Copa América: Colombia es la que samba, mientras que el gigante Brasil sigue sin despertar
El presente y el tiempo de trabajo marcaron la diferencia. Colombia exhibió el valor de un proceso, de un proyecto: la estadística señalará una serie de 26 partidos invicta, después del empate...
El presente y el tiempo de trabajo marcaron la diferencia. Colombia exhibió el valor de un proceso, de un proyecto: la estadística señalará una serie de 26 partidos invicta, después del empate 1 a 1 con Brasil, marcador que aseguró el primer puesto a los cafeteros en el Grupo D de la Copa América. Un resultado positivo, porque se medirá con Panamá en los cuartos de final y empujó al Scratch a jugar con Uruguay en el mata a mata. Demostró carácter y reacción para reponerse a una derrota parcial, unión colectiva, un plan que ofrece identidad futbolística y jugadores que se comprometen con el diseño y tienen apetito de gloria.
Brasil es un gigante que sigue adormecido, sin el brillo y la magia del pasado: se apoya en las individualidades ante la ausencia de un programa, porque la irrupción de Dorival Junior como seleccionador no tiene seis meses de recorrido; la baja de Vinicius Jr. ante la Celeste, por acumulación de tarjetas amarillas, es otro problema en tiempos de confusión.
Una final, pero para definir el primer puesto del grupo. Ser el mejor de la zona tenía un premio, un plus: evitar en los cuartos de final a Uruguay, una de las tres selecciones que cosechó puntaje ideal, y encontrarse en el camino con Panamá, que es la Cenicienta de la Copa América. La recompensa por la victoria no era menor y así lo interpretaron Brasil y Colombia. Vértigo, velocidad y las bandas como sectores a explotar para lastimarse.
En campos de juego que están al límite del reglamento, porque en su mayoría son estadios de fútbol americano, los 64 metros de ancho -el mínimo que exige la FIFA y que múltiples críticas desató en el recorrido, además del césped de algunas canchas- no se impuso como una barrera para que se desate un juego vibrante, de ida y vuelta, con duelos particulares. El Scratch atacó con Raphinha y Vinicius Jr. a los marcadores Daniel Muñoz y Deiver Machado; Colombia utilizó a su estrella Luis Díaz para encarar al capitán Danilo, mientras que por el sector derecho el seleccionador argentino Néstor Lorenzo no utilizó a una pieza fija: podía escalar Muñoz, volcarse Jhon Córdoba y hasta asomarse James Rodríguez.
Las pulseadas avivaron un desarrollo que no necesitaba combustible para encenderse, también las desatenciones agitaron la aventura. En 18 segundos, Colombia enseñó que estaba atada; la responsabilidad y la historia hundió en ese primer segmento al equipo. Raphinha le quitó la pelota a Machado y el arquero Camilo Vargas, encandilado por el sol, necesitó de dos tiempos para controlar una pelota alta, que no representaba riesgo y por poco se convierte en un problema. Los cafeteros corrían detrás del balón, el que controlaba Brasil con triangulaciones a un toque, distrayendo para lanzar a correr por las bandas a Raphinha o Vinicius Jr., quien en oportunidades trazaba diagonales para enfilar directo al arco.
Las mejores jugadas del empate entre Colombia y BrasilEl aplomo del Scratch, que en los dos primeros partidos –empate con Costa Rica y goleada 4-1 a Paraguay- demostró ser un equipo de vuelo bajo, marcó el ritmo. Dominante, explotaba el nerviosismo colombiano, un conjunto que sin la pelota se pierde, se debilita. Desbordó Vinicius Jr. y el remate de Bruno Guimaraes lo rechazó, con dudas, Vargas al córner; una falta innecesaria –los foules se multiplicaron-, en un clima que se enardeció y provocó que el árbitro venezolano Valenzuela recurriera a las tarjetas amarilla, abrió la ventana para que Raphinha -recuperaba la titularidad- ejecutara un tiro libre magnífico, por sobre la barrera, para que el vuelo del guardavalla solo le diera mayor espectacularidad al gol.
Era un golpe que modificaba el escenario, la hoja de ruta: Brasil no solamente saltaba a la cima del grupo, se reponía de la amonestación que recibió Vinicius Jr., que por acumular dos sanciones deberá cumplir un partido de suspensión, y del remate con pelota parada de James Rodríguez que rozó el travesaño. El crack colombiano, que todavía no resolvió en qué club jugará al terminar la Copa América, con sus movimientos pendulares era indetectable para los brasileños: como lanzador y ejecutor de las pelotas detenidas, como en el gol de Davinson Sánchez que anuló el VAR por offside, o en el tiro de esquina con el que habilitó a Córdoba, que martilló con la cabeza, pero le faltó justeza y la pelota superó el travesaño. También con el remate de aire, tras asistencias de Jhon Arias, que no encontró el arco ante la desesperación de Alisson Becker.
Reclamos, faltas, forcejeos y algún empujón enseñaban el tinte del partido. Colombia, de a poco, descubrió que retomaba su mejor versión, con la que vapuleó a Costa Rica y doblegó a Paraguay en el estreno. Pero a medida que se rescataba para elevar su juego y tomar seguridad, un descuido lo puso en jaque: Vinicius Jr. atacó en el mano a mano a Muñoz, cayó en el área y generó protestas de toda clase: penal reclamaron los brasileños, con el entrenador Dorival Junior lanzándose sobre el cuarto y quinto árbitro, los ecuatorianos Augusto Aragón y Christian Lescano. Desde la sala del VAR, el argentino Mauro Vigliano comunicó que no existió tal infracción.
Absorber el despiste era una urgencia y Colombia lo hizo con jerarquía y contundencia: se equivocó en la salida Alisson Becker y Luis Díaz no pudo quebrar a su compañero en Liverpool, que se rehízo del fallo. En el descuento, camino al entretiempo, llegó la estocada: con esfuerzo, James Rodríguez asistió a Córdoba, que de espalda al arco y con los defensores al acecho alargó el pase para Muñoz. De casi villano, el lateral derecho se vistió de héroe y definió con clase ante el achique del arquero.
“Colombia es un equipo joven y 25 partidos invictos no se consiguen sin trabajo. Tiene jugadores de muy buen nivel, algunos juegan en Brasil y les conocemos”, apuntaba Dorival Junior, que entre otros dirigió en San Pablo a James Rodríguez. No le faltaba razón al seleccionador: desde el banco de los suplentes saltaron Johan Mojica (Villarreal) para resguardar al amonestado Machado; Matheus Uribe suplantó a Richard Ríos (Palmeiras) para refrescar la zona de volante; Rafael Santos Borré (Inter, de Brasil) oxigenó el ataque y Jorge Carrascal hizo descansar a James Rodríguez. En el final, Luis Sinisterra provocó los aplausos para Lucho Díaz.
Las modificaciones reanimaron la ambición de Colombia, que se clasificaba primera aún con el empate. Carrascal y Borré desperdiciaron dos oportunidades para castigar a un rival limitado, irreconocible, alejado al mandato histórico de jogo bonito, desbordes, destaques, gambetas y engaños. La reacción de Brasil no llegó, más allá de los reclamos del entrenador: rendida, sin actitud, resignada a que Vinicius Jr, Raphinha. o los juveniles Savinho o Endrick frotaran la lámpara. La estrella de Real Madrid se enseñó sin la magia que registró en la temporada europea y sin energía no resolvió una última corrida, mientras que Andreas Pereira advirtió la última resistencia de Vargas. El empate y dos lecturas: Colombia se ilusiona, mientras que Brasil se enreda.