, Charlotte y Louis.