El mito de los guantes de Shakespeare que puso en vilo a una ciudad de los Estados Unidos
William Shakespeare (1564-1616) ...
William Shakespeare (1564-1616) fue un dramaturgo, poeta y actor inglés, el más importante para esa lengua y un escritor de suma relevancia para la literatura universal. De allí que en diferentes localidades del mundo se hallen museos y sitios que lo recuerdan, como la biblioteca en su honor ubicada en la ciudad de Pensilvania, en los Estados Unidos, donde un par de guantes puso en vilo a sus habitantes, luego de que una curadora de servicios de investigación pusiera en duda si efectivamente pertenecían o no a este personaje legendario.
Este par de guantes, con bordados en las muñecas, se guardan sobre una almohada de satín rojo, dentro de una caja de madera y protegidos por un vidrio. Cuando Alicia Meyer, la curadora del Centro Kislak de Colecciones Especiales, Libros Raros y Manuscritos, organizó una visita a una de las bibliotecas que conservan objetos del dramaturgo y de actores que interpretaron sus obras hace siglos, halló estos accesorios ocultos y le surgió la necesidad de confirmar si fueron en verdad de Shakespeare y por qué terminaron allí.
Históricamente, en Pensilvania se creyó que estos guantes fueron utilizados por el dramaturgo, pero jamás se confirmó, a diferencia de lo que sí sucedió con otras prendas. “Sacamos los guantes para divertirnos. Me quedé allí mirándolos y pensé: ‘es bastante extraño que esos guantes estén aquí y deberíamos intentar aprender más sobre ellos’”, dijo la experta.
Esta inquietud se volvió tan preponderante que intervinieron científicos de la Universidad de Pensilvania, con el fin de corroborar el origen de aquellos accesorios. “Nuestra sospecha era que se trataba de una mitología creada en torno a los guantes, que pertenecían a Shakespeare. Es imposible probar a quién pertenecían, pero una de las cosas que pensé que tal vez podríamos hacer era averiguar si eran de esa época”, explicó Mayer en el artículo que más tarde publicó la institución académica.
Resulta que Pensilvania es una de las localidades que más objetos y escritos de Shakespeare resguarda en todo el mundo. Alberga la Biblioteca Horace Howard Furness Memorial y la Biblioteca Edwin Forrest, dedicadas al estudio de referente inglés y otros dramaturgos.
Sobre los guantes, Zachary Lesser, profesor de inglés de la cátedra Edward W. Kane, aseguró que se trata de una “reliquia religiosa”, casi como objetos preciados a los que se le rinden culto.
En relación con cómo llegaron a Pensilvania, Lesser explicó que existe una teoría casi convincente. Se dice que el famoso actor David Garrick (1717-1779) recibió los guantes de los descendientes de Shakespeare de parte del alcalde de Stratford-Upon-Avon, pueblo de nacimiento del dramaturgo. El motivo, un reconocimiento por la interpretación de sus obras.
De allí pasaron a la familia Kemble y finalmente llegaron a manos de Frances (Fanny) Kemble (1809-1893), una actriz que actuó en Filadelfia. Ella habría sido la culpable de que los guantes terminaran en los Estados Unidos.
La conclusión del estudioSegún Lesser, “aunque no se remonten a Shakespeare, Alicia descubrió que al menos es plausible que sean guantes del siglo XVII”. Desde la muerte del poeta hasta que se entregaron a Garrick, transcurrieron más de 100 años, un período del que, poco se cree, alguien haya tenido interés en ellos.
“Creo que son realmente guantes del siglo XVII. Para mí, visualmente y científicamente, parecen de principios o mediados del siglo XVII, simplemente coincidentes con la época de Shakespeare”, insistió Meyer. “Así que la historia sigue viva”, agregó.
De este modo, la gran movilización que se generó en torno a estos guantes por parte de especialistas en dramaturgia y en el cuidado de elementos de la antigüedad, concluyeron que no pueden confirmar si pertenecieron al poeta inglés. Cabe destacar que estos accesorios no se muestran al público, por lo que si se requiere un vistazo, en necesario realizar una solicitud especial.
“No podemos afirmarlo, pero tampoco tenemos ninguna razón para descartarlo por completo. Creo que por eso hay suficiente margen para que, si querés creerlo, puedas hacerlo. No encontré ninguna prueba que lo desmienta por completo, pero estoy abierta a esa posibilidad”, cerró.