Un grupo de arqueólogos mexicanos halló, en el estado de Nayarit, un sistema funerario que funcionó como ritual previo a la fundación de una ciudad. En la fosa, se colocaron cinco cuerpos de hombres, que, se cree, pertenecieron a la misma familia. Este descubrimiento fue el primero de su tipo en México y dejó a todos atónitos por la forma aterradora en la que las comunidades nativas organizaron a los difuntos. Se estima que la antigüedad de los huesos data del 500 al 850 d.C.

El encuentro se dio en el pueblo Pozo de Ibarra, luego de un trabajo rutinario para extender las cloacas y urbanizar el sistema de alcantarillado de la zona. Tras informar sobre el salvamento arqueológico, el Instituto Nacional de Antropología e Historia Inah, intervino en el lugar para llevar a cabo los estudios correspondientes.

Según explicaron desde el centro, en la fosa dieron con un esqueleto en perfecto estado de conservación y sobre él, varios fémures y tibias, al igual que siete cráneos completos de individuos de diferentes edades. Lo cierto es que algunos presentaron modificaciones particulares, propias de las comunidades mesoamericanas. Todos pertenecieron a varones del mismo grupo familiar y se depositaron allí de manera cuidadosa y con un significado específico.

La arqueóloga encargada de la excavación, Claudia Servín Rosas, aseguró que esto perteneció a un ritual propio de la era prehispánica en la zona y se relacionó con la fase cultural Amapa. Además de los restos óseos, también rescataron figuras antropomorfas y cerámica.

Esta práctica fue propia de aquella unidad doméstica local, por lo que en otras ciudades no se encontró, hasta el momento, algo similar. Gracias a ello, ahora se podrá determinar cómo se realizaban los rituales funerarios fundacionales y por qué, incluso, sumaban a todo un grupo familiar.

El trabajo de salvamento se realiza junto a dependencias estatales, a fin de preservar la fosa lo mayor posible hasta la completa extracción de los huesos. Este proyecto permanece bajo la premisa de la región de estudiar a fondo las culturas prehispánicas para sumar y enriquecer los orígenes de su población local.

Los sondeos que se realizaron allí determinaron que el desarrollo social se generó en esa zona durante la etapa del período Clásico en el 200 al 900 d.C. En el depósito explorado también aparecieron otros indicios de ocupaciones más antiguas, las cuales atestiguan la presencia de los primeros agricultores hace 2000 años.

Asimismo, este análisis arrojó que las capas profundas de la fosa están bien estratificadas, por al menos cinco capas superpuestas pertenecientes a diferentes períodos. Este sitio cubrió un rango temporal de al menos catorce siglos, las cuales van desde el complejo cultural Chinesco 100 a.C.-250 d.C. hasta el Ixcuintla en el 1100 al 1350 d.C.

Sobre este maravilloso resultado, Servín Rosas complementó: “La investigación sistemática de las poblaciones del Epiclásico (600-850/900 d.C.), que estuvieron asentadas en las fértiles llanuras deltaicas de la costa noroccidental de Nayarit, es fundamental para explicar procesos como la especialización económica, la jerarquización social y el surgimiento de instituciones políticas centralizadas como las que caracterizaron a la compleja sociedad Aztatlán (850/900-1350 d.C.) del periodo Postclásico, cuya zona nuclear de desarrollo se ubica precisamente en las tierras bajas aluviales, donde, según las fuentes documentales de la primera mitad del siglo XVI, se practicaba agricultura intensiva de humedad en suelos de alto rendimiento”.